martes, 9 de julio de 2019

LIBERTAD ¿PARA QUÉ?: "¡MALDITA SEA TAL LIBERTAD!"


“La independencia no puede ser el bien supremo y absoluto de la nación, ni su primer bien. La independencia puede, sin duda, ser una condición decisiva de su más hermoso desarrollo. (…) La independencia puede, incluso, ser una condición indispensable para que sobreviva la nación. Pero no es ni puede ser la razón suprema y decisiva de la existencia profunda y del bien real de la nación. Esto es evidente para quienes creen en la existencia de un orden natural de las cosas.”
(Jean Ousset)


                “Libertad, libertad, libertad…” Numerosas veces escuchamos frases o discursos que traslucen la miopía histórica y hermenéutica de la gran mayoría de quienes creen saber lo que sucedió en tiempos de la Independencia y lo que significó realmente. Es por ello que abunda al respecto la confusión o el error. No vamos a detenernos para analizar esos pormenores. Permítasenos, mientras tanto, poner en relieve algunas palabras poco conocidas o, quizás, omitidas por designio voluntario, del General San Martín; a quien cabe el mote de “Libertador”.
                En abril de 1816 afirma: "¿Hasta cuándo esperamos nuestra independencia?”. Y tan solo una semana después de la declaración de la Independencia en Tucumán el General le expresa a Godoy Cruz, quien fuera entonces diputado por Mendoza ante el Congreso: “Ha dado el Congreso el golpe magistral, con la declaración de la Independencia. Sólo hubiera deseado, que al mismo tiempo hubiera hecho una pequeña exposición de los justos motivos que tenemos los americanos para tal proceder”. Quizás ello hubiese atenuado al menos la confusión histórica.
                Pero más que la confusión o desviación en materia histórica nos duele también la desdicha moral que asola sobre la Patria, debemos reiterarlo. Quizás puedan servir de auxilio las palabras del mismo San Martín, quien en una misiva del 1° de febrero de 1834 a su amigo Tomás Guido, sostiene palabras conmovedoras e incisivas. Allí se denuncia la “liberalidad” de los principios y las calamidades producidas. “¿Qué importa que se repita hasta la saciedad que vivo en un País de Libertad, si por el contrario se me oprime?”. Es imposible no leer la epístola sin dimensionar lo que sucedía por entonces, pero también lo que sucede en nuestros tiempos.
                “¡Libertad! Désela V. a un niño de dos años para que se entretenga por vía de diversión con un estuche de navajas de afeitar, y V. me contará los resultados”. Es un vicio de la sociedad actual el prodigarle derechos que no tiene y concederles perniciosos pasatiempos a nuestros niños. Todo en nombre de la mentada libertad. Libertad para elegir, para no ponerles límites en la educación familiar ni en las horas escolares. No sólo se les da la navaja a los niños, sino que se los intenta apuñalar por sus espaldas con ideologías malsanas.
                “¡Libertad!, para que un hombre de honor se vea atacado por una prensa licenciosa, sin que halle leyes que lo protejan y, si existen, se hagan ilusorias”. Sabemos que el hombre justo, la persona honesta, tarde o temprano terminará sintiendo el peso del yugo de una prensa vendida y comprada por el enemigo; siendo víctima de leyes inicuas y contradictorias.
                “¡Libertad!, para que se me dedico a cualquier género de industria, venga una revolución que me destruya el trabajo de muchos años y la esperanza de dejar un bocado de pan a mis hijos”. Generaciones pasan con sus enormes sacrificios cotidianos y la revolución de las costumbres, de los principios éticos, del orden social, socava nuevamente, una y otra vez, el Bien Común de la Nación.
                “¡Libertad!, para que se me cargue de contribuciones a fin de pagar los inmensos gastos originados porque a cuatro ambiciosos se les antoja por vía de especulación hacer una revolución y quedar impunes. ¡Libertad!, para que sacrifique mis hijos en disensiones y guerras civiles”. Víctimas de una economía que premia al injusto y condena al trabajador. Esclavos económicos fluctuantes del liberalismo o del marxismo, vemos el constante accionar del Poder Internacional del Dinero.
                “¡Libertad!, para verme expatriado sin forma de juicio y tal vez por una mera divergencia de opinión. ¡Libertad!, para que el dolo y la mala fe encuentren una completa impunidad, como lo comprueba lo general de las quiebras fraudulentas acaecidas en ésa”. A nadie se le ocultan las “quiebras fraudulentas” de nuestros días, ni mucho menos la mala fe impunemente deambulando por los rincones de los ministerios nacionales, entre tantos lugares. Ser expatriado en la actualidad puede ser también ser víctimas del “despatriamiento”, de la negación de la Patria tal cual fue fundada. Significa ver oculto el brillo fe los fulgores primeros, detrás de los dogmas liberales ponderados en los manuales de historia.
                “Maldita sea tal libertad, no será el hijo de mi madre el que vaya a gozar de los beneficios que ella proporciona”. Nuestros hijos deben ser protegidos de los que amparados bajo la bandera de los derechos y de la libertad, promueven el más extremo libertinaje. Los “beneficios” de la libertad mal entendida no son otra cosa que el vandalismo y atropello hacia los principios éticos y de la moral cristiana. Son la negación del Decálogo, la amputación del Orden Natural.

                Finalmente nos queda meditar en el final de la carta que venimos mencionando. Dice San Martín que estos males permanecerán “hasta que sea establecido un Gobierno que los demagogos llaman TIRANO, y me proteja contra los bienes que me brinda la actual libertad”. Y dice luego que “el hombre que esetablezca el orden en nuestra Patria: sean cuales sean los medios que para ello emplee, es él solo que merecerá el noble título de libertador”. Nótese que se utiliza el término “llaman”, no “llamarán”. Esto es así dado que el mandato al que se refería el General no era otro que el de Juan Manuel de Rosas, quien luego reafirmaría su mandato a partir de 1835. No es una novedad que el Brigadier General fuese tildado de “tirano”, entre otras cosas. Sin embargo es preciso recordar que el “Restaurador de las Leyes” fue quien restituyó los bienes a la Iglesia, pero sobre todo, quien afianzó el orden de las costumbres y de la moral basadas en la buena Fe y en una Santa Causa. El reconocimiento por su desempeño en la defensa de la Soberanía también le valió que San Martín le otorgase el sable que lo acompañó en toda la campaña libertadora. Después de su derrota vendrían nuevamente a nuestro suelo los hermetismos cipayos de las logias y de los “organizadores nacionales”.
                Es aquél hombre a quien todos llaman tirano quien afirmaba que “la filosofía política y moral se extraviaría confusamente sin la luz inefable de la Fe y el fervor de la caridad cristiana”[1]. Es quien advertía que “hay que estar vacunado contra la enfermedad política que se llama Revolución, cuyo término es siempre la descomposición del cuerpo social”[2]. Es, por último, quien repulsa a “los que profesan ideas falsas, subversivas de la moral o del orden público”[3], porque se preguntaba: “¿Es que se quiere acaso vivir en la clase de la licenciosa tiranía que llaman libertad, invocando derechos primordiales del hombre, sin hacer caso del derecho de la sociedad a no ser ofendida?”[4].
                ¡Cuánta actualidad tienen estas palabras!
                Sigamos pensando la Patria, sigamos obrando en su favor para que no sea diezmada por el libertinaje y el liberalismo corruptor.
Eduardo Peralta.
9 de julio de 2019.




Mensaje especial del martes 9 de julio de julio de 2019.
"La Batalla del Amor”, Ola Celeste San Juan – FM 87.9 Radio Madre de Dios).
Programación: martes, 21 hs. Repetición: sábados 12 hs.
En vivo: 
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Instagram: @olacelestesanjuan
Teléfono: 264 – 5093650


 

[1] Carta a Guillermo Brent, del 11 de febrero de 1846.
[2] Carta a Josefa Gómez del 5 de agosto de 1868.
[3] Carta a Josefa Gómez del 12 de mayo de 1872.

[4] Carta a Josefa Gómez del 17 de diciembre de 1865.

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