Decíamos ayer...
La Hispanidad es una historia épica de Patria y Fe:
Pelayo
inaugura la primera etapa de esta historia épica en las montañas de Asturias.
Su objetivo es la reconquista de la tierra patria y la RESTAURACIÓN de la Fe Católica en ella, en lucha contra el Islam,
religión del más radical monoteísmo. Esta etapa concluye con la toma de
Granada.
De inmediato
se abre ante la Hispanidad la segunda etapa de su historia épica. Comienza con
la llegada de Colón a América y prosigue con la evangelización y la conquista.
Su objetivo es la población y el dominio de las nuevas tierras de ultramar y la
INSTAURACIÓN en ellas de la Fe
Católica, en lucha esta vez con el más poliédrico pluriteismo pagano, dominado
a su vez por dos grandes religiones, la de los Incas, cifrada en la deificación
de un ser humano, y la de los Aztecas, sostenida por la inmolación ritual de
criaturas humanas. Esta etapa de la epopeya
hispánica culmina en las Reducciones Jesuíticas del Guayrá, donde por
fin se logra en condiciones casi ideales el alto propósito evangelizador y
civilizador proclamado desde el comienzo por Fernando e Isabel.
La tercera
etapa se inicia con un hecho curiosamente providencial y simbólico. En la
humillada capital de las antiguas Reducciones, Yapeyú, nace pocos años después
de la expulsión de los misioneros, el hombre que debería llevar a su cumbre la
tercera etapa de la historia épica de la Hispanidad, José de San Martín. Tres
décadas más tarde el niño nacido junto a
las aguas del Pacífico a la brillante Ciudad de los Reyes, capital del dominio
español en Sudamérica, para asentar allí la insignia de la libertad y el mando
de los americanos sobre su suelo, proclamando al mismo tiempo como el primer
deber del Estado la CONSERVACIÓN de
la Fe Católica y su firme defensa de las asechanzas del nuevo enemigo, esta vez
una religión no de uno ni de muchos dioses sino religión del hombre, la
democracia moderna, la usurpación por el hombre del dominio absoluto de la vida
humana a partir de afirmar que la fuente de todo poder y autoridad reside en
los hombres, sean estos una élite privilegiada o las masas desposeídas.
Esta historia
épica aún no concluye. El enemigo ha crecido en poder y en sutileza de medios
de dominación. La Fe es contamindada desde adentro. Solo Dios sabe en qué
terminará. Pero a nosotros nos toca continuar la lucha.”
Roald Viganó
(Epílogo de su obra “Pensar
la Patria”, Ateneo Cruz del Sur, San Juan, 1997, p. 301.)
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