“Sangra
tu famoso y sexy corazón,
todos
lo van a saber por la TV…
Éste
es tu último show y estás tan ciego.
Vos
tenías grandes planes hasta ayer
y
no queda nada palpitando en vos…
Acabado,
ya sos nadie.”
(Indio Solari, “Un par de fantasmas”)
“Hey!
¡¿Qué te pasa Buenos Aires?! No es con vos.
No
es la ‘Techno’, ni el Rock.
Es
tu parte que vos no conocés.
Cuidado, la conozco yo…”
(Fito Páez, “El diablo de tu corazón”)
Finales
trágicos
Al
tiempo en que desarrollamos un estudio sobre la música, y en el momento en que
nos disponíamos a realizar un breve recuento de algunos episodios en donde la
fiesta y la tragedia se unen sin más; es entonces cuando aparece ante nosotros
la noticia sobre lo acontecido el pasado sábado 11, en Olavarría, provincia de
Buenos Aires. El trágico suceso –no tan trágico según algunos– está hoy en boca
de todos. En estos días quien no habla del Indio Solari al parecer no tiene rating.
Hace
un año escribíamos un pequeño artículo (ver aquí) o nota sobre el fenómeno de la discoteca
y el boliche[1]. Allí advertíamos sobre
algunos peligros y consecuencia de esta “contracultura” y llamábamos la
atención desde las nomenclaturas de los centros bailables hasta el peligro
inminente y creciente del alcohol y las drogas de diseño. Pues bien, en el
transcurso de un año no se han ausentado
de las noticias este tipo de eventos. Traigamos a la memoria al menos las más
relevantes, sin mencionar aquellas en las que no hubo muertes.
Time Warp |
Quizás
el episodio más recordado del 2016 sea el de la fiesta electrónica Time Warp, en Costa Salguero (sábado 16
de abril), donde la protagonista fue la famosa pastilla “Superman”, que no es
otra cosa que éxtasis, que se llevó
la vida de cinco jóvenes entre 20 y 25 años. Otros cinco fueron internados en
estado crítico por intoxicación. En la fiesta,
de la cual se cree que hubo más de 20 mil personas, se montó un sistema de
venta de drogas, hubo baños colapsados, ventilación nula, altas temperaturas,
etc.
Meses
más tarde, el 21 de septiembre, fecha que no podía quedar excluida y en la cual
abundan los festejos primaverales y “estudiantiles”, en Moreno, provincia de
Buenos Aires, muere un joven de 19 años y varios resultaron heridos. Fue en la reunión
clandestina “Proyecto XXX”, llamada así por una película sobre una fiesta de
excesos. Al consumo de alcohol y estupefacientes se le agregó en esta ocasión,
armas de fuego y armas blancas. Anteriormente, en las redes sociales circulaban
mensajes que decían “pobres los que vayan
a la Proyecto XXX, van a terminar todos robados y muertos”, “es una trampa y van a matar a todos”, “eso
va a ser la tercera guerra mundial”. Y así fue, la víctima muere de un
balazo a doscientos metros de la quinta destinada para la fiesta. El festejo
fue organizado por tres jóvenes “tarjeteros”. Se cobraba una entrada de 30 o 40
pesos y alguna bebida alcohólica que debía estar en botellas plásticas. El
lugar se alquiló por 4 mil pesos, para hacer un supuesto cumpleaños para 150
personas. Lo cierto es que se contaron más de seiscientas personas entre las
que había chicos de 13, 14 y 15 años. Los testigos relatan:
“En la puerta no nos revisaron las mochilas
ni las carteras, podíamos entrar con cualquier cosa. A ellos sólo les importaba
que no entráramos con botellas de vidrio, después si yo tenía un arma en la
cintura daba igual”.[2]
“Fue todo un descontrol, corridas y gritos
por todos lados. Tiros y cuchillos, parecía una película de guerra, fue
horrible”.
“…vimos cómo robaban y apuñalaban. Vi chicos
tirados en el pasto ensangrentados, chicas que lloraban de miedo, todo fue un
caos, lo que pasó fue de terror.”
Sin embargo, era otra muerte anunciada en una fiesta en que la consigna era llevar armas
y drogas. Una de las invitaciones decía: “¿Querés
matarte y no sabés cómo? Vení a Proyecto XXX”.
Al mes siguiente, el viernes 28 de octubre, se llevaba a
cabo una fiesta privada de disfraces para conmemorar Halloween, a 18 kilómetros
de San Salvador de Jujuy. Durante la mañana siguiente fue encontrada sin vida
una adolescente de 17 años producto de una broncoaspiración como efecto del
alto consumo de alcohol y drogas.
Para cerrar el año, el 31 de diciembre se realizó un festejo
en el boliche “Punta Stage”, de Arroyo Seco, donde muere una joven de 20 años
que se descompensó víctima del consumo; y otro de 34, mientras dormía luego del
festejo de año nuevo, sufrió un paro cardiorespiratorio. Casi un mes después,
el 28 de enero, un cóctel de drogas y alcohol resultaba letal para la joven
Lourdes de apenas 16 años en Venado Tuerto. En este caso no hizo falta la
discoteca, fue en una de las tantas “previas”. La pregunta que sólo algunos se
hacían es qué estaba haciendo una chica de 16 años en una previa, dado que si es menor de edad, se entiende que no podría
ingresar a algún boliche. No debía, mejor dicho.
Santas
diablas
Casi
finalizando la lista tenemos la famosa y reciente “masacre de Florencio Varela”
(11 de febrero), donde atacaron por la espalda a cuatro chicas que salían de bailar
del boliche conocido como “Santa Diabla”.
Dos de ellas murieron, de 16 y 17 años, las otras (15 y 16) salvaron su vida.
El hecho fue rotulado de forma inmediata por la prensa como “femicidio” o
“doble femicidio”, de modo que las chicas murieron “por violencia de género”[3].
Sabemos muy bien la carga ideológica que este rótulo conlleva y que el
asesinato como tal nada tuvo que ver con ello. Estos rótulos quitaron del foco
de visión algunos interrogantes como: ¿qué
hacían cuatro menores de edad saliendo a las 6 am del boliche Santa Diabla?,
¿acaso las mataron por un odio misógino hacia la mujer?, ¿por qué ellas y no
otras (u otros)?
Hoy sabemos bien que el motivo de estos asesinatos no fue un
odio machista y patriarcal contra menores que resultaban ser más santas que diablas.
En un comienzo las miradas se dirigían hacia un hombre (Luis Weiman) 20 años
mayor que una de las víctimas (Sabrina, 16), con la cual habrían terminado una
relación afectiva, y quien “despechado” las asesinó. Pero no fue así. Y esto lo
niega y declara el mismísimo padre de Sabrina, quien por sus propios medios
decidió ir al fondo de la cuestión denunciando la complicidad policial. Así, el
rótulo cambió y se dijo que fue un “crimen narco”.
¿Qué sucedió al final? Ismael Barrientos, padre de Sabrina, hizo
algunas declaraciones que hasta donde sabemos todavía no figuran en el expediente
que corresponde:
“Cuando salieron del boliche Santa Diabla,
mi hija no tenía mochila. Tampoco la llevaba cuando le dispararon. Sin embargo,
uno de mis hijos afirmó que cuando fue a la comisaría estaba la mochila. La
única forma que pudo llegar hasta allí es que el asesino o algún cómplice la hubiesen
llevado”.
“Antes de ir a Santa Diabla un muchacho
que se llama Brian pasó a buscarlas y las llevó en auto a Ezeiza para que
entregaran un paquete. Brian, un tal Adrián y su novia reclutan a menores para
que lleven droga a los boliches. Como son inimputables, si las detienen no
están más de cuatro horas presas y no pasa nada. Por eso los narcos las usan
como mulas”.[4]
Se
ve entonces, que ni es un caso de “violencia de género”, ni de despecho
amoroso. Más todavía: no era la primera vez que las menores se relacionaban con
cuestiones “non sanctas”. El 28 de agosto pasado Sabrina
“fue llevada detenida a la comisaría. Fue la
única menor que los policías apresaron cuando allanaron la parrilla donde se
había realizado una fiesta clandestina. Como ella era menor, Adrián y Brian le
dieron los 20.000 pesos que habían recaudado por las entradas y otras cosas.
Así las captan en esa zona de Varela; así ella conoció ese vínculo de mierda de
abusadores que manipulan a las chicas y las llevan a boliches donde entran
menores y las usan para meter droga.”[5]
Hasta
aquí la nómina de los episodios más notorios del año, sin mencionar en los que
no hubo fallecidos. Hay elementos comunes en todos ellos: drogas, alcohol,
lucro, dinero, baile, música, muerte, etc. Otra nota de color que confirma aquello de la fiebre del sábado, es que o las muertes
o las fiestas –a excepción de aquella del día de la primavera– se consumaban un
día sábado. Pero claro, eso es puramente anecdótico.
La Colmena
El
11 de febrero se efectuaba la masacre en Florencio Varela. Al mes siguiente, el
11 de marzo, morirían dos jóvenes en La Colmena,
el gigantesco predio ubicado en Olavarría, Buenos Aires.
A
una semana del hecho, todos conocemos lo que sucedió. Un recital con más de
trescientas mil personas –se calcula que el total de los allegados a Olavarría
fue de 500 mil–, terminaba o, mejor dicho comenzaba, con dos muertes. Puesto
que cuando Carlos “el Indio” Solari retomaba el recital luego de haber hecho la
primera interrupción registrada por las cámaras y difundidas por los medios de
comunicación, aunque no lo sabían, los muertos ya estaban en el hospital. Se
sabe que el primero de ellos, Javier León de 42 años, fallece por una trombosis
cardiopulmonar, sin lesiones de aplastamiento. El segundo, fallecido por el
consumo de drogas en medio del gran pogo, fue Juan Francisco Bulacio de 36
años, cuyo apellido sugiere un paradójico y enigmático recuerdo. Puesto que en
1991, en el recital que brindaran los Redonditos de Ricota, la policía detuvo a
decenas de jóvenes que esperaban para entrar, entre los cuales estaba Walter
Bulacio, quien falleció por un derrame cerebral causado por una golpiza que recibió
por la revuelta y por los policías[6].
Otra víctima fue Luis Ayala, de Paraguay, quien asistió al recital y apareció
ahorcado con una soga la tarde del domingo.
El
contexto era único. Un año atrás Solari anunciaba en el masivo recital de
Tandil que “Mr. Parkinson” le estaba “pisando los talones”. Allí marcaban un
récord: 200 mil personas. Aunque no por mucho tiempo, claro. Un año se cumplía
de aquello, 26 años habían pasado de la muerte de Bulacio, y otros 20 de que el
recital de “Los Redondos” fuera suspendido, también en Olavarría (1997), a
causa del temor de las autoridades a los desmanes que pudieran ocurrir. En
aquél momento el enojo furioso de algunos fans que ya habían llegado al lugar,
desencadenó en varios desmanes y destrozos. Esto llevó a que la banda diese una
histórica conferencia de prensa, la única que dieron.
También
aquí, en la Colmena, la muerte estaba
anunciada. “Si aquí no muere nadie, es de
pura casualidad”, le decía un joven a otro antes del recital. Y uno de los
biógrafos del Indio, Marcelo Frigueras, declaró a radio Del Plata:
“Viví el recital sufriendo mucho. Estando a
un costado del escenario, yo veía esa montonera que el Indio vio y lo llevó a
parar inmediatamente el recital. Había un grupo grande de chicos en un sector
pegado al escenario que parecían muy tambaleantes, con un movimiento muy
vacilante, medio imparable. Armaban un remolino que no paraba. Y el temor era
que alguno de ellos se fuera desplomando y lo pisen los otros. Se sufrió mucho
todo (…) durante todo el concierto seguimos mirando ese sector, temiendo que
volviese a pasar”.
“(…) Yo
tenía el temor desde antes y el
Indio lo intuía también. Por eso estuvimos hablando con la gente para que
tuviese cuidado. Había una especie de caldo que se estaba armando como para
tratar de explotar cualquier cosa que pudiese llegar a pasar.”[7]
Un
testimonio contundente permite ver lo que sucedía y se vivía en el ojo de la
tormenta. “Cafu Ricota” cuenta que vio a un hombre morir, el cual se infiere
que es Bulacio:
“estaba en el pogo y un loco empezó a
convulsionar, tiritaba en el piso mientras todos lo pisaban. Éramos varios
queriendo sacarlo, nos pisaron, golpearon, asfixiaron y seguimos ahí sacando
gente casi muerta… El chico que cuento de las convulsiones lo vi morir a mi
lado. Yo hice mucho para sacarlo. Y esos 15 borrachines que nombró el Indio,
éramos 15 chabones exponiéndonos a la muerte para sacar a mucha gente que no
aguantaba”. “No sé cómo se llamaba, ni sé si era buen chabón, ni quién es su
madre, ni de dónde era, pero en mi interior le pido perdón porque me miraba
esperanzado de que lo salve mientras se mordía la lengua y tiritaba. Hasta que
los pisotones ya no le hicieron más nada, hasta que sus ojos estaban vacíos”.
“Tenemos un Bulacio que mató la policía y ahora tenemos un Bulacio que matamos
nosotros”[8].
Son
varias las cuestiones que se disparan como interrogantes o dignas de alguna
reflexión, pero consideremos sólo dos de ellas: el fenómeno multitudinario que
rodea al Indio Solari y la violencia que inevitablemente se presenta adjunta.
La
marea de gente que convoca este personaje no es algo nuevo, ni producto de una
moda “comercial”. Es de hecho una marca registrada en la historia del músico.
El crecimiento del público ricotero se ha dado a la par del crecimiento de los
festivales multitudinarios de música rock de nuestro país. De tocar en bares y
sitios pequeños los protagonistas principales del rock han pasado a escenarios
emblemáticos y míticos como el estadio de River Plate, Huracán (ellos lo inauguraron
en 1993), o quizá el más legendario, y conocido como la “catedral del rock”, el
estadio de Obras.
En
el escrito Buenos Aires y el Rock[9],
se desarrolla este tema con detalle. Los Redondos resultan ser cruciales a este
respecto. El espacio, entonces, para el rock “nacional”, fue quedando cada vez
más escaso, teniendo que recurrir a lugares cada vez más amplios. De hecho en la
obra que citamos, se afirma que no es casual que la mayoría de los más grandes
espacios destinados a recitales hayan sido utilizados por los Redonditos de
Ricota, “un grupo cuya trayectoria está signada por la problemática de la falta
de espacios adecuados para realizar recitales: desde antes de publicar su
primer disco (Gulp!), hasta su último show (2001) su convocatoria no dejaría de
crecer”[10]
[escrito en 2006]. Tal es así que los últimos diez años de su existencia, lo
dedicaron “a intentar soluciones, tan diversas como imaginativas, al problema
que planteaba la organización de shows de manera independiente tanto de las grandes
empresas productoras de espectáculos como del Estado”[11].
Este
fenómeno de masividad va de la mano con la otra cuestión, la violencia
desatada. Hay que decir que Solari tiene en su historial como ídolo de masas
otros episodios inquietantes. En junio de 1998, por ejemplo, hicieron una
presentación en Mar del Plata en el que se hicieron presente, desde incendios
de autos y patrullas policiales, hasta saqueos de negocios, “represión”,
heridos, etc. Todo causado por los fanáticos que no podían ingresar al recital
por distintos motivos. En el 2000 se presentaron en el estadio de River. Los disturbios
duraron dos días. Borrachera, droga, armas, barras bravas, peleas y batallas
campales… No faltó nada. Ni la muerte. Un joven murió en el hospital habiendo
sido apuñalado reiteradas veces. Se supo que era un delincuente recién salido
de la cárcel. También en esta ocasión el “Indio” interrumpió el recital por
unos minutos, pero todo fue en vano.
Amén
de recomendar su lectura para ayudar a comprender de algún modo el fenómeno del
Rock, especialmente su manifestación en Argentina –y no sólo ello sino lo que palpita
detrás de estas tragedias–, además de eso, decimos, traemos a colación algunos
testimonios recogidos por Guillermo Rojas en su obra De Patagones a Cromagnon. La cual fue publicada en 2006 cuando parecía
no terminar de caer las cenizas de la tragedia del recital de Callejeros, ni se
olvidaba del todo la jornada negra en Carmen de Patagones, en el que el pequeño
“Junior” tomaba el arma y asesinaba sin más a sus compañeros. Allí Rojas
menciona y analiza lo que rodea a “Los Redondos” y al Indio Solari. Aunque,
claro, la banda estaba disuelta y Solari había dejado de tocar. Había dejado su
puesto de Patricio Rey o de “Porco Rex”, y todavía no vislumbraba su nueva
carrera como solista que en la cual sus secuaces no serían “redondos” ni “de
ricota”, sino fundamentalistas del aire
acondicionado.
Entre
tantos testimonios Rojas trae a cuento las afirmaciones de Enrique Simms, quien
entre otras cosas se refería a la conjunción masa-violencia, dando su propia
explicación:
“Yo creo que ellos siguen haciendo recitales masivos solamente por una ambición económica…
Yo creo que al no darle una dirección a la violencia de la gente, la violencia
estalla entre la propia gente. Hay dos tipos de violencia, una entre ellos y
otra la del enfrentamiento con la policía. Esta última yo creo que también ha sido siempre responsabilidad de la banda
desde la muerte de Bulacio, cuando es muerto un invitado a la fiesta que
vos convocás.”
“(…) Los
Redondos concitan a la gente desde un lugar todavía violento y, quizás
todavía, ambiciosamente en el lugar de los sueños, pero que no da más que esa
miserable violencia intraespecífica, que yo insisto que es la peor
manifestación que puede generar un evento…”[12]
Mención
aparte merecen las afirmaciones de los mismos “ricoteros” que admiten no sólo
la existencia de drogas y alcohol en sus recitales, sino también la violencia.
Luego de cada aceptación hay una justificación. Sí, hay alcohol… sí, hay
drogas… pero, en otros lugares
también los hay y nadie se rasga las vestiduras. Hay droga y violencia en
boliches y canchas de fútbol, en círculos de poder y políticos, etc. Lo cual
también es cierto. Pero extraigamos y quedémonos ahora con lo primero:
“«En los
recitales de Los Redondos hay droga», escupen los periodistas pacatos de
nuestros medios de información.
Los Redonditos decimos que sí, hay droga
(…).
«En los recitales de los Redondos corre el
alcohol», susurran voces anónimas.
Los Redonditos decimos que sí, que corre
el alcohol en todas sus formas: tetra briks, envases cortados, latas, termos, y
cualquier otro elemento que sirva para almacenar un poco de vino, cerveza,
algún licor y quizás whisky para algunos privilegiados (…)
«En los recitales de los Redondos hay
forajidos y ladrones», dice el gallo malo (…)
Los Redonditos decimos que sí, que hay
forajidos, hay ladrones, hay trolos, hay lesbianas, hay paralíticos, hay
familias, hay gente de 12 a 60 años (…),
hay chicos y chicas, y también hay gente normal… (sic)
(…) Por supuesto que te meten mano en los
bolsillos, hay pungas y rateros, seguramente habrá alguno que cargue con alguna
muerte encima y también debe haber gente en estado de inocencia pura.
(…) «En los recitales de Los Redondos
siempre hay disturbios» dicen los medios alarmados y alarmistas.
Los Redonditos decimos que sí, que suele
haber hechos de violencia.”
El
estrambote del final es contundente:
“Basta de ser hipócritas. Todos sabemos que
Los Redondos venden. Y los periodistas, burdas marionetas mediáticas, buscan
trepar a través de cualquier noticia, no importa si es una muerte o un recital
de rock. Ellos quieren ser el centro de la escena y viven en función de
lograrlo.”[13]
En
la Colmena la marea de gente tuvo que
salir por el único lugar de escape, lo que obligó a muchos a trepar las salidas
tapiadas de los costados, y llegar a calles sin salida, teniendo que
abalanzarse sobre las casas ante el empuje de la gente. Allí, por supuesto, las
corridas y embestidas, atropellos, golpes y heridos por doquier. Lo que todos
ya hemos escuchado y visto en imágenes.
Reyes Indios
Por
supuesto que a nadie se le escapa el hecho de que el recital más grande que
tuvo la historia del rock generó dinero por millones. Pero esto no se acaba en
el Indio Solari, quien cuenta con distintas propiedades invaluables, avión
privado, su propio equipo logístico con un centenar de personas y lujos
impagables. Como siempre vuelven a brotar de los interrogantes, las paradojas
que se aplican a todo el rock. Quien siempre se manifestó en contra del
Sistema, tomando la bandera revolucionaria de “Oktubre”, etc., ahora resulta
ser el rockero más rico del país. De esta manera, el mismo que en abril de 2014
recaudaba más de 30 millones “limpios” y se negaba a pagar la tasa municipal,
ahora resulta denunciado por lavado de dinero y evasión fiscal[14]. Estoy en un lugar protagónico que me excede,
dijo días antes del recital. Sin embargo, lo que le excede es otra cosa, otro
tipo de papel.
Parecen
hablarle a gritos sus propias canciones al cacique Solari. Aquella que reza “sospecho que esta vez me toca pagar a mí
toda la puta fiesta”, curiosamente llamada “Tsunami”, o aquella otra que
dice: “¿Y cuánto vale dormir tan
custodiado / de expertos cínicos y botones dorados? / ¿Y cuánto vale ser La
Banda Nueva / y andar trepando radares militares? (…) / ¿Y cuánto vale tu
estómago crispado / y tus narices temblando por el miedo? / ¿Y cuánto vale todo
lo registrado / si el sueño llega tan mal que te condena?” / “¿Y cuánto valen
todas tus enfermeras / Y tus temblores de moco super caro?”.
¿Cuánto
valen?
“Vamos por partes. El predio fue
alquilado a $300 mil por la productora. Es decir, que para cubrirlo necesitaron
1 peso por persona que fue. La entrada salió $800. El resto del cálculo, que es
la tajada que se llevan estos empresarios (disfrazados de productora, músico y
gobernador), les pido por favor que lo hagan ustedes.”[15]
Los hechos siempre confirmarán que el espíritu
“antisistema”, no es otra cosa que una falacia atroz. Como afirma Guillermo Rojas,
es “una mentira más del mismo sistema”.
“El sistema –señala– no se molesta por lo que el rock dice del mismo. No le
interesa, pues viene reciclando al rock desde hace ya décadas en su propio
beneficio, es más, lo fomenta, lo apoya y financia”[16].
Por eso es propio de una humorada de mal gusto o de una consecuencia
comprensible, que Solari, al mismo tiempo que se da el lujo de hacer un recital
por año, diga en el documental “Tsunami,
un océano de gente” (2016) –otra vez el título es sugerente–: “el escenario es el lugar más cómodo del
mundo que tengo para estar”.
Pero
permítasenos hacer una errata al
libro citado más arriba. Porque si bien Guillermo Rojas en la página 189
advierte que el caso de Los Redondos se asemeja al de los Beatles por la gran
fortuna que se puede hacer, en la página 210 distingue al conjunto del resto
advirtiendo que “jamás se prestaron a hacer política alrededor de los grupos de
izquierda ni de los núcleos residuales del castrismo, como han hecho otros.
Tampoco usufructuaron de relación alguna con la partidocracia como la mayoría,
por no decir todos, de los más importantes grupos de rock, que se han prestado
siempre en forma descarada a la publicidad directa o solapada de candidatos
electorales”. Pues bien, el tiempo dijo lo contrario y, ya no Los Redondos,
aunque sí el “Indio”, sería quien usufructuara de la partidocracia, la
izquierda y el castrismo residual al igual que el resto.
Es
por demás conocida la relación de simpatía y afinidad que tuvo y tiene Solari
con el Kirchnerismo. Días antes al recital de La Colmena se daba a conocer una “carta” que escribiera el líder de
la banda en la que intentaba “explicar
una vez más que no soy un militante”. “(…)
Nunca les ha interesado [a cierta gente] mi manera de actuar políticamente. Están convencidos de su mirada y de
sus actos, viéndolos como los únicos gestos posibles y efectivos para pulsear
con los eternos dueños del poder” (¡sic!). Asimismo decía haber acompañado “decisiones que tomó la administración
Kirchner… eso me ha transformado para muchos en la rata kirchnerista. Sin
embargo, mi manera de oponerme a los «círculos dominantes»… no llega a
transformarme en algo con similar poder”[17].
Pero
esto no es todo, quien niega ser un “militante” firmó una Solicitada bajo el
título de “Unidos en defensa de la
Democracia y el Bienestar del pueblo argentino”, en la que se manifiesta un
repudio a la situación del país como “producto de las medidas implementadas a
partir de la llegada al gobierno del presidente Mauricio Macri”. Sin más comentarios,
estos son algunos de los firmantes: Milagro Sala, Pablo Echarri, Dady Brieva,
Teresa Parodi, integrantes de Bersuit
Vergarabat y La Mancha de Rolando,
Máximo Kirchner, José Luis Gioja, Abal Medina, Julián Dominguez, los jueces
Luis Arias y Raúl Zafaroni, periodistas como María Seoane, Liliana López Foresi,
Julia Mengolini, etc. Por supuesto, con el apoyo incondicional de Madres y
Abuelas de Plaza de Mayo.
Bien
dice la canción del Indio Solari, que le obsequiara al líder de “Sumo”, Luca
Prodan:
“Yo tuve la mejor flor, la mejor de la planta más
dulce.
Pero no, mejor
no hablar de ciertas cosas…”
El crimen no paga, dice el dicho
popular. Aquí, a costa del crimen y el delito, se recaudan sumas incontables. En
La Colmena la “miel” se recolectó por
millones, tan sólo murieron un par del enorme enjambre –o como dice la canción,
“un par de fantasmas”–, y el abejorro
Rey se llevó el grueso de la “torta”
de ricota.
Misas ricoteras
Demás
está decir que todo lo que rodea el Rock excede a estos pocos párrafos y
probablemente excede lo que podamos escribir. Sin embargo queda algo por
rumiar, dado que mucho se ha dicho de esta “nueva misa ricotera”, o de que “la
misa terminó en tragedia”. Pero ¿de dónde viene esto de “misa”?
La
historia es menor, anecdótica, pero manifiesta de algún modo el sentido opuesto
a la religión que queremos explicar. O, más bien, la religión en sentido
opuesto que encarna el rock entero. Le corresponde a un periodista que sigue al
Indio Solari desde los primeros tiempos, Jorge Boimvaser. Exactamente un año
antes de la tragedia en Olavarría, el 11 de marzo de 2016, brindaba una
entrevista a Maximiliano Poter dedicada al tema ricotero. “No me imagino ningún escenario mío al margen de un escenario de los
Redondos; obviamente, con ellos arriba y yo abajo. Lugar donde tocaban, yo iba,
al punto que tengo encima más de 150 misas”[18],
decía. Este personaje en el 2000 publicó el libro titulado A brillar mi amor, que cuenta la historia de Los Redondos a partir
de relatos y testimonios de los fanáticos. Según él, contiene historias que
jamás se hubiese imaginado que pudieran pasar, “casi sobrenaturales, que no
tienen una explicación lógica”. Tienen “un enfoque metafísico, esotérico,
místico e, incluso, paranormal”.
Ante
la pregunta específica sobre la “dialéctica religiosa” que gira en torno a los
Redondos y del Indio, aquello de “religión ricotera”, “misas paganas” y “feligreses”, responde que es él mismo quien
empleó esa dialéctica. “Uso «feligresía», dice, porque no me gusta la palabra
«fan», el fanatismo para mí es irracional y todos los ricoteros sabemos por qué
estamos alrededor de este fenómeno”.
“La palabra «misa» viene de una historia que
me concierne directamente. Allá por el ochenta y pico, había empezado a salir
con una chica que solía quedarse a dormir en mi casa. Un día le dejé la llave,
comida en la heladera y le dije: «Acá tenés todo, me voy a ver a los Redondos».
Ella me decía que no fuera, que no la dejara. Y terminé contestándole: «Hoy hay
misa, y a misa no se falta». Me respondió que estaba loco, la puse en un taxi y
se fue. Después, conté esto en una mesa de borrachines y un periodista me dijo:
« ¿Así que vos dejaste a una mina por una misa, y la misa era un concierto de
rock? Eso yo lo escribo». Y, a partir de ahí, se comenzó a instalar la
palabra.”[19]
El
periodista al que se alude y quien escribió luego este episodio es Daniel Ares.
Hay que decir que aunque Boimvaser cambie algún elemento del relato cada vez
que cuenta la historia, no deja de ser verosímil que haya sido éste el origen
del término. En un reciente reportaje en el canal C5N, concretamente el 13 de
marzo, añadía otros elementos al diálogo:
“«Yo
me voy a ver a los Redondos, no te saqué entrada a vos porque suele haber
quilombo y no quiero que corras riesgo, y no quiero estar cuidándote porque
ninguno de los dos lo va a disfrutar». Entonces ella me dice «no me abandones».
Y le dije: «vos no te quedás del sábado
para el domingo porque vivís lejos y vos el domingo vas a misa. Cuando vos vas
a misa yo te respeto. Para mí ir a misa es ir a ver a los Redondos». Ella se
fue y no volvió más.”
Lo
que importa aquí no es el vocablo en sí o el origen del mismo, sino lo que ello
significa y representa. Pues bien, las distintas explicaciones que los mismos
fanáticos brindan nos permiten ahondar en lo primero. En principio se explica
como una “pasión”, un sentimento interno de pura adrenalina, algo muy visceral.
Es en definitiva inexplicable en simples palabras:
“No sé si pueda explicarles una pasión así,
que se desvela, que se lleva la cabeza. Es como intentar describirle a alguien
lo que es enamorarse, cuando nunca sintió el amor. Lo que sí está claro, es que
la misa ricotera es una experiencia única en el mundo, que reúne miles de
personas por año en los distintos pueblos del país.”
Como
dijimos, es inexplicable. Pero ¿por qué? Precisamente
porque es un sentimiento de religiosidad popular. Es una religión, y no estamos
usando metáforas. Una religión invertida, una pseudoreligión.
“Nadie
puede decir con certeza el motivo de la emoción masiva, por eso aparecen
respuestas abiertas de corte místico. “Misa ricotera” es el término que condensa
todos esos sentidos: el de la comunión, por ejemplo. Hay una previa que puede
durar días: las multitudes viajan hacia la ciudad ocasionalmente pactada como
si fuera un retiro espiritual o un encuentro (que de hecho lo es) envuelto en
mística”[20].
Hay
quienes han esbozado una explicación más profunda, valiéndose por supuesto de
lo evidente y observable. Y es que, lo repetimos hablando ya en términos que
abarcan el rock en su totalidad, es una religión. No es el momento para esbozar
una explicación sobre la relación de este tipo de música con el ocultismo y
adoración a Lucifer. De hecho, proponemos al lector leer las canciones de Los
Redondos por ejemplo, y verá de lo que hablamos. Enfatizamos aquí el estado de
misticismo que posee el rock and roll. Hace ya unos años el Dr. Luis Roldán
delineaba alguna de las características de la crisis cultural de nuestra época,
del ateísmo contemporáneo. Es así que clasificaba a la “cultura Rock”, como una
de las tantas manifestaciones de un “neopaganismo esotérico”. Sus palabras nos
permiten avanzar un poco en lo que intentamos explicar:
“El
público busca identificarse con los que están en el escenario, sentir lo mismo,
pensar lo mismo, hacer lo mismo. Las categorías de la Liturgia nos resultan más
aptas para comprenderlo que otras. La adhesión que los distintos grupos
concitan entre sus “fans”, es claramente religiosa entre los más íntimos. Ellos
usan en sus ropas los nombres de sus ídolos, copian su forma de vestir, de
hablar, de pensar y comportarse.”[21]
Ya
en los inicios de la contracultura rockera el misticismo tomaba protagonismo a
partir del nacimiento de la psicodelia, el consumo de alucinógenos y el
orientalismo. Los Beatles fueron una pieza clave con la adopción de la
Meditación Trascendental y el budismo, que adquirieron a partir de un famoso
viaje de Harrison al Himalaya. El mismo Indio Solari, en un mensaje que
citábamos más arriba, confesaba ser “un
hombre de la psicodelia”. “No voy a
exponer –decía– en éstas líneas lo que deja la experiencia lisérgica. Lo importante, lo desconocido y al mismo
tiempo ignorado, es la transformación
metafísica que se da en uno durante esa aventura. Desde allí creo que mi
llegada a las gentes, se debe a simplezas que exhiben mis canciones mientras
transportan emociones”. Más allá del Indio Solari, lo cierto es que en los
recitales de rock se vive toda una “liturgia” malsana.
He
aquí otra descripción que nos ilustra este tipo de misticismo pagano con sus
características pseudo espirituales:
“¿Por qué
se hacinan, se estrechan y se anudan muchachos y muchachas en los festivales de
rock? La respuesta es simple, y seguramente ha sido expuesta antes que ésta… Los recitales son grandes actos litúrgicos,
realizados en un tiempo y espacio sustraídos a sus funciones ordinarias, que tiene
a los grupos o bandas como oficiantes y donde se consuma un sacrificio, a veces cruento, que apunta como objeto a
los asistentes, catecúmenos y fieles.
Los muchachos y muchachas amontonados, por vía del ritual –ritmo y letra salmodiada– y también de la cerveza, del
empastillado, etc. que integran también a igual título de rito, entran en otro
estado de conciencia donde el “yo” se suprime por el “nosotros”. Afuera del templo rockero y su ecúmene amuchada
está el mundo ancho y ajeno de los viejos, el labro y la yuta. Los cancerberos
que separan uno y otro universo son los “patovicas”, con los que suele haber
chispazos y pugnas… La violencia
sacrificial circular de que hablara René Girard está presente en el tope de
nuestra vida civilizada. Sólo el cristianismo, decía Girard, puede poner fin a
esa rueda sacrificial, desde el momento en que se funda en el sacrificio de un
inocente. ¿Dónde está la liturgia que cierre los sacrificios, para oponer a las
liturgias que los reabren constantemente y, lo que es peor, sobre un ara
inútil? No tengo la respuesta, pero frente a toda esa sangre joven
despilfarrada, me animo a poner la pregunta.”[22]
Como
podemos apreciar, efectivamente el mundo del rock tiene sus dioses, sacerdotes,
oficiantes, fieles y no tan fieles, quienes van al “culto” por fervorosa
espiritualidad y quienes van por pura moda. Hay catedrales con el escenario
como altar, como los mencionados estadios de Obras, Huracán y River. Otros son
algo mal vistos, cual una “heterodoxia”, como el Teatro Gran Rex. Existen
procesiones numerosas, peregrinos, gentíos y multitudes abismales. Efemérides y
un calendario propio, con fechas como el 30 de diciembre, y por supuesto que
santuarios, como Cromagnon. La Ciudad
Eterna del rock argentino no es otra que Buenos Aires, con sus suburbios,
barrios y ambientes del rock callejero, del rock “chabón”. El sempiterno
perseguidor y victimario: el “sistema”, los milicos, policías, yutas y botones. Herejías como el progresismo,
lo “comercial”, el capitalismo, la represión y la dictadura. Virtudes como el
“aguante”, la argentinidad “al palo”, etc. El consabido incienso de la marihuana
y el acostumbrado alcohol que será consumido. Pero no habría religión, ni
catedral, ni sacerdote, ni fiel, sin un sacrificio que lo justifique. “Sacrificio y Rock and Roll”, es el
título de una conocida canción. He ahí la sangre derramada en los festivales,
he ahí los “mártires” de Cromagnon, con la inocencia propia de un santo. Y
claro, toda una corte celestial: con Che
Guevaras, Pappos y Spinettas, con Hendrix, Elvis y Lennon,
pero también otros que son santos en vida. Pero algo se nos olvidaba… en esta religión
también hay “colecta”, aunque queden en los bolsillos de unos pocos, de algunos
reyes.
Concluyendo
Pero
volvamos al Indio Solari y las trágicas noches como para cerrar nuestro
comentario. ¿Cómo, entonces, no van a
existir muertes? Debemos decirlo sin
más: esto no va a detenerse porque se ponga seguridad, logística, innumerables
salidas de emergencia, baños, agua y demás. No. Mientras exista el rock habrá
muerte, más o menos trágica y sangrienta, más o menos numerosa, más o menos recordada.
Mientras exista el rock habrá descontrol, drogas, violencia y libertinaje.
Estas cosas vienen de la mano, en el “paquete”. Nos preguntamos nosotros,
intentando despertar algunas mentes y cabezas dormidas: ¿alguno advirtió la explícita invitación al conocido “Personal Fest” de
este año 2017, que se trasmitió en todos los medios de comunicación, a toda
hora? ¿Nadie tomó conciencia de las palabras? ¿Cómo se pretende que no hayan muertes cuando se invita a vivir «las excentricidades,
los excesos, los vicios y el descontrol»?
A
una semana del último episodio trágico debemos preguntarnos: ¿Cómo pretendían
que terminara un show de trescientos mil almas estupidizadas, drogadas, alcoholizadas,
exaltadas? El recital, la “misa ricotera”, terminó con dos canciones
emblemáticas como “canto de salida”, “Ji,
ji, ji” –el himno ricotero por antonomasia y la canción del pogo más grande
del mundo–, y “mi perro dinamita”. En
efecto, explotó el concierto con la dinamita final y se cumplieron las palabras
de aquél himno:
“El montaje
final es muy curioso,
es en verdad realmente entretenido.
Vas en la oscura multitud desprevenido
tiranizando a quienes te han querido…
No lo soñé, ehhhhh…
Ibas corriendo a la deriva…”
Ya
lo dijimos y no nos cansaremos de repetirlo. Ni el fenómeno contracultural del
boliche y la discoteca, ni la avalancha arrolladora del rock, ni las “santas
diablas”, ni los “reyes indios”, ni las “misas ricoteras”, se entenderán y
comprenderán si no se los lee a la
luz de la Revolución Mundial Anticristiana, como producto, subproducto e
invención de este largo proceso decadente. No se los puede abarcar, no en
esencia, si se limita la explicación al negocio millonario que existe detrás;
si no se explica que el Rock, como dijera el Cardenal Ratzinger alguna vez, es
“fundamentalmente opuesto a la idea del cristianismo y de expansión y de
libertad”. Pero mientras más nos alejemos del verdadero fundamento de nuestra
cultura, de lo que hace a la cultura en el sentido más pleno (cultivo, culto),
es decir, del Dios encarnado y hecho hombre, de la verdadera Religión; mientras
nos volvamos más cosa y menos hombre; entretanto dejemos el amor por
la Belleza y admiremos el caos y la desproporción; mientras sigamos a los
ídolos del mundo y no a los héroes de cielo y tierra; mientras tanto, no
dejaremos de llevarnos una que otra sorpresa, mes a mes, año tras año, moda
tras moda, de generación en generación y así por los siglos.
Eduardo Peralta.
San Juan, 19 de marzo
de 2017, Solemnidad de San José.
Todo siguió igual...
[1] Eduardo Peralta, Fiebre de sábado por la noche: o la contracultura del boliche,
puede verse en: www.ccidentidadnacional.blogspot.com.ar/2016/02/fiebre-de-sabado-por-la-noche-o-la.html?m=1
[2] Descontrol y
otra muerte joven en una fiesta con drogas y armas, en Clarin: www.clarin.com/sociedad/descontrol-muerte-fiesta-drogas-armas_0_SyAT8ixa.html
[3] Puede verse entre otras tantas, la explicación en términos
generales que hace Lucas Carena, sobre la llamada “violencia de género” y el
“femicidio”, como términos utilizados por el Feminismo en la denominada guerra semántica, en su artículo “Ni una menos/as” disponible en: http://debatime.com.ar/lucas-carena-ni-una-menosas/
y en: http://ccidentidadnacional.blogspot.com.ar/2015/06/a-proposito-de-ni-una-menos.html
[4] “Revelan
pruebas de que la masacre de Florencio Varela fue un crimen narco”, Cfr.: http://tn24
.com.ar/2017/03/revelan-pruebas-de-que-la-masacre-de-florencio-varela-fue-un-crimen-narco-/
[5] Ibídem.
[6]
Es curioso que aquel hecho fue convertido en un símbolo de lucha contra la
violencia manifestado en marchas y otros recitales. Tanto que en el año 2001 la
Legislatura porteña declaró al día 19 de abril como Día contra la Violencia Institucional hacia los Jóvenes. “Ante la
prescripción de la causa, en 2002 el expediente fue elevado a la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, que condenó por primera vez a la Argentina
por violaciones a los derechos humanos cometidas en democracia. La Argentina
reconoció el hecho y la Corte Suprema de Justicia debió reabrir la causa”. Cfr.
AA. VV., Buenos Aires y el Rock,
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Bs. As., 2006, p. 154. Nota 19 al pie de
página.
[9] Adriana Franco, Gabriela Franco y Darío Calderón, Buenos Aires y el Rock, Gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires, Bs. As., 2006.
[10] Ibídem, p. 163. Allí mismo se comenta: “Así, a
finales de la década, el grupo –que en principio se negaba a tocar en Obras–
desfiló por todos los sitios de mayor capacidad (Paladium, Cemento, los teatros
Fénix y Bambalinas, Airport, Satisfaction, Halley) hasta que finalmente, en
diciembre de 1989, no le quedó otra alternativa que pasar por «la catedral del
rock», que en poco tiempo también le resultó insuficiente y conflictiva.
Comenzados los años noventa el grupo debió incluso “experimentar” con lugares alternativos
o atípicos, como parque Sarmiento (1990), Autopista Center (1991) o el Centro
Municipal de Exposiciones (1992). Tras este último show, sin resultados
positivos, Poli, mánager del grupo, empecinado en la producción independiente,
declaraba a la revista Humor N° 328 que «ya no existen lugares para tocar»”.
[11] Ibídem, p. 166.
[12] Enrique Simms, El
Rock ya se secó, citado por Guillermo Rojas, De Patagones a Cromagnon: progresismo y subcultura rock, Editorial
Santiago Apóstol, Buenos Aires, 2006, p. 210-211.
[13] Cfr. La Cruz Redonda, en www.mundoredondo.com . Citado por
Guillermo Rojas, De Patagones a Cromagnon,
op. cit., p. 211-213.
[14] También fueron acusados los productores Marcos y
Matías Peuscovich, Julio y Carlos Carfi, entre otros. Cfr. http://lmdiario.com.ar/noticia/10744/el-indio-solari-fue-denunciado-por-lavado-de-dinero-y-evasion-impositiva
[15] Cfr. Guadalupe Oliverio, La misa ricotera y un pastor empresario, en: www.laizquierdadiario.com/La-misa-ricotera-y-un-pastor-empresario
[16] Cfr. De
Patagones a Cromagnon, op. cit., p. 187-188.
[19] Ibídem. En la entrevista se le pregunta a Boimvaser
sobre la relación con el kirchnerismo. Pero en esto critica duramente a Solari:
“No comparto absolutamente nada. Él puede
hacer lo que quiera, yo no soy kirchnerista. Como me dedico al periodismo de
investigación, conozco los trapos sucios y las inmundicias de los doce años de
kirchnerismo que tuvimos. Eso, a lo mejor, el Indio no lo conoce. Como cuando
le mandó una carta a Cristina… y la felicitó por haber luchado contra las
corporaciones. Las peores corporaciones se instalaron en Argentina gracias a
Cristina. Barrick Gold, que arrasa, ensucia y contamina el terreno; Chevron en
materia petrolera, echada hasta de Ecuador por contaminación; y Monsanto, que
nos envenena con sus agroquímicos y su porquería. Esas tres entraron al país de
la mano de los Kirchner”.
[21] Luis Roldán, Manifestaciones
de un Neopaganismo esotérico, en Cursos de Cultura Católica, Vol. VII
(“Ateísmo Contemporáneo”), UCA, Buenos Aires, 1989, p. 128-145.
[22] Luis María Bandieri, Tristes liturgias, masivos sacrificios. También lo trae Guillermo
Rojas en las páginas 303 y 304 de su obra ya citada.