martes, 30 de septiembre de 2014

Cuatro Mártires (II): CARLOS A. SACHERI

2. Sacheri





     A pesar de tener estilo y pensamiento diferentes que dividían y dividen en lo concreto a sus seguidores (por ejemplo en la actitud política frente al peronismo), un día apareció Carlos Alberto Sacheri diciéndole a Fernando: “¿Sabés lo que me dijo Genta? – Que yo soy su sucesor doctrinal!” “El Segundo” manifestaba gran alegría por esa honrosa designación hecha por “El Primero”… En efecto, Carlos Alberto Sacheri fue El Segundo.
   Nacido en Buenos Aires el 22 de octubre de 1933, de familia de orígenes piamontés, alemán y viejocriolla, fue formado de chico en la Acción Católica Argentina, cuyo lema era la paz de Cristo en el reinado de Cristo, en la que recorrió todas las jerarquías, y estudio en la buena Escuela Argentina Modelo el primario y secundario. No fue, como Genta, un converso. Era católico de siempre.
Se casó con su única novia, María Marta Cigorraga, el 19 de diciembre de 1959, en la Iglesia Catedral de San Isidro (ceremonia civil, el 16).
   Herencias. Además de aquella escuela, recibió la herencia del nacionalismo argentino y cordobés al entrar en el grupo de Rodríguez Lonardi, entonces sacerdote jesuita; por donde conoció a su primer titular de cátedra universitaria, el profesor Emilio Komar, que le trasmitió la vocación por la vera universidad de estilo europeo, no burocrática, donde se dialoga en serio en torno de la verdad; y al gran teólogo argentino el P. Julio Meinvielle, con quien siguió durante años las clases, el rigor ortodoxo y el vigor dialéctico de la Suma Teológica. El Padre ponía al joven Sacheri como ejemplo de la fecundidad del tomismo.
   Gracias a esta vinculación se fue becado a Canadá, donde fue discípulo de Charles de Koninck, el gran defensor de la primacía del bien común contra Maritain y los personalistas, y se licenció y doctoró en filosofía. Se vinculó al Movimiento de La ciudad Católica, movimiento que preconiza la formación para una acción de concertación de las buenas fuerzas en los distintos niveles, más que una organización monolítica. Adquirió nivel de promesa filosófica católica internacional con dos conferencias multitudinarias de Ciudad Católica en Suiza y en un congreso en los Estados Unidos representando a su Universidad canadiense.
   Tenía todas las posibilidades de quedarse en Canadá, pero un día se le oyó definir su vuelta, en una actitud semejante a Genta y también a Larrabure, con un parecido que veremos con Amelong: “quiero hacer como Komar, quiero enseñar en la Argentina”.


“Plugo a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación”
San Pablo, 1 Corintios, 1, 20-25.

   Centro de una red. Fue el principal animador del Movimiento La Ciudad Católica y la revista Verbo, al que le dio un carácter más argentino y concreto que el que le venía de su estilo francés, fundando el Instituto de Promoción Social argentina. Ganó por concurso el cargo de profesor de Filosofía e historia de las ideas filosóficas en la UBA [lo tengo tipeado y queremos publicarlo], una cátedra multitudinaria donde atraía a los buenos y era un maestro en el arte de la discusión lúcida con todos sin enojarse nunca, con argumentos de hierro y caridad por todos reconocida. Por concurso fue secretario académico del CONICET. Fomentó la investigación y las relaciones de todos nosotros entre todos nosotros, se incorporó al Movimiento Unificado Nacionalista Argentino. Dio infinidad de cátedras en la UCA. Restauró, como Secretario, la Sociedad Tomista Argentina cuando después del Concilio se empezó a decir que “Santo Tomás ya no va más…”.

   Fue un Tejedor admirable enseñándonos, en el catolicismo siempre carente de liderazgos laicales, a unir a la gente en la caridad y en la Patria, priorizando el fin, y no poniendo la lupa en las diferencias… Fue un maestro en ese arte…
Me dijo Aníbal D´Angelo Rodríguez que, a diferencia de otros maestros del nacionalismo, “no fue atrabiliario”.
   Dos libros. Un décimo del clero del país se alineaba como Sacerdotes del Tercer Mundo, un Movimiento que, confluyendo con una verdadera infiltración atea y materialista en la Iglesia producida con motivo, antes y después del Concilio, en definitiva negaba la trascendencia y primacía de Dios y la infalibilidad de la Iglesia y reducía el Cristianismo a una acción revolucionaria, muchas veces violenta pero siempre atea, ignorante de su Doctrina Social y sirviendo de furgón de cola al marxismo internacional.
En estos momentos en que la Doctrina Social de la Iglesia se ha olvidado en la sociedad y adentro de nuestras filas, en que gran parte de los miembros de la Iglesia consideran que el problema social no tiene que ver con la fe reduciéndose la política a opciones acatólicas, y hay muchos que dicen que debemos limitarnos a predicar el derecho natural y olvidarnos de Cristo, es oportuno recordar la acción y la doctrina sacherianas.
   Además de enfrentar la situación con la red católica patriótica que iba formando, Sacheri escribe 50 artículos periodísticos en el diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, que formaron el libro El orden natural, un sintético, orgánico e inteligente manual de Doctrina Social de la Iglesia. Hay que comprar y estudiar ese gran librito, del que existe reedición novísima.
   Y por la otra (enfrenta además la situación, digo) con una actividad impresionante de artículos, de conferencias que se multiplicaban por todo el país, no sólo denunciando al tercermundismo, sino dando la salida católica. No sólo exhibiendo las conexiones policiales de una minoría de tercermundistas con el terrorismo marxista y su inserción en el plan subversivo internacional, sino dando la visión teológica justa del origen del problema, en lo que el Movimiento defeccionaba esencialmente. Esta prédica se concretó en el libro La Iglesia clandestina, del que me contó el Coronel Juan Francisco Guevara que le puso una faja con una expresión totalmente insólita, …pesimista… profética y hasta chocante y fea … - Ya verán…
Tercermundismo. La finalidad del tercermundismo, y de todo progresismo católico, les enseñaba Sacheri a Uds., jóvenes católicos argentinos del siglo XXI, y escuchen bien porque esto sigue pasando en la Iglesia
“no es otra que la de adaptar la Iglesia al mundo, y lisa y llanamente, en vez de intentar convertir y salvar al mundo dentro de la Iglesia. Tal es la tremenda alternativa de nuestro tiempo. El progresismo neomodernista subvierte así todos los conceptos fundamentales de la fe cristiana mediante la interpretación unilateral del espíritu y de los documentos de Vaticano II”.
   El problema permanece y también la solución, que es interpretar el Concilio según la Tradición. La hermenéutica o es de la continuidad, como dice Benedicto XVI, o no es católica, viniere de quien viniere. Y en momentos en que en nuestra Patria desde afuera se quiere destronar a Cristo suprimiendo la cruz de los lugares públicos, cosa a la que no se animarían si antes desde adentro no se lo hubiera destronado, nos sigue enseñando que Cristo manda.
   Digo que Cristo está destronado en la mentalidad de gran parte de los católicos, que niega Su Realeza. Diríase que un gran número de católicos con opinión, obispos incluidos, no tienen claro el tema de que Cristo manda. Cristo es Rey.

Cristo Rey


   “La disyuntiva es total y no admite posturas intermedias: o bien la civilización se edifica en el respeto de los derechos de Dios y del hombre, o, por el contrario, se edifica en la negación de tales derechos. La primera es la civilización del orden natural y cristiano, la segunda es la de la Revolución anticristiana: «Quien no está conmigo, está contra mí; quien no recoge conmigo, desparrama». Tal es el juicio de Nuestro Señor, tal es el único criterio auténticamente cristiano. Toda tentativa de reconciliación del mundo moderno con la Iglesia que no se funde en una verdadera conversión del mundo a la Iglesia, está condenada de antemano y no servirá sino para «hacer el juego» del adversario”.


- Se quiere destronar el crucifijo. Los dueños de la democracia, que parece la entienden doctrinalmente como el respeto de la Constitución, revelan una y otra vez que se pasan para el cuarto la Constitución nacional, cosa que sucede también con el aborto, donde con las mejores leyes hacen cualquier interpretación para matar al chiquito en el útero materno.


   Frente a lo cual nosotros como juristas tenemos algo que decir: a) cuando la Constitución escrita desbarra en derecho natural, por así decir, por ejemplo al hablar de la soberanía del pueblo, cosa que es un disparate, nosotros la tenemos por no escrita; b) cuando se tratan temas como la libertad de cultos, la interpretamos como Fray Mamerto Esquiú con la doctrina leontrecina de la tolerancia; c) y cuando se trata de cosas en principio indiferentes, por ejemplo si establece un presidente y un congreso y demás instituciones establecidas, dado que así se estableció (derecho positivo, positum) somos los religiosos reconocedores de la Constitución nacional escrita. Y, además, afirmamos por sobre la Constitución en papel, la Constitución tradicional, con los pactos preexistentes que se remontan en definitiva a la gloriosa Declaración de la Independencia del 9 de julio de 1816, y por sobre ambas el derecho natural y divino.

Al destronar el crucifijo se ataca a Dios, y también se ataca a cerca del 95 % de los cristianos que hay en la Argentina y se atacan las bases mismas de la Argentina, y hasta la garantía de una moral seria para todos, agnósticos incluídos. Porque el crucifijo integra nuestra tradición nacional, como la integra el habla y el calendario, y es la garantía de una moral seria. (De la remisión a una instancia ejemplar como fuente de toda razón y justicia).

   Laicidad responsable. Hoy que en la Argentina no hay un poder laical, y en que se usa “laicidad” para borrar lo sobrenatural del ámbito público porque - se dice - la única manera de hablar para que nos entiendan es hablar del derecho natural ( y cada vez nos entienden menos, evoco la ley del “homomonio”), es bueno recordar el clericalismo que Sacheri denunciaba y la sana laicidad que ejercía. Sin cacarear “la hora de los laicos”, como se hace con doble juego, ejerció y enseñó la recta doctrina mostrando el camino a los propios obispos, solito en la batalla, según veremos. Hizo, queridos amigos, lo que acaban de hacer Uds. en la más formidable batalla de los católicos argentinos que se recuerda desde 1955, digo la que acaban de librar gloriosa y derrotosa contra el “homomonio”, en que los católicos salieron detrás de sus obispos, al lado de sus obispos, o a pesar de sus obispos pero salieron, demostrando que el catolicismo sigue siendo la fuerza social más importante de la Argentina.
    Recuerdo que en esta última hubo excelencias reverendísimas que hicieron saber su voluntad de que no se saliera a la calle, y el pueblo católico los pasó por encima hasta que en la segunda oportunidad sus excelencias reverendísimas se debieron plegar. Así se hace. No hace falta ninguna orden para defender la Patria y la moral y la Iglesia, la orden ya está dada, y si el obispo traiciona peor para él.


   Una red.

   Sacheri era el centro en que confluía una cantidad impresionante de gente, de movimientos. Para ellos tenía la condición de hombre indiscutido, ante todo por su bondad, por su caridad inmensa. De otra parte como el intelectual pensador, profesor y escritor garante de la ortodoxia. De otra por su prudencia en la decisión y también en el consejo, pues se convertía en una especie de director espiritual laico que era consultado y que llevaba y dejaba siempre la palabra oportuna, sin trasportar las soluciones que él adoptaría en su caso a la que veía que el otro debía adoptar. Haciéndose débil con los débiles, comprendiendo, no haciendo alarde de coraje sino siendo prudente y valeroso como el que más.
No convocaba a ninguna cruzada imposible ni extranjerizante ni fuera de tiempo y lugar, enseñaba a ver la realidad y a ver lo que había que hacer. Predicaba más la reforma que la revolución, hablaba de las estructuras políticas y sociales pero propiciaba la reforma interior. Sabía que cualquier solución política debía tener detrás una sedimentación intelectual organizada.
   Para eso hay que superar las capillas, aplicar la caridad en serio y no poner el termómetro en quién es más ortodoxo y quién es más inteligente. Superar las diferencias no por desprecio de las necesarias distinciones intelectuales que los universitarios debemos hacer y que él hacía, sino porque esas diferencias están superadas por un amor grandote a la Argentina y a la Iglesia.
Y vio claro esto que yo, de parte de él si pudiera invocar algún mandato, se lo digo a Uds. hoy 18 de enero de 2010, chicos argentinos que aman la Patria y que aman la Iglesia.

“Sin sangre no hay redención” (Romanos 1, 26).

“Leía, hace unos días, un texto de San Pablo, de esos textos que son tan terriblemente simples de la Escritura y que uno nunca se cansará de meditarlos, y dice esto San Pablo hablando de la Redención: «Sin sangre no hay Redención». Yo no creo jugar a la fácil profecía –porque son hechos que ya se están dando en la realidad argentina–: en la Argentina de 1973 correrá mucha sangre, y si nosotros los católicos, universitarios católicos, no estamos dispuestos a dejar correr nuestra propia sangre en una militancia heroica, la Argentina será marxista y no será católica. En nuestras manos está eso. Sin sangre no hay Redención, y lo que vale en el orden estrictamente sobrenatural para el cual habla San Pablo de la Redención de Cristo, vale también para la Redención secular de una Argentina, de una sociedad tradicionalmente cristiana que debe reencontrarse definitivamente a sí misma en el sendero del cual la apartó el liberalismo de nuestros abuelos”.
“No me avergüenzo del Evangelio”






* El domingo 22 de diciembre de 1974, cuando venía de Misa en su automóvil con su mujer y sus siete hijos, el mayor de 14 años y tres amiguitos y se disponían a entrar a la casa, un automóvil se les apareó y le dispararon un solo tiro que destrozó su cabeza, su sangre empapó a todos y murió.
Es El Segundo que nos está hablando hoy a nosotros, los argentinos del Bicentenario.
¿Quién lo mató?
- Les prometí un comunicado muy importante de 553 palabras, firmado por los mismos que asesinaron a Genta… Pero vamos a El Tercero…

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