El Orbe no gozaría de felicidad y se vería sumido en la más
pésima de las condiciones, si los tiranos, los ladrones y los raptores pudiesen
impunemente hacer toda clase de injurias y oprimir a los buenos e inocentes sin
que fuese lícito a estos últimos concertarse para repeler sus agresiones… Un
argumento principalísimo es la autoridad y el ejemplo de los santos y de los
varones justos. Son muy numerosos entre ellos los que no sólo defendieron su
patria y sus haciendas con guerras defensivas, sino que también vengaron con la
ofensiva las injurias realizadas o intentadas por los enemigos…
La República no podría conservar suficientemente el bien
público y su propio estado si no pudiese vengar las injurias e infundir
respeto a sus enemigos; sobrevendrían nuevas injurias, viendo que podían
hacerlo impunemente. Por esto es necesario para el buen gobierno de los
asuntos de los mortales que se reconozca esta autoridad a la República…
No cabe negar que algunas veces pueden darse causas
legítimas y suficientes, ya para cambiar los príncipes, ya para apoderarse del
gobierno. Y esto puede ser por la multitud y atrocidad de los daños, y sobre
todo cuando de otra manera no puede obtenerse paz y seguridad de los enemigos,
o si de no hacer esto, fuera inminente un gran peligro para la República de
parte de ellos…
Demostrando que es indispensable la guerra en virtud de
justas causas, debe procederse en ellas, no para ruina y perdición de la nación
a quien se hace, sino para la consecución de su derecho y para defensa de la
Patria y de la propia República y para que por dicha guerra se llegue a
conseguir la paz y la seguridad.
Francisco de Vitoria
“Del Derecho de Guerra”
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