miércoles, 22 de julio de 2015

LA PROFUNDA FALACIA QUE ESCONDE LA PALABRA "HOMOFOBIA"



           La lecutura de La Nación, este domingo 12 de enero, provocó el título de este artículo puesto que fue demasiado notoria la utilización del término “homofobia” para respaldar inconfesable propósitos. Estamos hablando del suelto Disparen contra el anonimato online, página 2 (http://www.lanacion.com.ar/1654939-disparen-contra-el-anonimato-online). ). El periodista Carlos Guyot, entre otras cosas, se rasga las vestiduras diciendo que el anonimato cibernético es la cobertura para una cantidad de personas que, ante la muerte de un homosexual, aprovecharon para emitir “comentarios homofóbicos”.
La lectura de

            No queremos dejar pasar la oportunidad para señalar todo lo que hay detrás de este modo de hablar. No hay programa radial en que no se oigan estas cosas. No hay día en que los grandes diarios no utilicen, por lo menos en el copete de sus artículos, este vocablo mágico con la que pretenden desarmar a quienes emitimos un juicio de valor negativo respecto del comportamiento homosexual. No hay declaración pública relacionada con la sexualidad que no aspire a la eliminación de “todas las formas de homofobia”, y ya viene siendo hora de devolver estos golpes, porque las personas se forman en base a lo que oyen y lo que oyen se manifiesta en lenguaje, palabras, términos. ¿Cómo comienza a existir la palabra “homofobia”? ¿Tiene ella algún significado real?

          La verdad es que no.  “Homofobia” es un término acuñado por los propagandistas e ideólogos de los movimientos homosexualistas. ¿Y qué es un movimiento homosexualista? Es un grupo de personas que impulsan una verdadera revolución mental: pretenden destruir el concepto clásico y tradicional de sexualidad –según el cualexisten comportamientos y tendencias naturales como también antinaturales–, introduciendo cueste lo que cuesteuna nueva filosofía de la sexualidad. Según esta nueva filosofía, el ser humano no es ni espiritual ni genéticamente un varón o una mujer. Al contrario, “construye” su sexualidad con independencia de su fisiología. Hombre y mujer serían parámetros sociales, adquiridos y no innatos, sin base fija e inmutable en la naturaleza.

       Pues bien, si es sencillo advertir que hombre y mujer no “construimos” nuestra sexualidad sino que ésta nos ha sido dada; si es evidente que nuestro comportamiento sexual es efecto y no causa de nuestra sexualidad, entonces “es realmente muy difícil” poder sostener lo contrario. Difícil porque se necesita mucha fuerza de voluntad para estar negando constantemente los hechos que tenemos en la nariz. Pensemos que estos ideólogos pronuncian todos los días su libreto. ¿No es terrible que así se abandone a los homosexuales a su propia suerte,existiendo los medios para ayudarlos? ¿No es grave que, una vez más, la ideología cierre el paso a la cristiana misericordia para quienes desean fervientemente la plena salud del alma y del cuerpo?

           La misma ciencia forense revela que la autopsia de un cadáver calcinado permite conocer el sexo del difunto aunque el fuego haya eliminado la posibilidad de registrar otros datos (huellas digitales, color de los ojos y pelo, masa corporal). El efecto del fuego en el cuerpo también impide el análisis de los músculos; todas cosas que pueden observarse con facilidad en cuerpos bajo otras condiciones. ¡Cómo podría la libertad y unos pretendidos “derechos” modificar una realidad tan íntima a nosotros, si precisamente la sexualidad es una de las pocas cosas que resiste el fuego que todo lo quema! 

            Con la consigna fija de no entrar en este debate, ideólogos y propagandistas deslizan la palabra “homofobia” cual espantapájaros. “¡Cuidado que aquí hay homofóbicos!”. La verdad ya no importa, todo es propaganda. “La homofobia es una enfermedad, la homosexualidad no” rezan sus graffitis. Se pretende descalificarnos de antemano como si tuviésemos simplemente miedo a lo distinto cuando, en realidad, estamos plenamente convencidos: ¡el orden natural no es ninguna fobia! Con el tiempo, la propaganda homosexualista se ha animado a más y ahora no sólo respalda la homosexualidad sino también otras conductas desordenadas. ¿Hasta dónde hemos llegado en que se puede considerar enfermo a quien sostenga la perversión de las relaciones entre un hombre y un animal? ¿Qué confusión mental existe hoy día, donde la actitud sana es sospechosa mientras que quienes sostienen que 2+2 son 5 tienen las puertas abiertas para propagar las ideas más falaces y perjudiciales para la verdadera sexualidad?

            En una de sus novelasChesterton nos cuenta de un policía infiltrado en una reunión mundial de siete importantísimos anarquistas, creyendo ingenuamente estar solo. Para sorpresa del personaje y encanto del lector, no había un infiltrado sino seis: un solo anarquista y seis policías pero cada uno creía estar en absoluta soledad... Pues bien, la historia se repite. Existe mucha gente, muchísima, que está convencida de que la sexualidad debe darse entre un hombre y una mujer. Sólo que muchos se sienten solos y, por los motivos que fuesen, no se animan a levantar la voz, a proclamar las verdades de las que están íntimamente convencidos. He aquí lo que tenemos que hacer: animarnos a decirlo. Manifestar nuestro convencimiento y transmitir ese fuego a los demás. Si el buen Dios lo quiere, nos daremos cuenta de que muchos pensaban igual pero sólo se animaron a decirlo cuando nosotros nos animamos primero.


                                                                                                   Juan Carlos Monedero (h)

                                                                                     Rawson, Provincia de Buenos Aires
                                                                                                          14 de enero de 2014

2 comentarios:

  1. Muy cierto. Sólo invito a re-pensar el concepto de "nueva filosofía de la sexualidad". No es tal porque al negar la verdad, lo evidente, "los hechos que tenemos en la nariz", no es posible que reciban el nombre de filósofos ("amor por la sabiduría"). Propongo llamarlos "sofistas de la sexualidad". Se que es muy chocante porque bajo ésta misma lupa se debería dejar de llamar "filósofos" a varios pensadores de la historia, pero pienso firmemente que es necesario no ceder en ello. Como dice éste mismo artículo: "porque las personas se forman en base a lo que oyen y lo que oyen se manifiesta en lenguaje, palabras, términos". ¡Dejemos de llamarlos filósofos!

    Gracias. Saludos.

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  2. (Anónimo):
    Disculpas por la demora en responder.
    Le agradezco su comentario y sutil apreciación. Sí, quizás habría que utilizar aquello de “sofistas de la sexualidad”. Y también, siguiendo la lógica, deberíamos dejar de llamar filósofos a tantos otros. Pienso que el autor se refiere más bien a un modo de pensar, que a una filosofía como corpus de pensamiento. Y por eso la llama “nueva filosofía”. Por otra parte, luego de explicar y rebatir el argumento o sofisma de estos “filósofos”, se refiere a ellos en adelante como “ideólogos” y “propagandistas”.
    Lo mejor quizás hubiese sido aclarar como advertencia al lector desprevenido que no es una filosofía o que no se trata de filósofos, como usted bien dice.
    Por otra parte le comento -ya que está relacionado y posiblemente sea de su interés-, que se publicará próximamente un libro del autor, Juan Carlos Monedero (h). El título es “Lenguaje, Ideología y Poder”. Y lleva como subtítulo: “La palabra como arma de persuasión ideológica: cultura y legislación”. Prólogos del P. Alfredo Sáenz y Antonio Caponnetto.
    La descripción es:
    “Un estudio crítico sobre las transformaciones que tienen lugar en el pensamiento bajo influencia de un nuevo lenguaje, así como también los cambios que el vocabulario puede recibir bajo el influjo de determinado tipo de pensamiento. Cómo este tipo de cambios, lejos de responder a fluctuaciones naturales y espontáneas de la cultura humana, están perfectamente dirigidos a un fin. Su influencia en el campo cultural, periodístico, legislativo y religioso. Casos testigo: promoción del aborto, ley de matrimonio igualitario, violencia de género, homofobia, etc.”
    Muchas gracias nuevamente.

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