sábado, 13 de septiembre de 2014

SARMIENTO ... hijo de su madre...

SARMIENTO
hijo de su madre…


“…conozco a personajes que se creían águilas, temidos
y solemnes en su pluma oficial, y que al ser desnudados
exhibieron risibles alones de gallina…”

(Leopoldo Marechal, Didáctica de la Patria, 19)


1.     Malas palabras

“Una reina conocida por el sobrenombre necesario de la profesión que se nombra con una palabra prohibida”. Así se expresaba Ignacio Braulio Anzoátegui a propósito de la majestad británica, en su “Poema de las Invasiones Inglesas”. De vez en cuando este singular poeta utilizaba deliberadamente una “palabrota” como recurso discursivo para captar la atención, causando hilaridad y complicidad en el lector u oyente. Pues bien, salvando lejanas distancias, sin don poético alguno, ni capacidad literaria y retórica que se asemeje a la de don Ignacio –sin mencionar su sentir nacional y católico–, el Ministro de Defensa del Uruguay expresaba el pasado 28 de abril que Domingo Faustino Sarmiento fue “un grandísimo hijo de puta”. El motivo: “instó a matar gauchos diciendo que eran buen abono para las pampas”[1].
...PURA COINCIDENCIA...
El discurso pronunciado por Eleuterio Fernández Huidobro tuvo lugar en Piriápolis (Uruguay), con ocasión de un acto político organizado por la Corriente Acción y Pensamiento-Libertad (CAP-L), movimiento al que pertenece. Por cierto, estas palabras subidas de tono no fueron las únicas que salieron de su boca. El ministro, en efecto, no sólo descargó contra el “prócer” sanjuanino –con quien tiene un sorprendente parecido físico–, sino que también hizo una serie de denuncias: la carestía de alimentos, la inflación, la hambruna de los países a los que “nadie les da pelota”, la contaminación de los ríos Negro y Santa Lucía a causa de algas tóxicas, etc. Reprochó, a su vez, la conducta de los ambientalistas que, según él, se escandalizan por el cigarrillo pero no dicen nada de los autos que producen más daño. Agregando que todos nos fumamos los caños de escape. Sin embargo fue el coprolálico exabrupto el que trascendió en los medios nacionales y provinciales, y el que provocó innumerables desagravios hacia el Maestro de América.
HUIDOBRO: "EL REVISIONISTA"
Con lo sucedido, el ministro uruguayo resultó ser una especie de “revisionista” histórico y mediático, puesto que acusa a las radios de su país de informar “pavadas” para mantener a la gente “distraída”. “Quiero escuchar la verdad –dijo–, por eso escucho radios de otros países”. Sobre la cuestión histórica hizo referencia a los unitarios acusándolos de ser “una manga de sinvergüenzas”, y concluyó diciendo que “la historia hay que darla completita”.
No hubo que esperar mucho tiempo para que los defensores de Sarmiento aparecieran escandalizados y rasgando sus liberales vestiduras ante tamaña blasfemia, limpiando la ultrajada imagen del ilustre “prócer”. Uno de ellos fue Rodolfo Giunta (profesor de historia y miembro del Museo Histórico Sarmiento), quien –sin querer– parafraseó la sentencia de Belloc según la cual no es historiador el hombre que no sabe responder desde el pasado. Según este profesor, “analizar hechos con los ojos de hoy es un problema”. Por tal motivo, “el juicio histórico que se haga tiene que estar en el contexto de la forma de pensar que había en determinada época, porque si lo pensamos con paradigmas actuales, naturalmente que ciertas cosas nos pueden llegar a parecer aberrantes”[2]. Claro que estas cosas aberrantes son justificadas por Giunta, en nombre del relativismo histórico. El gaucho –dice–, era considerado un inadaptado, “era la representación de la barbarie,del vago”. En el momento en que Sarmiento tuvo esa expresión, “hasta había conceptos de raza” y “la solución era exterminar a aquél que no estaba en concordancia con una determinada propuesta. Tenemos que pensarlo en ese contexto.”
Pero si de tácticas historicistas y de falsificación histórica se habla –cuando no de falacias incongruentes y de contradicciones absurdas–, no puede faltar a este propósito el acostumbrado Felipe Pigna. Este propagador del pensamiento único y de propias ocurrencias mendaces, fue entrevistado en julio de 2013 por Juan Carlos Bataller, del programa La Ventana, de Canal 5 Telesol (San Juan). Dicha entrevista fue nuevamente emitida el pasado viernes 2 de mayo, a propósito de los dichos de Huidobro. Allí, Pigna –en las antípodas de Belloc– se refirió al análisis histórico, trayendo a colación el caso del autor del Facundo. Felipe Pigna afirmó que el presente es lo que cuenta, es la única mirada que vale. Y niega que se pueda escribir desde el pasado: “Obviamente ningún historiador puede, salvo que se traslade en el tiempo. No me han invitado a la máquina del tiempo que tienen ellos (…) Yo escribo acá  –y esto lo dijo el recientemente fallecido maestro Hobsbawm-, todo historiador escribe desde el presente y para el presente. O sea, nuestros ojos son los ojos del Siglo XXI. Otra cosa es sacar de contexto. No hay que sacar de contexto. Decir: “Sarmiento era racista”. Sí, era racista, pero en el contexto del siglo XIX esto era muy común en la mentalidad de la época”[3].
Como se puede apreciar, el indigenista  y filo británico Pigna[4], no sólo no condena la persecución sarmientina al gaucho y al indio, sino que la justifica vilmente. Nada más se puede esperar de este olmo. Como tampoco se puede esperar nada del susodicho Instituto Nacional de Revisionismo Histórico, cuya vicedirectora, nada menos, es una defensora y admiradora de Sarmiento.
Tanto de las palabras de Pigna como de las de Giunta, se hace eco el periódico El Nuevo Diario[5], que responde a los hermanos Juan Carlos y Mariano Bataller. Pero se suman al desagravio popular otros testimonios en la misma sintonía de pensamiento que los anteriores.
El primero de Rosa Garbarino (Decana de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de San Juan), quien aseguró entre otras cosas: “Los insultos proferidos por el ministro uruguayo son producto de un total desconocimiento, porque cuando uno hace un análisis de la historia debe hacerlo basado fundamentalmente en lo que es el contexto de la época”. El segundo, del historiador Edgardo Mendoza, quien absolvió al gran maestro, en los siguientes términos: “Sarmiento tomaba partido por una manera de organizar  el país en el cual los gauchos no tenían lugar (…) Se llenó las manos de sangre porque fusiló, pero en ese momento era común”.
Finalizando la galería de los desagravios se encuentra la directora del museo Casa Natal de Sarmiento, Mónica Arturo. Para esta sarmientina “de pura cepa”, no se conoce la historia de Sarmiento y “por eso se habla de oído”. Además, se desconoce “su obra con todo el legado que nos ha dejado”. Arturo, dolida por el hecho de que defenestren a Sarmiento, aseguró que “elevará un pedido a nivel nacional a la Secretaría de Cultura de la Nación para que [Huidobro] se interiorice bien de quien fue”. Además le reprochó al ministro: “Primero lea, aprenda y después diga muchas cosas”.[6]
Tal fue el revuelo causado por las “malas palabras” de Huidobro que hasta el gobernador José Luis Gioja dijo que “es preferible no salir al cruce porque se le da más autoridad a sus palabras (…) hay que dejarlo ahí y no polemizar”[7]. Aunque evidentemente no le hicieron mucho caso.

2.     La historia completita

Llegado a este punto digamos algo sobre el protagonista de esta historia y víctima de tan imperdonable injuria. Las palabras de Huidobro hacen referencia a la famosa carta de Sarmiento a Mitre, fechada el 20 de septiembre de 1861: “No trate de economizar sangre de gauchos. Éste es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esta chusma criolla incivil, bárbara y  ruda, es lo único que tienen de seres humanos”.
Manuel Gálvez, quien trazó un majestuoso retrato biográfico de Sarmiento, dijo que la carta “es un documento de formidable valor psicológico y aun psiquiátrico.”[8] Es una prueba más de aquel odio proferido hacia el gaucho y lo que él representa para Sarmiento, la barbarie. Prueba, también, el aborrecimiento contra lo que puedo contener algún lejano parentesco o contacto pasado, con lo que fuera federal; aun cuando se trate de alguien que, como Sarmiento, se encontraba afiliado a la masonería. Nótese que en la misma carta sigue diciendo: “No deje cicatrizar la herida de Pavón. Urquiza debe desaparecer de la escena, cueste lo que cueste, Southampton o la horca”.
Como si fuera poco, cuatro días más tarde, el 24 de septiembre, Sarmiento le volvía a escribir a Mitre: “Tengo odio a la barbarie popular… la chusma y el pueblo gaucho nos es  hostil (…) El poncho, el chiripá y el rancho son de origen salvaje y forman una división entre la ciudad culta y el pueblo, haciendo que los cristianos se degraden… Usted tendrá la gloria de establecer en toda la República el poder de la clase culta aniquilando el levantamiento de las masas”. En una carta del 27 de septiembre de 1844 se preguntaba: “¿Lograremos exterminar a los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar”.
Horacio Videla en su afán por defender a Sarmiento señala: “No ahorrar sangre de gauchos, dijo el que no derramó ni una sola gota de sangre de gaucho”. Y da como ejemplo probatorio el caso del Chacho Peñaloza: “El bárbaro e inútil asesinato de Olta, exabrupto de un torpe oficial de milicias con mando, no le es moralmente imputable.” (…) “Sarmiento quería vivo al Chacho (…), para juzgarlo ante sus jueces naturales y condenarlo a muerte por las fechorías que, equivocado, le atribuía muy convencido”[9]. Sin embargo, es curioso que Videla no se hubiese percatado –quizás no quiso hacerlo– de la carta que Sarmiento envió al mismo Mitre tan sólo seis días después del asesinato de Peñaloza: “…he aplaudido la medida, precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses”[10]. Hasta el mismo Sarmiento se adjudicará la muerte del caudillo[11].
Sarmiento, entre otros tantos crímenes, fue quien aprobó el asesinato de Nazario Benavídez calificándolo de “acción santa”. Fue cómplice de la muerte, en noviembre de 1860, de Antonio Virasoro, quien gobernaba San Juan.
El maestro de América fue, en concreto, un enemigo de la patria. En 1842 inició en El Progreso su campaña para que Chile ocupara el estrecho de Magallanes. Vale decir, dice Gálvez, para que se apoderara de algo que era argentino. “La verdad es que Sarmiento renegó de su patria. No la siente en su corazón. Por eso pudo decir, en 1843, que «la patria no está en el lugar que nos ha visto nacer»”[12]. Tal fue su vileza y tal fue la de los sinvergüenzas unitarios. Es deber del historiador –dice Ernesto Quesada– reconocer que aparte del carácter anárquico del sector unitario, no es por su índole revolucionaria que serían condenados a la posteridad, “sino por haber sido realizadas con oro extranjero, con oro de naciones que estaban en guerra más o menos abierta con la patria, y aceptando de ellas auxilios de hombres, de buques, de armas, de dinero”[13]. No sin razón el diario La Nación, del 6 de Octubre de 1868, afirmaba: “Sarmiento ha sido el abogado de un gobierno extranjero contra su propio país”.
Se trata, en síntesis, de los postulados de Civilización y Barbarie, el resumen del despótico y masónico pensamiento sarmientino. Es curioso que Arturo Jauretche, en su Manual de Zonceras Argentinas, haya rotulado a civilización y barbarie como la “zoncera madre”. De ahí que la llama “la madre que las parió a todas”.[14] Señala, además, que “se intentó crear Europa en América trasplantando el árbol y destruyendo lo indígena, que podía ser obstáculo al mismo para su crecimiento según Europa y no según América”. Este hecho de entender lo preexistente como algo anticultural, conllevó al inevitable dilema: “Todo hecho propio, por serlo, era bárbaro, y todo hecho ajeno, importado, por serlo, era civilizado. Civilizar, pues, consistió en desnacionalizar”. Ya lo dijimos antes, enemigo de su propia patria –o mejor dicho–, de la nuestra.

3.     Lea, aprenda y hable

¿Qué decir del Sarmiento escritor? ¿Qué decir de su obra literaria? El susodicho Felipe Pigna decía en la entrevista antes citada que, tanto los que odian a Sarmiento, como los que lo aman, lo han leído poco. “Para unos es el maestro del aula –dice–, para otros el asesino de gauchos y, en el medio, nadie leyó Facundo, nadie leyó Recuerdos de Provincia”. “Lea, aprenda y después hable”, reclamaba Mónica Arturo. O se justifica el crimen, o se desvía el tema. Por eso todos los panegiristas de Sarmiento se amparan en su adulada pluma cuando se le achacan a éste sus ideas anti-barbarie.
¿Fue realmente un gran escritor?, se preguntan Manuel Gálvez y el Padre Leonardo Castellani. Y sus respuestas son más que interesantes.
SOBERBIO, HIJO DE...
Resumamos de algún modo lo que dice el primero[15]. Encuentra Gálvez algunas cosas positivas en los escritos de Sarmiento, pero también muchas falencias. Según él, tenía efectivamente esa vocación de escritor. “Pocos hombres –señala– recibieron de Dios tantos dones literarios, pero él malgastó esas riquezas y fue, en cierto modo, infiel a su vocación de escritor”. “Enemigo de su obra es la falta de profundidad”. En cuanto a las formas: escribía con galicismos y términos castizos, “su afán improvisador le impidió realizar obras eternas”, “produce la impresión de no conocer nuestro idioma”. Para Gálvez, “los más graves defectos en su prosa son la confusa construcción y la bárbara sintaxis. Por causa de ambos defectos, muchísimas veces no se la entiende. Es preciso releer con cuidado millares de frases suyas para saber qué ha querido decir o a qué persona o suceso o persona se refiere”. “No tenía idea de lo que hoy llamamos técnica literaria. No sabía componer sus párrafos. Carecía de todo orden retórico. Su prosa es inconexa, desmejorada, arbitraria, antiartística, llena de flecos inútiles, de repeticiones, de incoherencias, de faltas contra el gusto”. Y trae la opinión de Groussac, quien encuentra en su prosa “falta de trabazón lógica”; y la de Mansilla: “no hay en su Literatura nada de consolador, nada que abreve la sed”. En los tiempos en que escribe Recuerdos de Provincia, no escribió mal. Pero cuando regresa de Chile, en nuestro país “perdió por completo la línea”. Para el Novelista, “no son ni el Facundo, biografía novelada, ni Recuerdos de Provincia, autobiografía”. ¿Quedará algo de su obra literaria?, se pregunta al fin: “ya el público sabe que Facundo está plagado de falsedades y por esto lo leerá menos cada día. Cuando la pasión antirrosista haya desaparecido, el Facundo, en cuya popularidad, debida a la propaganda liberal, hay no poco de ficticio, tal vez será olvidado. Y en cuanto a Recuerdos de Provincia, contiene tantas cosas sin interés que su perennidad peligra”.
El Padre Castellani[16], por su parte, comenta que ya Carlos Pereyra había notado y probado que Sarmiento, como escritor, es inferior a Alberdi. Agregando luego que éste último no puede llamarse un gran escritor. Para Castellani el criterio que ha llevado a fetichizar a los héroes del liberalismo es infantil. Por lo tanto “hay que emplear criterios universales”. De este modo afirma que Sarmiento es un mal escritor, pero que parcialmente le gusta: “Si es o no es un buen escritor es discutible, y la sentencia depende de los criterios”. Empero, el Padre comenta que las primeras veintidós páginas del Facundo no pasarían en Europa un examen de bachillerato, “sería reprobado con cero”. Quizás había en Sarmiento material potencial de un gran escritor –acota el Padre–, pero no cuajó. Tal es así que, el ermitaño urbano, encuentra en los escritos sarmientinos innumerables errores y falencias, que enumera y ejemplifica una por una. En síntesis: párrafos a muletilla, plebeyismos, gansadas, cambios viciosos del sujeto gramatical, ilogismos y paralogismos, imágenes de mal gusto, atropellos a la sintaxis, anacolutos, usa terminología filosófica y, no sólo no sabe filosofía, sino que es incapaz de ella, etc. Y sobre sus dos obras cumbres dice que tienen valor para los argentino por tres cosas: “una, como documentos de la historia nacional –aunque estén mechados de mentiras históricas pueden servir al menos como documentos para la historia de la mentira nacional–; segundo, por contener algunas páginas felices (…); y tercero, como muestra sin valor de nuestra –pobre– cultura intelectual. Pero por esto, su autor no se convierte en un gran escritor”.
Digamos al fin que sus obras dan claras cuenta de su intención mendaz. De aquél legado familiar de los Sarmiento. Por eso dice: “si miento lo hago como don de familia, con la naturalidad y sencillez de la verdad”[17]. Y en otra ocasión le dice a Avellaneda: “sabrá Ud. de aquella habilidad con que sabemos rehacer la Historia”[18]. A su vez, más que conocidas son las palabras del prólogo al Facundo: “No vaya el historiador en busca de la verdad gráfica a herir en las carnes del Facundo. Es éste un libro sin pies ni cabeza, escrito con errores a designio (…), con el sólo propósito de combatir a Rosas”. Comenta también el autor: Al escribir el Facundo fui llevado por “un interés del momento, premioso y urgente”. “He creído necesario hacinar sobre el papel mis ideas tales como se me presentan, sacrificando toda pretensión literaria…”[19]. Y mintió, vale decirlo, después de que Antonino Aberastain, enemigo de Quiroga, le prometiera buscar datos y documentos para su obra. Y en consecuencia, a pesar de los ruegos para que “tenga paciencia”, Sarmiento prefirió mentir de antemano[20].
Domingo Faustino, entonces, fue un mentiroso y un embustero. El mismo dice: “Echaría al fuego entonces [cuando se escribiese la historia verdadera], de buena gana, cuantas páginas he dejado escapar en el combate”. Pero el sabio Don Quijote no sólo al fuego hubiera arrojado los libros, sino a su autor: los historiadores que de mentiras se valen habrían de ser quemados como los que hacen moneda falsa.

4.     Último desagravio
Volvamos por un momento al episodio del ministro uruguayo Huidobro. A los pocos días de su discurso fue entrevistado telefónicamente por el canal CN23. Allí no sólo sostuvo lo declarado sino que agregó, irónico, un pedido de “perdón” a la madre del prócer: “Perdón a la madre de Faustino Sarmiento”. Además se permitió cambiar el calificativo de hijo de puta, por otro menos agresivo: “…vamos a cambiar lo de hijo de puta por alma podrida, queda más elegante”. Pero no se percataron los medios de que este nuevo rótulo, contiene una aseveración mucho más grave que la anterior, ya que se refiere al alma de Sarmiento y, por lo tanto, habla a las claras, de algún destino sobrenatural trágico.
Sin embargo, el benévolo ministro, además de “historiador” es ahora “pontífice” y se tomó el trabajo de no condenar al fuego eterno al “prócer”, sino que lo envío al mismísimo Purgatorio: “Todo esto lo aprendí en libros argentinos. Forma parte de la historia Argentina. El hombre que mandó a matar a todos los gauchos, Sarmiento, no está en el Cielo sino en el purgatorio”[21].
Bien hizo en desagraviar a doña Paula Albarracín, ya que era una persona ejemplar. Es el mismo Sarmiento quien cuenta en Recuerdos de provincia que sabía leer y escribir, pero dado su quehacer, su inteligencia era poco cultivada. Trabajó duramente de soltera para sostener quince hermanos huérfanos. Pero a pesar de que el trabajo fatigoso la acompañó toda su vida, no se distrajo de los cuidados espirituales. Oía misa sábados, domingos y lunes. El primero de esos días “para conversar con la Virgen”; el segundo “por ser de precepto”, el tercero “para rogar por sus parientes y amigos”. La Virgen de los Dolores era su madre; San José, su patrono;  y Santo Domingo y San Vicente Ferrer, santos dominicos, los protectores de su familia (de ahí el nombre de Domingo). “¡Recemos, hijitos, el rosario, que tengo tanta necesidad!”. “Dios mismo –concluye Sarmiento– fue en su angustiada vida el verdadero santo de su devoción. Dios ha entrado en todos sus actos, ha estado presente todos los días viéndola luchar con la indigencia, cumplir con sus deberes”.[22]
En cuanto al destino póstumo de Sarmiento –y pese a que son muchos los historiadores que coinciden en que Sarmiento se negó a recibir asistencia religiosa al momento de su muerte, ordenando a su hija que no concurriese ningún sacerdote católico– nos limitamos a compartir las palabras del P. Castellani: “Pudo haber salvado su alma, si se arrepintió al morir de las gruesas macanas que hizo –y escribió– en vida”[23].

5.     Pura coincidencia
Hemos intentado, sucintamente, dar cuenta de algunos de los errores y puntos negativos de Domingo Faustino Sarmiento, partiendo de los dichos de Eleuterio Huidobro. Pues bien, ¿qué valoración final debemos hacer sobre la figura y persona de Sarmiento?
Ignacio Anzoátegui, de quien comenzábamos hablando, con su humor característico decía: “Sarmiento trajo tres plagas: los italianos, los gorriones y las maestras normales”. Y el P. Castellani, en las páginas en que traza su crítica literaria al autor sanjuanino, transcribe el siguiente soneto:
“«Gran escritor y bárbaro absoluto»
Han dicho de Sarmiento… no es posible
Bárbaro y escritor no es compatible
Ni plebeyo y señor, discreto y bruto.

Es un rudo hablador, bronco hirsuto
De pasional facundia mal comible
De verba mulatesca incoercible.
Ignorante, grosero, disoluto.


Fue un gran hombre quizás, mas no un poeta
Quizá un gran constructor, mas no lo veo.
¿Un patriota, un político de veta?

Pero no lo alumbró el fulgor febeo…
As de la Neo idiotez semialfabeta
Informe, inestable, turbulento y feo”
Siguiendo lo expuesto por Manuel Gálvez[24], diremos que otros males de su obra fueron “el haber empujado al país hacia el extranjerismo en las ideas y en las costumbres”. Aunque él tradujera y editara varias veces sus famosos libritos religiosos, no cabe dudar de que hizo mucho daño a la tradición católica del país y que ayudó al liberalismo a establecer la absoluta laicidad de la escuela, que ha sido nociva a la moralidad general. Entonces –se pregunta– ¿podemos proponerlo como ejemplo a los jóvenes? No. Puesto que, lejos de ser ejemplar, Sarmiento vivió dando malos ejemplos. A los 21 años tuvo una hija natural y a los 34 un hijo adulterino. Se alababa de no haber respetado otra voluntad que la suya. Fue muy mal hablado. Denigró a San Martín. Perteneció a la masonería, sociedad secreta de fines ocultos y condenada por la Iglesia que era la religión del Estado. Fue Materialista. Contribuyó a que el país fuese entregado al extranjero. Representó la indisciplina mental y la improvisación. Y no enseñó con su ejemplo a amar la verdad, ni a respetar a los demás. “No hubo en el mundo entero hombre más carente de él de las virtudes evangélicas: la humildad, la caridad, el amor al prójimo…”.
-" ¡Hijo de Puta!"
- "¡Bárbaro bruto!"
Y del verdugo Huidobro, ¿qué diremos? Nada bueno, por cierto. Para empezar, el más conocido como Ñato, fue un guerrillero, uno de los fundadores y principales dirigentes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) durante los años sesenta. Sector que nucleaba a miembros del Partido Socialista, maoístas y anarquistas. Allí fue autor de documentos como “Plan Satán”, “Plan Cacao”, entre otros. Cayó prisionero en el año 1969, en la toma de Pando. Se fugó junto a 110 presos en 1972, año en el que vuelve a prisión. Estuvo 12 años en prisión durante la dictadura militar, siendo liberado finalmente en 1985. Fue diputado y senador. Desde 2007 dirige la Corriente de Acción y Pensamiento-Libertad, escisión del Movimiento Participación Popular (MPP) que orientaba José Mujica. Finalmente en 2011 asumió como Ministro de Defensa. Sus palabrotas son moneda corriente en sus discursos. Tanto que en 2012 –y esto si es motivo para actos piadosos en desagravio– se refirió a Jesucristo como “ese flaco al que crucificaron por gil, que lo que se pasó predicando fue perdonar"[25]. Utilizando esas palabras como argumentación para negarse a pedir perdón por los múltiples asesinatos de la guerrilla, particularmente de los crímenes del movimiento que él dirigía. Asimismo declaró que sus términos fueron un “homenaje a la honestidad y a la bondad”; y que “él –Jesús–  me dice Ñato, y yo le digo Flaco”.
Dios perdonó incluso a uno de los ladrones crucificados a su lado. Perdonó a Dimas y le prometió que estaría junto a Él en la Gloria, por haberse arrepentido y suplicado clemencia. También perdonará a don Eleuterio Huidobro, el otro Sarmiento, siempre y cuando se arrepienta de su arrogante impiedad. Siempre y cuando se duela de haber detestado el grito de viva Cristo Rey, porque “es un ultra conocido grito fascista”. Y así, sólo así, podrá ingresar quizás, al mismo purgatorio en el que, según él, se encuentra Sarmiento.
¿Quién es el alma podrida entonces, Sarmiento o Huidobro? Digamos que al menos el ministro uruguayo todavía tiene tiempo para dejar de “parecerse” a quien calificó de alma podrida, con razón o sin razón. Ya que hasta donde se ve es tan canalla como su “otro yo”, o quizás peor. En ese caso podremos decir que cualquier parecido es pura coincidencia. Mientras tanto tenemos para meditar aquella vieja sentencia ambrosiana que asegura que la verdad, quienquiera que la diga, proviene de Dios.
¡Viva Cristo Rey!
Eduardo Peralta.
(San Juan, 5 de mayo de 2014)




[1] Las palabras del discurso pueden oírse en: https://www.youtube.com/watch?v=X5H7JS6xhRg
[3] La entrevista se puede ver en: http://www.diariolaventana.com.ar/articulo.php?id=24133 Al final de la entrevista, la última pregunta, hizo referencia al papel en la historia argentina de la Iglesia y la Masonería. La respuesta fue, entre otros conceptos la siguiente: “Había un poder muy fuerte [en el S. XIX] que fue trasmutando en clubes de poder. Yo creo que la Masonería no tiene hoy el poder que tenía en el S. XVIII y XIX en la historia argentina. La Iglesia obviamente sigue siendo un poder muy importante. Cada vez menos importante, creo que por sus propios errores y por su anacronismo. Anacronismo que sigue hablando en términos preconciliares, a pesar de que hubo un concilio extraordinario como el Vaticano II, impulsado hace 50 años por Juan XXIII. Era la opción por los pobres, la promoción de las iglesias locales, el acercamiento hacia la gente, a la problemática de la mujer. Parece que todo fue tabla rasa. Y estamos presentes ante una Iglesia en una de las etapas más conservadoras de la Historia”. Además de estas burradas, reconoció que Sarmiento, Mitre, Avellaneda, etc., eran masones. También confirma la alianza masónica de Pavón. Y sobre la condición masónica de Perón responde: “Perón no. Se sigue estudiando el tema, pero lo más probable es que no. De hecho la Masonería fue un elemento importante en la llamada Revolución Libertadora. Es algo totalmente descartado”. (sic)
[4] Puede verse el artículo “Felipe Pigna: otro agente criollo de la Common Wealth”, de Cristián Rodrigo Iturralde (http://cristianrodrigoiturralde.blogspot.com.ar/2014/04/felipepigna-otro-agente-criollo-de-la.html). El artículo corresponde al apartado con el mismo título, correspondiente al Capítulo III de la obra “1942: Fin de la Barbarie, comienzo de la Civilización en América”, Tomo I, Ediciones Buen Combate, Buenos Aires, 2014, pp. 93-99.
[5]“¿Por qué no quieren a Sarmiento?” en El Nuevo Diario, edición Nº 1622, viernes 2 de mayo de 2014, p. 6.
[7]Cfr. http://www.diariolaprovinciasj.com/educacion/2014/4/30/gioja-bajo-tono-malestar-dichos-ministro-uruguayo-pidio-polemizar-12538.html
[8] Manuel Gálvez, “Vida de Sarmiento”, 13ra edición (1ra en 1945), Ed. Dictio, Buenos Aires, p. 422.
[9] Horacio Videla, “Sarmiento: acusación y defensa”, Fondo cultural Universidad Católica de Cuyo, San Juan, 1965, p.  46
[10] Carta del 18 de Noviembre de 1963.
[11] Dice Gálvez: “Sarmiento se reconocerá como autor de la muerte del Chacho, salvo en una ocasión, en el Senado, en que culpa a Mitre, a Paunero, a Rawson y a Irrazábal. A su amiga norteamericana le dirá que el caudillo murió a sus manos. Otra vez declarará: «Acabé con el Chacho». Y en 1874, al dar sus datos al nieto para la cuarta edición del Facundo, dice, hablando de sí en tercera persona: «Destruyó al Chacho, a quien venció en batalla».” (op. cit., p. 449)
[12] Cfr. Manuel Gálvez, “Vida de Juan Manuel de Rosas”, Editorial Claridad, Buenos Aires, 1997, p. 482.
[13] Cfr. “La época de Rosas”, Tomo V (“Los unitarios y la traición a la Patria”), Plus Ultra, Buenos Aires, 1965, p. 146.
[14]“Manual de Zonceras Argentinas”, Peña Lillo editor, Buenos Aires, 1988, pp. 22 y ss.
[15]“Vida de Sarmiento”, op. cit., pp. 792-795.
[16]“Lugones-Esencia del Liberalismo-Nueva Crítica Literaria”, Ed. Dictio, Biblioteca del Pensamiento Nacionalista Argentino (VII), Buenos Aires, 1976, pp. 294-299.
[17]Carta a Manuel Rafael García, del 26 de octubre de 1868.
[18] Carta del 16 de diciembre de 1866.
[19]D. F. Sarmiento, “Facundo”, Obras Completas, T. VII, p. 154.
[20] Aberastain le dice en carta: “…amigo, la obra que va Vd. a emprender es importantísima, lo más importante que pueda proponerse. Creo que merece un poco de calma, y suplico a usted la tenga hasta la salida de la “Esperanza” el próximo vapor. Sacrifique Vd. su impaciencia en obsequio de esa importancia. Yo prometo a Vd. datos precisos sobre el carácter particularmente de Quiroga… Le repito tenga Vd. un poco de paciencia hasta que pueda mandar los datos recogidos.” Sarmiento, Obras Completas, Tomo XLV, p. 95. Citado por Carlos R. Marco, “Don Juan Manuel de Rosas. Sus detractores y sus panegiristas”, Tomo I, Ed. Mendoza, Mendoza, 1953, p. 42. En esta obra, Carlos Marco, dedica una gran parte para detallar “Las inexactitudes Históricas en el Facundo”. Cfr. pp 57-203.
[22] D. F. Sarmiento, “Recuerdos de Provincia”, Obras Completas, Tomo III, p. 131. Cfr. Horacio Videla, “Historia de San Juan”, Tomo IV (Época Patria, 1836-1862), Academia del Plata – Universidad Católica de Cuyo, Bs. As. - San Juan, 1976.
[23] Op. cit., p. 296.
[24] Cfr. “Vida de Sarmiento”, op. cit., pp. 802-804.

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