domingo, 19 de marzo de 2017

DE SANTAS DIABLAS, REYES INDIOS Y MISAS RICOTERAS (por Eduardo Peralta)




“Sangra tu famoso y sexy corazón,
todos lo van a saber por la TV…
Éste es tu último show y estás tan ciego.
Vos tenías grandes planes hasta ayer
y no queda nada palpitando en vos…
Acabado, ya sos nadie.”

(Indio Solari, “Un par de fantasmas”)

“Hey! ¡¿Qué te pasa Buenos Aires?! No es con vos.
No es la ‘Techno’, ni el Rock.
Es tu parte que vos no conocés.
Cuidado, la conozco yo…”
(Fito Páez, “El diablo de tu corazón”)

 
Finales trágicos

         Al tiempo en que desarrollamos un estudio sobre la música, y en el momento en que nos disponíamos a realizar un breve recuento de algunos episodios en donde la fiesta y la tragedia se unen sin más; es entonces cuando aparece ante nosotros la noticia sobre lo acontecido el pasado sábado 11, en Olavarría, provincia de Buenos Aires. El trágico suceso –no tan trágico según algunos– está hoy en boca de todos. En estos días quien no habla del Indio Solari al parecer no tiene rating.
         Hace un año escribíamos un pequeño artículo (ver aquí) o nota sobre el fenómeno de la discoteca y el boliche[1]. Allí advertíamos sobre algunos peligros y consecuencia de esta “contracultura” y llamábamos la atención desde las nomenclaturas de los centros bailables hasta el peligro inminente y creciente del alcohol y las drogas de diseño. Pues bien, en el transcurso de un año no se han  ausentado de las noticias este tipo de eventos. Traigamos a la memoria al menos las más relevantes, sin mencionar aquellas en las que no hubo muertes.
Time Warp
         Quizás el episodio más recordado del 2016 sea el de la fiesta electrónica Time Warp, en Costa Salguero (sábado 16 de abril), donde la protagonista fue la famosa pastilla “Superman”, que no es otra cosa que éxtasis, que se llevó la vida de cinco jóvenes entre 20 y 25 años. Otros cinco fueron internados en estado crítico por intoxicación. En la fiesta, de la cual se cree que hubo más de 20 mil personas, se montó un sistema de venta de drogas, hubo baños colapsados, ventilación nula, altas temperaturas, etc. 

         Meses más tarde, el 21 de septiembre, fecha que no podía quedar excluida y en la cual abundan los festejos primaverales y “estudiantiles”, en Moreno, provincia de Buenos Aires, muere un joven de 19 años y varios resultaron heridos. Fue en la reunión clandestina “Proyecto XXX”, llamada así por una película sobre una fiesta de excesos. Al consumo de alcohol y estupefacientes se le agregó en esta ocasión, armas de fuego y armas blancas. Anteriormente, en las redes sociales circulaban mensajes que decían “pobres los que vayan a la Proyecto XXX, van a terminar todos robados y muertos”, “es una trampa y van a matar a todos”, “eso va a ser la tercera guerra mundial”. Y así fue, la víctima muere de un balazo a doscientos metros de la quinta destinada para la fiesta. El festejo fue organizado por tres jóvenes “tarjeteros”. Se cobraba una entrada de 30 o 40 pesos y alguna bebida alcohólica que debía estar en botellas plásticas. El lugar se alquiló por 4 mil pesos, para hacer un supuesto cumpleaños para 150 personas. Lo cierto es que se contaron más de seiscientas personas entre las que había chicos de 13, 14 y 15 años. Los testigos relatan:

      “En la puerta no nos revisaron las mochilas ni las carteras, podíamos entrar con cualquier cosa. A ellos sólo les importaba que no entráramos con botellas de vidrio, después si yo tenía un arma en la cintura daba igual”.[2]
      “Fue todo un descontrol, corridas y gritos por todos lados. Tiros y cuchillos, parecía una película de guerra, fue horrible”.
      “…vimos cómo robaban y apuñalaban. Vi chicos tirados en el pasto ensangrentados, chicas que lloraban de miedo, todo fue un caos, lo que pasó fue de terror.”

         Sin embargo, era otra muerte anunciada en una fiesta en que la consigna era llevar armas y drogas. Una de las invitaciones decía: “¿Querés matarte y no sabés cómo? Vení a Proyecto XXX”.
         Al mes siguiente, el viernes 28 de octubre, se llevaba a cabo una fiesta privada de disfraces para conmemorar Halloween, a 18 kilómetros de San Salvador de Jujuy. Durante la mañana siguiente fue encontrada sin vida una adolescente de 17 años producto de una broncoaspiración como efecto del alto consumo de alcohol y drogas.
         Para cerrar el año, el 31 de diciembre se realizó un festejo en el boliche “Punta Stage”, de Arroyo Seco, donde muere una joven de 20 años que se descompensó víctima del consumo; y otro de 34, mientras dormía luego del festejo de año nuevo, sufrió un paro cardiorespiratorio. Casi un mes después, el 28 de enero, un cóctel de drogas y alcohol resultaba letal para la joven Lourdes de apenas 16 años en Venado Tuerto. En este caso no hizo falta la discoteca, fue en una de las tantas “previas”. La pregunta que sólo algunos se hacían es qué estaba haciendo una chica de 16 años en una previa, dado que si es menor de edad, se entiende que no podría ingresar a algún boliche. No debía, mejor dicho.

Santas diablas

         Casi finalizando la lista tenemos la famosa y reciente “masacre de Florencio Varela” (11 de febrero), donde atacaron por la espalda a cuatro chicas que salían de bailar del boliche conocido como “Santa Diabla”. Dos de ellas murieron, de 16 y 17 años, las otras (15 y 16) salvaron su vida. El hecho fue rotulado de forma inmediata por la prensa como “femicidio” o “doble femicidio”, de modo que las chicas murieron “por violencia de género”[3]. Sabemos muy bien la carga ideológica que este rótulo conlleva y que el asesinato como tal nada tuvo que ver con ello. Estos rótulos quitaron del foco de visión algunos interrogantes como: ¿qué hacían cuatro menores de edad saliendo a las 6 am del boliche Santa Diabla?, ¿acaso las mataron por un odio misógino hacia la mujer?, ¿por qué ellas y no otras (u otros)?

         Hoy sabemos bien que el motivo de estos asesinatos no fue un odio machista y patriarcal contra menores que resultaban ser más santas que diablas. En un comienzo las miradas se dirigían hacia un hombre (Luis Weiman) 20 años mayor que una de las víctimas (Sabrina, 16), con la cual habrían terminado una relación afectiva, y quien “despechado” las asesinó. Pero no fue así. Y esto lo niega y declara el mismísimo padre de Sabrina, quien por sus propios medios decidió ir al fondo de la cuestión denunciando la complicidad policial. Así, el rótulo cambió y se dijo que fue un “crimen narco”.
         ¿Qué sucedió al final? Ismael Barrientos, padre de Sabrina, hizo algunas declaraciones que hasta donde sabemos todavía no figuran en el expediente que corresponde:

      “Cuando salieron del boliche Santa Diabla, mi hija no tenía mochila. Tampoco la llevaba cuando le dispararon. Sin embargo, uno de mis hijos afirmó que cuando fue a la comisaría estaba la mochila. La única forma que pudo llegar hasta allí es que el asesino o algún cómplice la hubiesen llevado”.
      “Antes de ir a Santa Diabla un muchacho que se llama Brian pasó a buscarlas y las llevó en auto a Ezeiza para que entregaran un paquete. Brian, un tal Adrián y su novia reclutan a menores para que lleven droga a los boliches. Como son inimputables, si las detienen no están más de cuatro horas presas y no pasa nada. Por eso los narcos las usan como mulas”.[4]

         Se ve entonces, que ni es un caso de “violencia de género”, ni de despecho amoroso. Más todavía: no era la primera vez que las menores se relacionaban con cuestiones “non sanctas”. El 28 de agosto pasado Sabrina

      “fue llevada detenida a la comisaría. Fue la única menor que los policías apresaron cuando allanaron la parrilla donde se había realizado una fiesta clandestina. Como ella era menor, Adrián y Brian le dieron los 20.000 pesos que habían recaudado por las entradas y otras cosas. Así las captan en esa zona de Varela; así ella conoció ese vínculo de mierda de abusadores que manipulan a las chicas y las llevan a boliches donde entran menores y las usan para meter droga.”[5]

         Hasta aquí la nómina de los episodios más notorios del año, sin mencionar en los que no hubo fallecidos. Hay elementos comunes en todos ellos: drogas, alcohol, lucro, dinero, baile, música, muerte, etc.  Otra nota de color que confirma aquello de la fiebre del sábado, es que o las muertes o las fiestas –a excepción de aquella del día de la primavera– se consumaban un día sábado. Pero claro, eso es puramente anecdótico.

La Colmena

         El 11 de febrero se efectuaba la masacre en Florencio Varela. Al mes siguiente, el 11 de marzo, morirían dos jóvenes en La Colmena, el gigantesco predio ubicado en Olavarría, Buenos Aires.
         A una semana del hecho, todos conocemos lo que sucedió. Un recital con más de trescientas mil personas –se calcula que el total de los allegados a Olavarría fue de 500 mil–, terminaba o, mejor dicho comenzaba, con dos muertes. Puesto que cuando Carlos “el Indio” Solari retomaba el recital luego de haber hecho la primera interrupción registrada por las cámaras y difundidas por los medios de comunicación, aunque no lo sabían, los muertos ya estaban en el hospital. Se sabe que el primero de ellos, Javier León de 42 años, fallece por una trombosis cardiopulmonar, sin lesiones de aplastamiento. El segundo, fallecido por el consumo de drogas en medio del gran pogo, fue Juan Francisco Bulacio de 36 años, cuyo apellido sugiere un paradójico y enigmático recuerdo. Puesto que en 1991, en el recital que brindaran los Redonditos de Ricota, la policía detuvo a decenas de jóvenes que esperaban para entrar, entre los cuales estaba Walter Bulacio, quien falleció por un derrame cerebral causado por una golpiza que recibió por la revuelta y por los policías[6]. Otra víctima fue Luis Ayala, de Paraguay, quien asistió al recital y apareció ahorcado con una soga la tarde del domingo.

         El contexto era único. Un año atrás Solari anunciaba en el masivo recital de Tandil que “Mr. Parkinson” le estaba “pisando los talones”. Allí marcaban un récord: 200 mil personas. Aunque no por mucho tiempo, claro. Un año se cumplía de aquello, 26 años habían pasado de la muerte de Bulacio, y otros 20 de que el recital de “Los Redondos” fuera suspendido, también en Olavarría (1997), a causa del temor de las autoridades a los desmanes que pudieran ocurrir. En aquél momento el enojo furioso de algunos fans que ya habían llegado al lugar, desencadenó en varios desmanes y destrozos. Esto llevó a que la banda diese una histórica conferencia de prensa, la única que dieron.
         También aquí, en la Colmena, la muerte estaba anunciada. “Si aquí no muere nadie, es de pura casualidad”, le decía un joven a otro antes del recital. Y uno de los biógrafos del Indio, Marcelo Frigueras, declaró a radio Del Plata:
        
      “Viví el recital sufriendo mucho. Estando a un costado del escenario, yo veía esa montonera que el Indio vio y lo llevó a parar inmediatamente el recital. Había un grupo grande de chicos en un sector pegado al escenario que parecían muy tambaleantes, con un movimiento muy vacilante, medio imparable. Armaban un remolino que no paraba. Y el temor era que alguno de ellos se fuera desplomando y lo pisen los otros. Se sufrió mucho todo (…) durante todo el concierto seguimos mirando ese sector, temiendo que volviese a pasar”.
      “(…) Yo tenía el temor desde antes y el Indio lo intuía también. Por eso estuvimos hablando con la gente para que tuviese cuidado. Había una especie de caldo que se estaba armando como para tratar de explotar cualquier cosa que pudiese llegar a pasar.”[7]


         Un testimonio contundente permite ver lo que sucedía y se vivía en el ojo de la tormenta. “Cafu Ricota” cuenta que vio a un hombre morir, el cual se infiere que es Bulacio:

      “estaba en el pogo y un loco empezó a convulsionar, tiritaba en el piso mientras todos lo pisaban. Éramos varios queriendo sacarlo, nos pisaron, golpearon, asfixiaron y seguimos ahí sacando gente casi muerta… El chico que cuento de las convulsiones lo vi morir a mi lado. Yo hice mucho para sacarlo. Y esos 15 borrachines que nombró el Indio, éramos 15 chabones exponiéndonos a la muerte para sacar a mucha gente que no aguantaba”. “No sé cómo se llamaba, ni sé si era buen chabón, ni quién es su madre, ni de dónde era, pero en mi interior le pido perdón porque me miraba esperanzado de que lo salve mientras se mordía la lengua y tiritaba. Hasta que los pisotones ya no le hicieron más nada, hasta que sus ojos estaban vacíos”. “Tenemos un Bulacio que mató la policía y ahora tenemos un Bulacio que matamos nosotros”[8].

         Son varias las cuestiones que se disparan como interrogantes o dignas de alguna reflexión, pero consideremos sólo dos de ellas: el fenómeno multitudinario que rodea al Indio Solari y la violencia que inevitablemente se presenta adjunta.
         La marea de gente que convoca este personaje no es algo nuevo, ni producto de una moda “comercial”. Es de hecho una marca registrada en la historia del músico. El crecimiento del público ricotero se ha dado a la par del crecimiento de los festivales multitudinarios de música rock de nuestro país. De tocar en bares y sitios pequeños los protagonistas principales del rock han pasado a escenarios emblemáticos y míticos como el estadio de River Plate, Huracán (ellos lo inauguraron en 1993), o quizá el más legendario, y conocido como la “catedral del rock”, el estadio de Obras.
         En el escrito Buenos Aires y el Rock[9], se desarrolla este tema con detalle. Los Redondos resultan ser cruciales a este respecto. El espacio, entonces, para el rock “nacional”, fue quedando cada vez más escaso, teniendo que recurrir a lugares cada vez más amplios. De hecho en la obra que citamos, se afirma que no es casual que la mayoría de los más grandes espacios destinados a recitales hayan sido utilizados por los Redonditos de Ricota, “un grupo cuya trayectoria está signada por la problemática de la falta de espacios adecuados para realizar recitales: desde antes de publicar su primer disco (Gulp!), hasta su último show (2001) su convocatoria no dejaría de crecer”[10] [escrito en 2006]. Tal es así que los últimos diez años de su existencia, lo dedicaron “a intentar soluciones, tan diversas como imaginativas, al problema que planteaba la organización de shows de manera independiente tanto de las grandes empresas productoras de espectáculos como del Estado”[11].
         Este fenómeno de masividad va de la mano con la otra cuestión, la violencia desatada. Hay que decir que Solari tiene en su historial como ídolo de masas otros episodios inquietantes. En junio de 1998, por ejemplo, hicieron una presentación en Mar del Plata en el que se hicieron presente, desde incendios de autos y patrullas policiales, hasta saqueos de negocios, “represión”, heridos, etc. Todo causado por los fanáticos que no podían ingresar al recital por distintos motivos. En el 2000 se presentaron en el estadio de River. Los disturbios duraron dos días. Borrachera, droga, armas, barras bravas, peleas y batallas campales… No faltó nada. Ni la muerte. Un joven murió en el hospital habiendo sido apuñalado reiteradas veces. Se supo que era un delincuente recién salido de la cárcel. También en esta ocasión el “Indio” interrumpió el recital por unos minutos, pero todo fue en vano.
         Amén de recomendar su lectura para ayudar a comprender de algún modo el fenómeno del Rock, especialmente su manifestación en Argentina –y no sólo ello sino lo que palpita detrás de estas tragedias–, además de eso, decimos, traemos a colación algunos testimonios recogidos por Guillermo Rojas en su obra De Patagones a Cromagnon. La cual fue publicada en 2006 cuando parecía no terminar de caer las cenizas de la tragedia del recital de Callejeros, ni se olvidaba del todo la jornada negra en Carmen de Patagones, en el que el pequeño “Junior” tomaba el arma y asesinaba sin más a sus compañeros. Allí Rojas menciona y analiza lo que rodea a “Los Redondos” y al Indio Solari. Aunque, claro, la banda estaba disuelta y Solari había dejado de tocar. Había dejado su puesto de Patricio Rey o de “Porco Rex”, y todavía no vislumbraba su nueva carrera como solista que en la cual sus secuaces no serían “redondos” ni “de ricota”, sino fundamentalistas del aire acondicionado.
         Entre tantos testimonios Rojas trae a cuento las afirmaciones de Enrique Simms, quien entre otras cosas se refería a la conjunción masa-violencia, dando su propia explicación:

      “Yo creo que ellos siguen haciendo recitales masivos solamente por una ambición económica… Yo creo que al no darle una dirección a la violencia de la gente, la violencia estalla entre la propia gente. Hay dos tipos de violencia, una entre ellos y otra la del enfrentamiento con la policía. Esta última yo creo que también ha sido siempre responsabilidad de la banda desde la muerte de Bulacio, cuando es muerto un invitado a la fiesta que vos convocás.”
      “(…) Los Redondos concitan a la gente desde un lugar todavía violento y, quizás todavía, ambiciosamente en el lugar de los sueños, pero que no da más que esa miserable violencia intraespecífica, que yo insisto que es la peor manifestación que puede generar un evento…”[12]

         Mención aparte merecen las afirmaciones de los mismos “ricoteros” que admiten no sólo la existencia de drogas y alcohol en sus recitales, sino también la violencia. Luego de cada aceptación hay una justificación. Sí, hay alcoholsí, hay drogaspero, en otros lugares también los hay y nadie se rasga las vestiduras. Hay droga y violencia en boliches y canchas de fútbol, en círculos de poder y políticos, etc. Lo cual también es cierto. Pero extraigamos y quedémonos ahora con lo primero:

       “«En los recitales de Los Redondos hay droga», escupen los periodistas pacatos de nuestros medios de información.
      Los Redonditos decimos que sí, hay droga (…).
      «En los recitales de los Redondos corre el alcohol», susurran voces anónimas.
      Los Redonditos decimos que sí, que corre el alcohol en todas sus formas: tetra briks, envases cortados, latas, termos, y cualquier otro elemento que sirva para almacenar un poco de vino, cerveza, algún licor y quizás whisky para algunos privilegiados (…)
      «En los recitales de los Redondos hay forajidos y ladrones», dice el gallo malo (…)
      Los Redonditos decimos que sí, que hay forajidos, hay ladrones, hay trolos, hay lesbianas, hay paralíticos, hay familias, hay gente de 12 a 60 años  (…), hay chicos y chicas, y también hay gente normal… (sic)
      (…) Por supuesto que te meten mano en los bolsillos, hay pungas y rateros, seguramente habrá alguno que cargue con alguna muerte encima y también debe haber gente en estado de inocencia pura.
      (…) «En los recitales de Los Redondos siempre hay disturbios» dicen los medios alarmados y alarmistas.
      Los Redonditos decimos que sí, que suele haber hechos de violencia.”

         El estrambote del final es contundente:

      “Basta de ser hipócritas. Todos sabemos que Los Redondos venden. Y los periodistas, burdas marionetas mediáticas, buscan trepar a través de cualquier noticia, no importa si es una muerte o un recital de rock. Ellos quieren ser el centro de la escena y viven en función de lograrlo.”[13]

         En la Colmena la marea de gente tuvo que salir por el único lugar de escape, lo que obligó a muchos a trepar las salidas tapiadas de los costados, y llegar a calles sin salida, teniendo que abalanzarse sobre las casas ante el empuje de la gente. Allí, por supuesto, las corridas y embestidas, atropellos, golpes y heridos por doquier. Lo que todos ya hemos escuchado y visto en imágenes.

Reyes Indios

         Por supuesto que a nadie se le escapa el hecho de que el recital más grande que tuvo la historia del rock generó dinero por millones. Pero esto no se acaba en el Indio Solari, quien cuenta con distintas propiedades invaluables, avión privado, su propio equipo logístico con un centenar de personas y lujos impagables. Como siempre vuelven a brotar de los interrogantes, las paradojas que se aplican a todo el rock. Quien siempre se manifestó en contra del Sistema, tomando la bandera revolucionaria de “Oktubre”, etc., ahora resulta ser el rockero más rico del país. De esta manera, el mismo que en abril de 2014 recaudaba más de 30 millones “limpios” y se negaba a pagar la tasa municipal, ahora resulta denunciado por lavado de dinero y evasión fiscal[14]. Estoy en un lugar protagónico que me excede, dijo días antes del recital. Sin embargo, lo que le excede es otra cosa, otro tipo de papel.
         Parecen hablarle a gritos sus propias canciones al cacique Solari. Aquella que reza “sospecho que esta vez me toca pagar a mí toda la puta fiesta”, curiosamente llamada “Tsunami”, o aquella otra que dice: “¿Y cuánto vale dormir tan custodiado / de expertos cínicos y botones dorados? / ¿Y cuánto vale ser La Banda Nueva / y andar trepando radares militares? (…) / ¿Y cuánto vale tu estómago crispado / y tus narices temblando por el miedo? / ¿Y cuánto vale todo lo registrado / si el sueño llega tan mal que te condena?” / “¿Y cuánto valen todas tus enfermeras / Y tus temblores de moco super caro?”.

         ¿Cuánto valen?

         “Vamos por partes. El predio fue alquilado a $300 mil por la productora. Es decir, que para cubrirlo necesitaron 1 peso por persona que fue. La entrada salió $800. El resto del cálculo, que es la tajada que se llevan estos empresarios (disfrazados de productora, músico y gobernador), les pido por favor que lo hagan ustedes.”[15]

          Los hechos siempre confirmarán que el espíritu “antisistema”, no es otra cosa que una falacia atroz. Como afirma Guillermo Rojas, es “una mentira más del mismo sistema”. “El sistema –señala– no se molesta por lo que el rock dice del mismo. No le interesa, pues viene reciclando al rock desde hace ya décadas en su propio beneficio, es más, lo fomenta, lo apoya y financia”[16]. Por eso es propio de una humorada de mal gusto o de una consecuencia comprensible, que Solari, al mismo tiempo que se da el lujo de hacer un recital por año, diga en el documental “Tsunami, un océano de gente” (2016) –otra vez el título es sugerente–: “el escenario es el lugar más cómodo del mundo que tengo para estar”.
         Pero permítasenos hacer una errata al libro citado más arriba. Porque si bien Guillermo Rojas en la página 189 advierte que el caso de Los Redondos se asemeja al de los Beatles por la gran fortuna que se puede hacer, en la página 210 distingue al conjunto del resto advirtiendo que “jamás se prestaron a hacer política alrededor de los grupos de izquierda ni de los núcleos residuales del castrismo, como han hecho otros. Tampoco usufructuaron de relación alguna con la partidocracia como la mayoría, por no decir todos, de los más importantes grupos de rock, que se han prestado siempre en forma descarada a la publicidad directa o solapada de candidatos electorales”. Pues bien, el tiempo dijo lo contrario y, ya no Los Redondos, aunque sí el “Indio”, sería quien usufructuara de la partidocracia, la izquierda y el castrismo residual al igual que el resto.
         Es por demás conocida la relación de simpatía y afinidad que tuvo y tiene Solari con el Kirchnerismo. Días antes al recital de La Colmena se daba a conocer una “carta” que escribiera el líder de la banda en la que intentaba “explicar una vez más que no soy un militante”. “(…) Nunca les ha interesado [a cierta gente] mi manera de actuar políticamente. Están convencidos de su mirada y de sus actos, viéndolos como los únicos gestos posibles y efectivos para pulsear con los eternos dueños del poder” (¡sic!). Asimismo decía haber acompañado “decisiones que tomó la administración Kirchner… eso me ha transformado para muchos en la rata kirchnerista. Sin embargo, mi manera de oponerme a los «círculos dominantes»… no llega a transformarme en algo con similar poder”[17].
         Pero esto no es todo, quien niega ser un “militante” firmó una Solicitada bajo el título de “Unidos en defensa de la Democracia y el Bienestar del pueblo argentino”, en la que se manifiesta un repudio a la situación del país como “producto de las medidas implementadas a partir de la llegada al gobierno del presidente Mauricio Macri”. Sin más comentarios, estos son algunos de los firmantes: Milagro Sala, Pablo Echarri, Dady Brieva, Teresa Parodi, integrantes de Bersuit Vergarabat y La Mancha de Rolando, Máximo Kirchner, José Luis Gioja, Abal Medina, Julián Dominguez, los jueces Luis Arias y Raúl Zafaroni, periodistas como María Seoane, Liliana López Foresi, Julia Mengolini, etc. Por supuesto, con el apoyo incondicional de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
         Bien dice la canción del Indio Solari, que le obsequiara al líder de “Sumo”, Luca Prodan:

“Yo tuve la mejor flor, la mejor de la planta más dulce.
Pero no, mejor no hablar de ciertas cosas…”

         El crimen no paga, dice el dicho popular. Aquí, a costa del crimen y el delito, se recaudan sumas incontables. En La Colmena la “miel” se recolectó por millones, tan sólo murieron un par del enorme enjambre –o como dice la canción, “un par de fantasmas”–, y el abejorro Rey se llevó el grueso de la “torta” de ricota.

Misas ricoteras

         Demás está decir que todo lo que rodea el Rock excede a estos pocos párrafos y probablemente excede lo que podamos escribir. Sin embargo queda algo por rumiar, dado que mucho se ha dicho de esta “nueva misa ricotera”, o de que “la misa terminó en tragedia”. Pero ¿de dónde viene esto de “misa”?
         La historia es menor, anecdótica, pero manifiesta de algún modo el sentido opuesto a la religión que queremos explicar. O, más bien, la religión en sentido opuesto que encarna el rock entero. Le corresponde a un periodista que sigue al Indio Solari desde los primeros tiempos, Jorge Boimvaser. Exactamente un año antes de la tragedia en Olavarría, el 11 de marzo de 2016, brindaba una entrevista a Maximiliano Poter dedicada al tema ricotero. “No me imagino ningún escenario mío al margen de un escenario de los Redondos; obviamente, con ellos arriba y yo abajo. Lugar donde tocaban, yo iba, al punto que tengo encima más de 150 misas”[18], decía. Este personaje en el 2000 publicó el libro titulado A brillar mi amor, que cuenta la historia de Los Redondos a partir de relatos y testimonios de los fanáticos. Según él, contiene historias que jamás se hubiese imaginado que pudieran pasar, “casi sobrenaturales, que no tienen una explicación lógica”. Tienen “un enfoque metafísico, esotérico, místico e, incluso, paranormal”.
         Ante la pregunta específica sobre la “dialéctica religiosa” que gira en torno a los Redondos y del Indio, aquello de “religión ricotera”, “misas paganas” y  “feligreses”, responde que es él mismo quien empleó esa dialéctica. “Uso «feligresía», dice, porque no me gusta la palabra «fan», el fanatismo para mí es irracional y todos los ricoteros sabemos por qué estamos alrededor de este fenómeno”.

      “La palabra «misa» viene de una historia que me concierne directamente. Allá por el ochenta y pico, había empezado a salir con una chica que solía quedarse a dormir en mi casa. Un día le dejé la llave, comida en la heladera y le dije: «Acá tenés todo, me voy a ver a los Redondos». Ella me decía que no fuera, que no la dejara. Y terminé contestándole: «Hoy hay misa, y a misa no se falta». Me respondió que estaba loco, la puse en un taxi y se fue. Después, conté esto en una mesa de borrachines y un periodista me dijo: « ¿Así que vos dejaste a una mina por una misa, y la misa era un concierto de rock? Eso yo lo escribo». Y, a partir de ahí, se comenzó a instalar la palabra.”[19]

         El periodista al que se alude y quien escribió luego este episodio es Daniel Ares. Hay que decir que aunque Boimvaser cambie algún elemento del relato cada vez que cuenta la historia, no deja de ser verosímil que haya sido éste el origen del término. En un reciente reportaje en el canal C5N, concretamente el 13 de marzo, añadía otros elementos al diálogo:

          “«Yo me voy a ver a los Redondos, no te saqué entrada a vos porque suele haber quilombo y no quiero que corras riesgo, y no quiero estar cuidándote porque ninguno de los dos lo va a disfrutar». Entonces ella me dice «no me abandones». Y le dije: «vos no te quedás del sábado para el domingo porque vivís lejos y vos el domingo vas a misa. Cuando vos vas a misa yo te respeto. Para mí ir a misa es ir a ver a los Redondos». Ella se fue y no volvió más.”

         Lo que importa aquí no es el vocablo en sí o el origen del mismo, sino lo que ello significa y representa. Pues bien, las distintas explicaciones que los mismos fanáticos brindan nos permiten ahondar en lo primero. En principio se explica como una “pasión”, un sentimento interno de pura adrenalina, algo muy visceral. Es en definitiva inexplicable en simples palabras:

      “No sé si pueda explicarles una pasión así, que se desvela, que se lleva la cabeza. Es como intentar describirle a alguien lo que es enamorarse, cuando nunca sintió el amor. Lo que sí está claro, es que la misa ricotera es una experiencia única en el mundo, que reúne miles de personas por año en los distintos pueblos del país.”

         Como dijimos, es inexplicable. Pero ¿por qué? Precisamente porque es un sentimiento de religiosidad popular. Es una religión, y no estamos usando metáforas. Una religión invertida, una pseudoreligión.

      “Nadie puede decir con certeza el motivo de la emoción masiva, por eso aparecen respuestas abiertas de corte místico. “Misa ricotera” es el término que condensa todos esos sentidos: el de la comunión, por ejemplo. Hay una previa que puede durar días: las multitudes viajan hacia la ciudad ocasionalmente pactada como si fuera un retiro espiritual o un encuentro (que de hecho lo es) envuelto en mística”[20].

         Hay quienes han esbozado una explicación más profunda, valiéndose por supuesto de lo evidente y observable. Y es que, lo repetimos hablando ya en términos que abarcan el rock en su totalidad, es una religión. No es el momento para esbozar una explicación sobre la relación de este tipo de música con el ocultismo y adoración a Lucifer. De hecho, proponemos al lector leer las canciones de Los Redondos por ejemplo, y verá de lo que hablamos. Enfatizamos aquí el estado de misticismo que posee el rock and roll. Hace ya unos años el Dr. Luis Roldán delineaba alguna de las características de la crisis cultural de nuestra época, del ateísmo contemporáneo. Es así que clasificaba a la “cultura Rock”, como una de las tantas manifestaciones de un “neopaganismo esotérico”. Sus palabras nos permiten avanzar un poco en lo que intentamos explicar:

      “El público busca identificarse con los que están en el escenario, sentir lo mismo, pensar lo mismo, hacer lo mismo. Las categorías de la Liturgia nos resultan más aptas para comprenderlo que otras. La adhesión que los distintos grupos concitan entre sus “fans”, es claramente religiosa entre los más íntimos. Ellos usan en sus ropas los nombres de sus ídolos, copian su forma de vestir, de hablar, de pensar y comportarse.”[21]

         Ya en los inicios de la contracultura rockera el misticismo tomaba protagonismo a partir del nacimiento de la psicodelia, el consumo de alucinógenos y el orientalismo. Los Beatles fueron una pieza clave con la adopción de la Meditación Trascendental y el budismo, que adquirieron a partir de un famoso viaje de Harrison al Himalaya. El mismo Indio Solari, en un mensaje que citábamos más arriba, confesaba ser “un hombre de la psicodelia”. “No voy a exponer –decía– en éstas líneas lo que deja la experiencia lisérgica. Lo importante, lo desconocido y al mismo tiempo ignorado, es la transformación metafísica que se da en uno durante esa aventura. Desde allí creo que mi llegada a las gentes, se debe a simplezas que exhiben mis canciones mientras transportan emociones”. Más allá del Indio Solari, lo cierto es que en los recitales de rock se vive toda una “liturgia” malsana.
         He aquí otra descripción que nos ilustra este tipo de misticismo pagano con sus características pseudo espirituales:

      “¿Por qué se hacinan, se estrechan y se anudan muchachos y muchachas en los festivales de rock? La respuesta es simple, y seguramente ha sido expuesta antes que ésta… Los recitales son grandes actos litúrgicos, realizados en un tiempo y espacio sustraídos a sus funciones ordinarias, que tiene a los grupos o bandas como oficiantes y donde se consuma un sacrificio, a veces cruento, que apunta como objeto a los asistentes, catecúmenos y fieles. Los muchachos y muchachas amontonados, por vía del ritual –ritmo y letra salmodiada– y también de la cerveza, del empastillado, etc. que integran también a igual título de rito, entran en otro estado de conciencia donde el “yo” se suprime por el “nosotros”. Afuera del templo rockero y su ecúmene amuchada está el mundo ancho y ajeno de los viejos, el labro y la yuta. Los cancerberos que separan uno y otro universo son los “patovicas”, con los que suele haber chispazos y pugnas… La violencia sacrificial circular de que hablara René Girard está presente en el tope de nuestra vida civilizada. Sólo el cristianismo, decía Girard, puede poner fin a esa rueda sacrificial, desde el momento en que se funda en el sacrificio de un inocente. ¿Dónde está la liturgia que cierre los sacrificios, para oponer a las liturgias que los reabren constantemente y, lo que es peor, sobre un ara inútil? No tengo la respuesta, pero frente a toda esa sangre joven despilfarrada, me animo a poner la pregunta.”[22]

         Como podemos apreciar, efectivamente el mundo del rock tiene sus dioses, sacerdotes, oficiantes, fieles y no tan fieles, quienes van al “culto” por fervorosa espiritualidad y quienes van por pura moda. Hay catedrales con el escenario como altar, como los mencionados estadios de Obras, Huracán y River. Otros son algo mal vistos, cual una “heterodoxia”, como el Teatro Gran Rex. Existen procesiones numerosas, peregrinos, gentíos y multitudes abismales. Efemérides y un calendario propio, con fechas como el 30 de diciembre, y por supuesto que santuarios, como Cromagnon. La Ciudad Eterna del rock argentino no es otra que Buenos Aires, con sus suburbios, barrios y ambientes del rock callejero, del rock “chabón”. El sempiterno perseguidor y victimario: el “sistema”, los milicos, policías, yutas y botones. Herejías como el progresismo, lo “comercial”, el capitalismo, la represión y la dictadura. Virtudes como el “aguante”, la argentinidad “al palo”, etc. El consabido incienso de la marihuana y el acostumbrado alcohol que será consumido. Pero no habría religión, ni catedral, ni sacerdote, ni fiel, sin un sacrificio que lo justifique. “Sacrificio y Rock and Roll”, es el título de una conocida canción. He ahí la sangre derramada en los festivales, he ahí los “mártires” de Cromagnon, con la inocencia propia de un santo. Y claro, toda una corte celestial: con Che Guevaras, Pappos y Spinettas, con Hendrix, Elvis y Lennon, pero también otros que son santos en vida. Pero algo se nos olvidaba… en esta religión también hay “colecta”, aunque queden en los bolsillos de unos pocos, de algunos reyes.

Concluyendo

         Pero volvamos al Indio Solari y las trágicas noches como para cerrar nuestro comentario. ¿Cómo, entonces, no van a existir  muertes? Debemos decirlo sin más: esto no va a detenerse porque se ponga seguridad, logística, innumerables salidas de emergencia, baños, agua y demás. No. Mientras exista el rock habrá muerte, más o menos trágica y sangrienta, más o menos numerosa, más o menos recordada. Mientras exista el rock habrá descontrol, drogas, violencia y libertinaje. Estas cosas vienen de la mano, en el “paquete”. Nos preguntamos nosotros, intentando despertar algunas mentes y cabezas dormidas: ¿alguno advirtió la explícita invitación al conocido “Personal Fest” de este año 2017, que se trasmitió en todos los medios de comunicación, a toda hora? ¿Nadie tomó conciencia de las palabras? ¿Cómo se pretende que no hayan muertes cuando se invita a vivir «las excentricidades, los excesos, los vicios y el descontrol»?
         A una semana del último episodio trágico debemos preguntarnos: ¿Cómo pretendían que terminara un show de trescientos mil almas estupidizadas, drogadas, alcoholizadas, exaltadas? El recital, la “misa ricotera”, terminó con dos canciones emblemáticas como “canto de salida”, “Ji, ji, ji” –el himno ricotero por antonomasia y la canción del pogo más grande del mundo–, y “mi perro dinamita”. En efecto, explotó el concierto con la dinamita final y se cumplieron las palabras de aquél  himno:

“El montaje final es muy curioso,
es en verdad realmente entretenido.
Vas en la oscura multitud desprevenido
tiranizando a quienes te han querido…
No lo soñé, ehhhhh…
Ibas corriendo a la deriva…”

         Ya lo dijimos y no nos cansaremos de repetirlo. Ni el fenómeno contracultural del boliche y la discoteca, ni la avalancha arrolladora del rock, ni las “santas diablas”, ni los “reyes indios”, ni las “misas ricoteras”, se entenderán y comprenderán si no se los lee a la luz de la Revolución Mundial Anticristiana, como producto, subproducto e invención de este largo proceso decadente. No se los puede abarcar, no en esencia, si se limita la explicación al negocio millonario que existe detrás; si no se explica que el Rock, como dijera el Cardenal Ratzinger alguna vez, es “fundamentalmente opuesto a la idea del cristianismo y de expansión y de libertad”. Pero mientras más nos alejemos del verdadero fundamento de nuestra cultura, de lo que hace a la cultura en el sentido más pleno (cultivo, culto), es decir, del Dios encarnado y hecho hombre, de la verdadera Religión; mientras nos volvamos más cosa y menos hombre; entretanto dejemos el amor por la Belleza y admiremos el caos y la desproporción; mientras sigamos a los ídolos del mundo y no a los héroes de cielo y tierra; mientras tanto, no dejaremos de llevarnos una que otra sorpresa, mes a mes, año tras año, moda tras moda, de generación en generación y así por los siglos.



Eduardo Peralta.
San Juan, 19 de marzo de 2017, Solemnidad de San José.




 Todo siguió igual...
                                                                                                 



[1] Eduardo Peralta, Fiebre de sábado por la noche: o la contracultura del boliche, puede verse en: www.ccidentidadnacional.blogspot.com.ar/2016/02/fiebre-de-sabado-por-la-noche-o-la.html?m=1
[2] Descontrol y otra muerte joven en una fiesta con drogas y armas, en Clarin: www.clarin.com/sociedad/descontrol-muerte-fiesta-drogas-armas_0_SyAT8ixa.html
[3] Puede verse entre otras tantas, la explicación en términos generales que hace Lucas Carena, sobre la llamada “violencia de género” y el “femicidio”, como términos utilizados por el Feminismo en la denominada guerra semántica, en su artículo “Ni una menos/as” disponible en:  http://debatime.com.ar/lucas-carena-ni-una-menosas/ y en: http://ccidentidadnacional.blogspot.com.ar/2015/06/a-proposito-de-ni-una-menos.html
[4] “Revelan pruebas de que la masacre de Florencio Varela fue un crimen narco”, Cfr.: http://tn24 .com.ar/2017/03/revelan-pruebas-de-que-la-masacre-de-florencio-varela-fue-un-crimen-narco-/
[5] Ibídem.
[6] Es curioso que aquel hecho fue convertido en un símbolo de lucha contra la violencia manifestado en marchas y otros recitales. Tanto que en el año 2001 la Legislatura porteña declaró al día 19 de abril como Día contra la Violencia Institucional hacia los Jóvenes. “Ante la prescripción de la causa, en 2002 el expediente fue elevado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que condenó por primera vez a la Argentina por violaciones a los derechos humanos cometidas en democracia. La Argentina reconoció el hecho y la Corte Suprema de Justicia debió reabrir la causa”. Cfr. AA. VV., Buenos Aires y el Rock, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Bs. As., 2006, p. 154. Nota 19 al pie de página.
[9] Adriana Franco, Gabriela Franco y Darío Calderón, Buenos Aires y el Rock, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Bs. As., 2006.
[10] Ibídem, p. 163. Allí mismo se comenta: “Así, a finales de la década, el grupo –que en principio se negaba a tocar en Obras– desfiló por todos los sitios de mayor capacidad (Paladium, Cemento, los teatros Fénix y Bambalinas, Airport, Satisfaction, Halley) hasta que finalmente, en diciembre de 1989, no le quedó otra alternativa que pasar por «la catedral del rock», que en poco tiempo también le resultó insuficiente y conflictiva. Comenzados los años noventa el grupo debió incluso “experimentar” con lugares alternativos o atípicos, como parque Sarmiento (1990), Autopista Center (1991) o el Centro Municipal de Exposiciones (1992). Tras este último show, sin resultados positivos, Poli, mánager del grupo, empecinado en la producción independiente, declaraba a la revista Humor N° 328 que «ya no existen lugares para tocar»”.
[11] Ibídem, p. 166.
[12] Enrique Simms, El Rock ya se secó, citado por Guillermo Rojas, De Patagones a Cromagnon: progresismo y subcultura rock, Editorial Santiago Apóstol, Buenos Aires, 2006, p. 210-211.
[13] Cfr. La Cruz Redonda, en www.mundoredondo.com . Citado por Guillermo Rojas, De Patagones a Cromagnon, op. cit., p. 211-213.
[14] También fueron acusados los productores Marcos y Matías Peuscovich, Julio y Carlos Carfi, entre otros. Cfr. http://lmdiario.com.ar/noticia/10744/el-indio-solari-fue-denunciado-por-lavado-de-dinero-y-evasion-impositiva
[15] Cfr. Guadalupe Oliverio, La misa ricotera y un pastor empresario, en: www.laizquierdadiario.com/La-misa-ricotera-y-un-pastor-empresario
[16] Cfr. De Patagones a Cromagnon, op. cit., p. 187-188.
[19] Ibídem. En la entrevista se le pregunta a Boimvaser sobre la relación con el kirchnerismo. Pero en esto critica duramente a Solari: “No comparto absolutamente nada. Él puede hacer lo que quiera, yo no soy kirchnerista. Como me dedico al periodismo de investigación, conozco los trapos sucios y las inmundicias de los doce años de kirchnerismo que tuvimos. Eso, a lo mejor, el Indio no lo conoce. Como cuando le mandó una carta a Cristina… y la felicitó por haber luchado contra las corporaciones. Las peores corporaciones se instalaron en Argentina gracias a Cristina. Barrick Gold, que arrasa, ensucia y contamina el terreno; Chevron en materia petrolera, echada hasta de Ecuador por contaminación; y Monsanto, que nos envenena con sus agroquímicos y su porquería. Esas tres entraron al país de la mano de los Kirchner”.
[21] Luis Roldán, Manifestaciones de un Neopaganismo esotérico, en Cursos de Cultura Católica, Vol. VII (“Ateísmo Contemporáneo”), UCA, Buenos Aires, 1989, p. 128-145.
[22] Luis María Bandieri, Tristes liturgias, masivos sacrificios. También lo trae Guillermo Rojas en las páginas 303 y 304 de su obra ya citada.

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