“La
gente no vacila en tragarse
cualquier
opinión no comprobada
sobre
cualquier cosa...
Y
esto lleva el nombre de superstición…”
(G. K. Chesterton)
Mito y leyenda.
Mucho
se ha dicho en los últimos días sobre la renombrada Difunta Correa, de cuya
existencia poco se sabe realmente o, mejor dicho, nada. Sin embargo es preciso
recordar algunas verdades al respecto, dado que está muy en boga por ser la temática de la Fiesta Nacional del Sol
2018 (“Difunta Correa: Amor de Madre”); y hasta reunió a un centenar de músicos
para el lanzamiento de un CD: “Gracias
Deolinda”, del cual ya se lanzaron algunos videoclips.
En
primer lugar hay que decir que lo de la difunta Deolinda Correa es una leyenda,
un mito. Hay que decirlo, aunque pueda traer algunas complicaciones, como le
sucedió a la misma conductora de la Fiesta y panelista del programa farandulero
Intrusos, Mina Bonino, quien recibió
las críticas oportunas del caso al haberse referido a la Difunta como una “leyenda”.
Posteriormente, tuvo que explicar su postura y entre contradicciones,
rectificarse[1].
Por
si todavía hay quienes no conocen el mito que tiene mil versiones, se lo
resumimos brevemente. Se trata de una mujer, Deolinda Correa (el relato más
antiguo la nombra Dalinda Antonia Correa), cuyo esposo Clemente Bustos (también
Esculapio o Brian Nahuel Bustos), habría sido un arriero en tiempos de
Unitarios y Federales, resultando reclutado forzosamente a las montoneras de La
Rioja. Por querer reunirse con su marido en dicha provincia tomó a su hijo,
todavía lactante, y salió a su encuentro siguiendo las huellas de la tropa
llevando pocas provisiones de agua y comida. El duro desierto sanjuanino hizo
que el agua se agotara pronto y la mujer comenzara a deshidratarse ya agotada y
hambrienta de tanto caminar. Resguardándose bajo un algarrobo dejó a su hijo
junto a su pecho y murió por las condiciones en las que se encontraba. Al día
siguiente unos arrieros encontraron su cuerpo y al niño todavía vivo prendido a
los pechos de su madre. La historia se habría difundido y los paisanos
comenzaron a allegarse a lo que sería su tumba, donde luego se construyó un oratorio
devenido en santuario. El primer “milagro”, luego de la supervivencia del hijo,
habría sido el de reunir nuevamente al ganado de un arriero, quien luego de que
la invocara le concedió su deseo.
Hasta
allí lo que narra la historia y leyenda popular que ha sufrido miles de
variantes dado que la gente va modificando la historia según su parecer y su
deseo. Verosímil o no, es cuento popular.
Vayamos a los hechos históricos.
Vayamos a los hechos históricos.
La historia
¿Hay
alguna prueba de que Deolinda Correa existió realmente? Ninguna. En materia
histórica existen algunos escritos de Horacio Videla según el cual, habrían
existido dos hermanas de apellido Correa que se casaron con dos hermanos
Bustos, emparentados con el gobernador de Córdoba, Juan Bautista Bustos. Una de
ellas tendría por nombre Deolinda. Pero el especialista en genealogía Guillermo
Collado, revisó los archivos desde 1797 en la Parroquia de La Merced y de La
Inmaculada Concepción y su conclusión es que “los datos encontrados tornan inexacta la afirmación de Horacio Videla”[2].
Últimamente,
en reiteradas oportunidades, el historiador sanjuanino Edgardo Mendoza hizo
algunas precisiones sobre la cuestión histórica[3].
El texto escrito, o alguno de los elementos que deben existir para cualquier
investigación histórica, no existe. “La
pieza esencial es aportar la prueba de la existencia”, señala Mendoza. El elemento
de la época que avalaría tal existencia es la fe o acta de bautismo, de
matrimonio, o bien, la defunción. Pero “se
ha buscado y no se ha encontrado”. Para este historiador no es descabellado
comenzar un nuevo rastreo buscando de modo más amplio aquella verdad histórica.
El territorio en el que habría que buscar no es simplemente el sanjuanino o
cuyano, sino también hasta Potosí y Chile, que eran los territorios a los que
llegaban y donde se movían los arrieros en el desarrollo del comercio de la
época. Posiblemente Deolinda haya nacido en algún lugar entre estos territorios.
Los
únicos documentos encontrados son anotaciones y pedidos de misas por el alma de
“la finada Correa” en la Parroquia de Cristo Rey, en Caucete.
Otros
temas para investigar son la existencia del cuerpo de la difunta, del cual no
hay rastros; y el paradero del niño, incógnita irresuelta. Si el niño se salvó
y fue rescatado ¿dónde está? ¿Qué fue de su existencia? No hay rastro alguno.
En
resumen, si no es historia, es un cuento.
La verdad
Tenemos,
sin embargo, algunas verdades en torno a la Difunta Correa. Una de ellas es la existencia en el departamento de Caucete de un lugar al que llaman santuario donde
peregrinan miles de personas cada año. Existe una “cabalgata de la fe”, que
tiene por meta las inmediaciones del lugar y en la que participan desde
hace años los gobernadores de la provincia. Es innegable que el lugar congrega
durante la Semana Santa a quienes se allegan para rezar y hacer alguna promesa
o cumplirla, o dar gracias por algún favor recibido. Yo mismo puedo ver cada
año a caminantes que pasan por la ruta a pocos metros de mi casa, dirigiéndose hacia
el lugar “santo”.
Comparable
al fenómeno Gauchito Gil, José Dolores o “San la Muerte” al norte del
continente, la Difunta Correa es un personaje más de la religiosidad –si puede
llamarse así- popular. Se trata de un culto pagano, y por ser tal, que no va
conforme a la Revelación que Dios ha dado a los hombres. Se les da el nombre de
“santos” a personas que apenas se sabe si existieron, y que supuestamente
otorgan algunos favores a los peregrinos. Es como tal, una superstición e
idolatría.
La
veneración que practican los “peregrinos”, no es tal sino pura adoración al
demonio. Es una falta contra el Primer Mandamiento, “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con
toda tu mente”. Y los pecados que se oponen a este mandamiento, entre
otros, son la superstición (dar a la criatura el culto debido sólo a Dios, o
dar a Dios culto de un modo indebido), y la idolatría (dar a una criatura el
culto supremo de adoración, debido sólo a Dios).
Hay
que decir que no se trata de una persona con simple fama de santidad, o alguien
que podría llegar a los altares. Para nada. Esto se debe a que ante la falta de pruebas para autenticar la existencia de la persona, tampoco se puede probar algún milagro posible o la
práctica de las virtudes heroicas. Entonces estamos frente a la idolatría y eso
no es otra cosa que obra del demonio para alejar las almas de la verdadera Fe y
de la única Iglesia; para sembrar la confusión y acrecentar la ignorancia.
Este
tipo de idolatrías está expresamente condenada por la Santa Iglesia en el Magisterio y en el Catecismo. Y este caso
concreto ha recibido algunas amonestaciones y advertencias oficiales. Tenemos,
por ejemplo, un comunicado (“Sobre el
culto de los santos y de las almas del purgatorio”), de llamativa
actualidad firmado por el Episcopado argentino en 1976[4]. El
mismo señala que en nuestros días existen “desviaciones
respecto del culto de los santos y de las almas del purgatorio”, y que “la religiosidad popular es desvirtuada por
las superstición y un indebido afán de lucro, alentado por un engañoso turismo
y sus derivados”. Y prosigue:
“Hay casos concretos en que, sin que conste históricamente su existencia, y al margen de la autoridad eclesiástica, se rinde culto a determinadas personas. Tal es el caso de la llamada “Difunta Correa”, cuyo culto ilegítimo se ha extendido desde Vallecito, en San Juan, a lo largo y ancho de la República, a través de templetes, ermitas y profusión de estampas e imágenes, con no pocas derivaciones supersticiosas”.
El
documento culmina con tres puntos determinantes en los que se acuerda: 1°) Que
a los católicos sólo es lícito honrar con culto público a aquellos que la
autoridad de la Iglesia ha inscrito en el elenco de los Santos y Beatos, 2°)
Que, por consiguiente, el culto a la
llamada Difunta Correa no está dentro de estas condiciones y es ilegítimo y
reprobable; y 3°) La Conferencia Episcopal Argentina pide a los verdaderos
católicos que se abstengan de practicar dicho culto”.
En
efecto, no nos encontramos frente a una expresión de fe, sino a una verdadera
crisis de la misma. Lo que nos lleva a reflexionar sobre aquellas palabras de
San Ambrosio y de San Jerónimo, quienes decían que “cuando hay crisis en la grey es porque los ministros del Evangelio se
han desvirtuado”. El mismo San Gregorio Magno enseñaba que “hay prelados y pastores poco prudentes que
no se atreven a proclamar la Verdad con libertad por miedo a perder la estima
de sus fieles, con ello no cuidan de su grey con el interés de un verdadero
pastor”.
En
este tiempo no hemos escuchado voces oficiales que deslegitimen una vez más
este culto idolátrico. Más aún, mientras escribimos esto de la noche a la
mañana, nos anoticiamos de que habrá una conferencia titulada “Religiosidad popular y mensaje de la Difunta Correa”, a cargo del
Vicerrector de Formación de la Universidad Católica de Cuyo, Pbro. José Juan
García, el miércoles 21 de febrero 20:30 hs, en el Stand de Ciencia y Técnica,
del Parque de Mayo. Es decir, durante la precitada Fiesta Nacional del Sol.
Evidentemente no sabemos qué se dirá allí y no podemos opinar al respecto. Pero
llama la atención aquello del “mensaje” que puede transmitir la Difunta Correa
o, como la invitación indica, exponer sobre “su amplia difusión y devoción en
Argentina y América Latina”. Sin embargo, como explicábamos más arriba no puede
ser esto llamado devoción ni creemos que puede rescatarse algún mensaje de esta manifestación pagana.
Hace
un tiempo, hablando con un sacerdote amigo sobre la Difunta Correa, quien con
mayor autoridad y profundidad espiritual y teológica puede dar explicaciones al
respecto, ponía en claro lo siguiente: existe en la gente, de mayor o menor
ignorancia, de mayor o menor formación y conocimiento, un acercamiento,
atracción o admiración por aquellas personas que han sufrido una muerte
trágica. Lo cual lleva a dar un paso más: comenzar a tener por aquella persona
difunta algo más que admiración, rindiéndole cierto culto o atribuyéndole
milagros. En efecto, además del presente caso, o del conocido Gauchito Gil,
quien habría sido muerto atado a un árbol y fusilado (o colgado de un
algarrobo, cabeza abajo y degollado), podemos recordar fenómenos más actuales
como el caso de los músicos Gilda, Rodrigo Bueno, Walter Olmos, etc. A cada uno
se les levantó un pequeño santuario al que se acercan las personas a pedirle
algún favor o gracia.
Esta actitud hacia estos casos va acompañada de la falta de formación, de
conocimiento o de sentido común, cosa bastante común en nuestros días. Y si a
esto se le adiciona la falta de catequesis y celo apostólico por parte de algunos
pastores, y la mencionada crisis de Fe, tenemos como resultado lo que venimos
describiendo. “Quien no está conmigo está
contra mí”, advirtió el mismo Jesucristo. Y sobre ello ha escrito el
célebre Chesterton:
“La gente no vacila en tragarse cualquier opinión no comprobada sobre cualquier cosa... Y esto lleva el nombre de superstición... Es el primer paso con que se tropieza cuando no se cree en Dios: se pierde el sentido común y se dejan de ver las cosas como son en realidad. Cualquier cosa que opine el menos autorizado afirmando que se trata de algo profundo, basta para que se propague indefinidamente como una pesadilla. Un perro resulta entonces una predicción; un gato negro un misterio, un cerdo una cábala, un insecto un símbolo, resucitando con ello el politeísmo del viejo Egipto y de la antigua India... y todo ello por temor a tres palabras: Se hizo Hombre”.
Nuestra Señora de la Leche |
Finalmente
debemos tomar conciencia que estos fenómenos no hacen más que alejar a las
almas de la Verdad, de la Gracia y los sacramentos, por más buena voluntad que
tengan. Debemos, en sentido contrario, predicar el Evangelio en toda su plenitud,
advirtiendo sobre las sectas, los horóscopos, las idolatrías, las
supersticiones, la cábala, el oscurantismo, las sociedades secretas, la
masonería, los maleficios y cuanta herramienta use el demonio para la perdición
de las almas. Y, en todo caso, si queremos un ejemplo de mujer y de madre, fijémonos en María Santísima modelo de virtudes, mediadora de todas las gracias, madre de
Jesucristo, único y verdadero Dios.
Debemos
decir y proclamar la Verdad y ella nos hará libres. Debemos ser la voz que
clama en el desierto, en este desierto carente de Fe, en que nos encontramos
inmersos. Anunciar la Verdad que es Cristo, cueste lo que costare. En el decir
de San Pablo a los Romanos: si Dios está
con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?
Eduardo Peralta.
(San Juan, 19 de febrero de 2018.)
[2] Cfr. Edmundo J. Delgado, El culto a la Difunta Correa, http://www.diariodecuyo.com.ar/amp/columnasdeopinion/El-culto-a-laDifunta-Vottrs-20180114-0051.html
Ver también Horacio Videla, Retablo
Sanjuanino, Universidad Católica de Cuyo, San Juan, 1997, p. 175.
[4] Queriendo desprestigiar este
documento, se plantea la falacia de carácter ideológica de que esta condena se
hizo en tiempos de la Dictadura Militar, por lo que quedaría deslegitimado.
Sería un abuso de autoridad y una medida retrógrada y conforme a una mentalidad
preconciliar. Cfr. Entre otros, Martín Obregón, Vigilar y castigar: crisis y disciplinamiento en la Iglesia argentina
en los años setenta, en Anuario de Estudios
Americanos, Vol. 63, N° 1, pp. 131-153, Sevilla, 2006.