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viernes, 12 de junio de 2015

LA PERSONALIDAD DEL FUNDADOR DE SAN JUAN: JUAN JUFRÉ


 

   Imperdonable ligereza fuera olvidar la figura legendaria y limpia de toda mácula del Fundador.
   "Es para San Juan insigne y singular honor el haber sido fundada por un español ilustre y benemérito. Porque, según revelan amarillentos infolios que paran en vetustos anaqueles del Archivo de Indias en Sevilla, la ciudad de San Juan de la Frontera fué fundada en 13 de junio de 1562 por el muy magnífico señor capitán don Juan Jufré de Loayza y Montesa, naturales de Medina del Río Seco, pequeña aunque noble villa enclavada en Castilla la Vieja de los reinos de España".
   Las probanzas de méritos del célebre conquistador de Chile don Pedro de Valdivia, y la propia, abierta por la esposa después de su muerte, acaecida en Santiago de Chile (1578), muestran su vida extraordinaria y aventurera en escenarios del Perú, el Tucumán, Chile, Arauco y Cuyo, comparable en temeridad y nobleza a la de los grandes capitanes de la epopeya española en el Nuevo Mundo: Cortés, Pizarro, Almagro, Valdivia, Francisco de Aguirre y Juan de Garay.
 
   Contando apenas veintitrés años (había nacido en 1516), se hace rumbo a la América y figura en las crónicas de la conquista del imperio de los Incas (1539).

  Con Juan Bohón, futuro primer fundador de La Serena, y otros (Francisco de Villagra, más tarde gobernador de Chile, y Fernández de Alderete, todavía jefe segundón como él), Juan Jufré forma en el reducido grupo que se reúne a Valdivia en Tarapacá, salvando la expedición que había partido de Cuzco rumbo a Chile con sólo once hombres, paralizada en el desierto. Desde Guatacondo, el futuro conquistador de Chile lo despacha a Potosí con el encargo de reunir más gente; muestra de la confianza que había sabido ganarse el joven militar, a la sazón con escasos veinticuatro años de edad. De regreso de esta misión sin éxito, porque no logró reclutar un solo hombre, alcanza a reunirse con su grupo a la entrada en el valle de Copiapó (1540); en febrero del año siguiente está en la fundación de Santiago, ciudad en la que será alguacil, corregidor y justicia mayor, en ausencia de Valdivia; después, estará en la expedición exploradora sobre los territorios Araucanos del Sur.
 
   Compañero decidido y leal del bravo extremeño, Jufré acompaña a Valdivia al Perú, al servicio de las fuerzas leales al Rey en la guerra civil desatada por el rebelde Gonzalo Pizarro. Se cuenta entre los vencedores que obtienen la resonante victoria del Jaquijahuana (1548), y participa del jubiloso recibimiento que La Gasca dispensa a Valdivia, hasta ese momento simple capitán, saludado como gobernador de Chile en reconocimiento a su actuación decisiva en aquel hecho de armas.
 
   De regreso a Santiago, no sin antes haber efectuado un vasto rodeo por la provincia de Charcas, enganchando gente para la campaña contra los guerreros mapuches, de nuevo está junto a Valdivia en la campaña de Arauco importalizada por Ercilla, donde dejarán su vida Pedro de Villagra, hijo del futuro gobernador, Francisco y Sancho Jufré, sus sobrinos, y el propio Valdivia.

   Después del desastre de Tucapel y del consiguiente pánico por la muerte del gobernador (1554), cubre el despueble de Concepción; protege los flancos de la caravana fugitiva, continuamente hostilizados por los naturales, en desoladora concentración hacia Santiago.

    Casado con Constanza de Meneses, hijasegunda de Francisco de Aguirre, y cuñado de Francisco de Villagra, marido de otra hija del gobernador de La Serena, la estrella Jufré, flamante capitán en reconocimiento a sus servicios en el Sur, parece eclipsarse por la política del nuevo gobernador, contraria a hombres que fueron amigos de Valdivia, y singularmente inamistosa para Aguirre, a quien con inferiores méritos desplazaba. Pero sus títulos se umpusieron, y don García Hurtado de Mendoza le deja participar en la nueva campaña al mando del capitán Gerónimo de Villegas (1558), que remata con la repoblacióon de la Concepción.

   Al ser reemplazado el orgulloso hijo del marqués de Cañete por Francisco de Villagra, su pariente y amigo, en el gobierno de Chile (1561), el esforzado capitán Jufré alcanzaría la gloria y la inmortalidad que el destino le tenía reservada.

Pedro de Valdivia
   Descubierto por Francisco de Villagra al término de una larga expedición desde el Cuzco a través del Tucumán (1551), y explorado de regreso desde Santiago del Estero a Chile por Francisco de Aguirre (1553), Cuyo no había salido de su vida salvaje; extender la jurisdicción de su Capitanía hasta el estrecho descubierto por Magallanes y hasta el Océano de la otra banda, era la política legada por el glorioso conquistador de Chile a sus sucesos; la obra colonizadora emprendida el año anterior con la fundación de Mendoza debía proseguirse. Había sonado la hora del capitán Juan Jufré.

   Designado por Villagra "teniente general de las provincias de Cuyo, Caria,Famatima, Tucum{an y Nologasta desde las vertientes de la gran cordillera hasta la mar del Norte" (setiembre 1561), Jufré tramonta la Cordillera Nevada el verano de 1562 y cambia la ubicación de la ciudad de Mendoza fundada el año anterior por Pedro del Castillo al servicio de don García Hurtado de Mendoza, "so pretexto de que estaba metida en una hoya e no darle los vientos que le son necesarios", y la rebautiza ciudad de la Resurrección. Infructuosamente, pues no había de borrarle el nombre del antiguo gobernador.

   En busca de unos ricos lavaderos de oro situados en la parte norte de la provincia que se le había dado en gobierno y persiguiendo afianzar con una avanzada permanente las comunicaciones con el Tucum{an, Charcas y acaso el Paraguay, Jufré se interna treinta y tres leguas al norte de la ciudad de Mendoza y en un paraje donde el valle concluye detenido por una árida sierra semejante al castellano Guadarrama, a orillas de un pequeño río, con propia mano planta la picota o árbol de justicia de San Juan de la Frontera, en tierras de la provincia india de los huarpes.

   A diferencia de Juan Eugenio de Mallea, que casa, vive el resto de sus días y deja sus huesos en el valle de Tulún, la fundación no arraiga materialmente al glorioso fundador a la suerte de San Juan. El mismo año de la fundación regresa a Chile, y muy pronto la historia registra los pasos de este nuevo caballero de la Mancha, desfacedor de entuertos y desaguisados, por el Maule, el Andalién y el Bío-Bio en aucilio de Villagra. Si su nombre se perpetúa en San Juan es por línea colateral, por los descendientes de Rodrigo Jufré, poblador fundador de la ciudad, su sobrino, hijo de su hermano Diego que permaneció en Mendoza.

   De nuevo en Chile, sufre por segunda vez persecuciones, cárceles y procesos, fruto de envidias e intrigas políticas ante el tribunal de la Inquisición. Antes, tocado por el odio de Antonio de Ulloa hacia su amigo y jefe, Pedro de Valdivia (1548); ahora alcanzado por las rencillas de clérigos que desencadenan la llamada "lluvia de excomuniones" y por la injusticia "que se ha cebado sobre el nobilísimo Francisco de Aguife", su suegro, fundador de La Serena y valeroso explorador del Tucumán y Cuyo.

   Los años anteriores a su muerte (1578), transcurrieron en la capital del Mapocho, en cuya Plaza de Armas había levantado suntuosa casa contigua a la de Valdivia, honrado con las máximas dignidades como vecino prominente. Pero murió pobre, no sin antes haber insistituído una capellanía en favor del convento de Santo Domingo en Santiago, que en definitiva pagaría su esposa con bienes propios, junto con otras mandas. Fué sepultado en esa ciudad, en la iglesia de la Orden Dominicana, tan amada por la familia de Jufré.

   Dejó cuatro hijos: Francisco, Luis, Andrés y un sacerdote; y varias hijas, tres de ellas religiosas. Su hijo segundo, el general don Luis Jufré y Meneses, trasladó veinticinco cuadras al sur de su primitivo asiento la ciudad de San Juan, que había sido destruida por el río (1593); y al año siguiente, en busca de una salida al Atlántico para las poblaciones de Cuyo en la punta de los Venados, al pie de la sierra de Comechingones, funda la tercer capital cuyana, nacida San Luis de Loyola.

   Esta es la goria del general don Juan Jufré y de los de su nobilísima estirpe: conquistadores de Cuyo y fundadores de San Juan, San Luis y Mendoza, pues si el hijo lo fué de la segunda, el padre, además de la primera, lo fué de verdad, también de la última. Antes de terminar el siglo XVI "el nombre verdadero de esta útima (REsurrección), resultó suplantado en los documentos oficiales por el de una fundación ficticia (Mendoza), que en el orden legal se declaró nula por ilegítima y en el orden de los hechos no llegó a tener existencia material".

   Si todo Cuyo adeuda a don Juan Jufré el justo homenaje por tales títulos, San Juan débeselos por su nacimiento, por su nombre y por su propio blasón de familia, que es hasta ahora escudo de su ciudad capital.

   Escudo de armas de Jufré: Partido. Armas de plata con cuatro flores de lis de sable, orlado por el lema Superbus gladio fidelis proemio (Al soberbio el castigo, al fiel el premio).


Horacio Videla, "Retablo sanjuanino", Universidad Católica de Cuyo, San Juan, pp. 47-51.

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