Los aztecas ostentan tres
tristísimos y lamentables récords históricos que tal vez solo puedan disputarle
los comunistas con sus cien millones de ejecutados en setenta años de historia.
El primero de ellos corresponde a
la cantidad de víctimas logradas en el transcurso de dos siglos, el segundo a
las logradas en solamente cuatro días, y el tercero se refiere a la inmensa
cantidad de niños ejecutados.
Conviene aclarar que la
arqueología, la antropología y la etnología moderna se han encargado de
confirmar todo cuanto decimos y aseveraron los cronistas americanos. La ciencia ha hablado, y ya no hay lugar para
presunciones o debates ideológicos.
RECORD NÚMERO 1: MAYOR CANTIDAD
DE EJECUCIONES EN DOS SIGLOS
La cantidad de víctimas variaba
mucho de acuerdo con la importancia de la ciudad, del pueblo y de la festividad
elegida para el ritual. Fray Juan de
Zumarraga y Francisco Clavijero, en 1531, dan cuenta de que sólo en la ciudad
de México se sacrifican a los ídolos más de veinte mil víctimas al año.
Fray Juan de Torquemada ubica el
numero de asesinados en todo el país por año en 72.244, incluidos veinte mil
niños.
El historiador mexicano, el Padre
Cuevas, asegura que el número de sacrificios en lo que fue Nueva España, era de
cien mil seres humanos cada año.
Varios autores citados por Gomara
hablan de cincuenta mil. Tanto Acosta
como Herrera aseguran que había días en que llegaban a matarse entre cinco mil
y veinte mil personas por día.
Motolinia, describiendo la fiesta
del año de Tlascallan, dice que se sacrificaban ochocientos hombres en la
ciudad y en la provincia. Francisco
Antonio de Lorenzana dice que en Cholula se sacrificaban seis mil niños por
año.
Por su parte, Diego Duran, desde
su “Historia de las Indias”, después de describir las ceremonias de la
coronación de Moctezuma y los sacrificios, dice: “había días de dos mil, tres
mil sacrificados, y días de ocho mil, y otros cinco mil, la cual carne se
comían, y hacían fiesta con ella, después de haber ofrecido el corazón al
demonio”.
Fray Pedro Simón en su “Historia
de la guerra de los indios Pijaos, indígenas de Tierra Firme”, calcula que
desde la fundación del Estado azteca (1325) hasta su ocupación por las tropas
de Cortés (1521) se cuentan por millones —a lo largo de dos siglos— las
víctimas inmoladas a estas divinidades.
Michael Harner, conocido
antropólogo estadounidense, estimó en doscientas cincuenta mil personas al año
el número de sacrificados. En resumen, se calcula que la cifra anual de ejecuciones superaba con creces los cien mil.
Tomando los números mas
moderados, como los cincuenta mil sugeridos por Gomara, encontramos que en un
siglo, y sólo considerando la región mesoamericana del continente (excluyendo a
los mayas), aztecas y aliados asesinaron más de cinco millones de personas.
RECORD NÚMERO 2: MÁXIMA CANTIDAD
DE PERSONAS EJECUTADAS EN CUATRO DÍAS
El holocausto más grande conocido
por la humanidad comenzó un día del año 1487, durando cuatro días. El motivo
del ¨mega evento¨ era la consagración de la gran pirámide de Tenochtitlán, que
había sido construida en cuatro años a base de esclavos. Prescott, protestante
y antipático a España, dice que no menos de setenta mil personas fueron
ejecutadas para éste solo evento.
Al respecto existe un
interesentísimo trabajo de investigación bastante reciente, producido por el
canal Discovery Channel, titulado Aztec: Temple of Blood. Esta investigación
contó entre sus colaboradores con reputados y prestigiosos expertos de
distintas áreas y disciplinas: antropólogos, cirujanos y diseñadores
científicos, etc. Lo que allí se había propuesto era comprobar de una forma
científica si realmente habían podido los aztecas en 1487 ejecutar a tanta
gente en tan corto lapso; o sea, si era físicamente posible a los sacerdotes
extraer el corazón de una persona en contados minutos, uno tras otro.
Para el experimento se habían
conseguido réplicas casi exactas del cuerpo humano, con la intención de
comprobar el tiempo real en el que un cirujano podía extraer un corazón.
Utilizando los mismos instrumentos que los indígenas —mediante un cuchillo de
obsidiana mandado especialmente a confeccionar— el cirujano logró cortar debajo
de las costillas del cuerpo artificial y llegar al corazón por debajo de la
caja torácica, desde donde lo extrajo. El tiempo que le tomó, en su segundo
intento, fue de solamente ¡diecisiete segundos! Seguramente, si hubiera seguido
probando, habría llegado a adquirir, eventualmente, el grado de habilidad y
velocidad de los sacerdotes indígenas y su tiempo hubiera sido aun menor. El
mentado estudio terminó por confirmar lo que ya había afirmado la antropología
y la evidencia documental: los aztecas pudieron asesinar decenas de miles de
personas en tan pocos días.
No existen dudas sobre la
capacidad de los aztecas para procurarse esclavos y/o cautivos de guerra para
sacrificar.
Sabemos que en una sola ocasión
llegaban a tomar decenas de miles de prisioneros. Antes de 1487 habían tenido
cientos de guerras —que incluso hicieron con el único fin de procurarse
esclavos para sacrificios humanos—, especialmente con Moctezuma II. Es posible que para esa ocasión contaran con
no menos de doscientos mil prisioneros de guerra.
A esto podemos sumar los esclavos
que no eran producto de guerras —a veces comprados en los mercados— y que muchas
veces sacrificaban. Las filas que
formaban los esclavos hasta el altar donde habrían de ser sacrificados era
interminable.
Hayan sido cien mil, cincuenta
mil o incluso veinte mil víctimas en cuatro días, tratamos aquí con un record
bestial, solo superado por el holocausto de Hiroshima, Nagasaki y Dresden;
ambos pertenecientes a la segunda guerra mundial.
RECORD NÚMERO 3: LOS DESGRACIADOS
NIÑOS
De los récords mencionados, es
éste sin dudas el más repugnante e indignante.
Ninguna sociedad en la historia tuvo mayor predilección por la
inmolación de niños que los pueblos precolombinos, especialmente mayas,(1)
aztecas y chibchas.
Cuando creían habrlo visto todo,
los misioneros quedáronse perplejos al constatar la existencia de masivos
sacrificios humanos de niños. Si existía una Fiesta particularmente terrorífica
al respecto, esta era sin dudas la de Tlaloc, en donde los sacrificados eran
exclusivamente niños. Refiriéndose a otros sacrificios que hacían los aztecas
en el mes de Atcavalo, escribe Bernardino de Sahagún: “En este mes mataban
muchos niños; sacrificándolos en muchos lugares, en las cumbres de los montes,
sacándoles los corazones a honra de los dioses del agua, para que les diesen
agua o lluvia. A los niños que mataban componíanlos con ricos atavíos para
llevarlos a matar, y llevávanlos en unas literas sobre los hombros, y las
literas iban adornadas con plumajes y con flores; iban tañendo, cantando y
bailando delante de ellos. Cuando
llevaban a los niños a matar, si lloraban y echaban muchas lágrimas,
alegrábanse los que los llevaban, porque tomaban pronóstico de que habían de tener
muchas aguas ese año. (…) No creo que haya corazón tan duro que oyendo una
crueldad tan inhumana, y más que bestial y endiablada como la que arriba queda
puesta, no se enternezca y mueva a lágrimas y horror y espanto”.(2)
Comenta Morales Padrón, que era
muy común en algunas tribus el ahogamiento de niños, y “que entre los chibchas
se ofrecían preferentemente niños, a los que se criaba hasta los quince años en
el Templo del Sol, para ser finalmente
muertos a flechazos atados a una columna”.(3)
A su vez, dice Francisco Clavijero que en la Fiesta de Tlaloc los
aztecas sacrificaban exclusivamente niños de ambos sexos, que compraban para la
ocasión. Eran dos las formas de hacerlo:
a unos los ahogaban en el lago y a otros, niños de seis años, los encerraban en
una caverna y los dejaban morir de hambre.(4)
Tomando en consideración que,
como se ha reconocido —especialmente en el caso de los aztecas—, tras un
exitoso combate se obtenían de una sola vez varios millares de prisioneros y
que las guerras eran constantes, cabría preguntar: ¿Qué hubiera sucedido a
los súbditos de aquel imperio de no
haber llegado los españoles? Podría suponerse, sin temor a exagerar, que
habrían desaparecido de la faz de la tierra sin dejar tal vez rastro alguno de
su existencia. Probablemente, de no haber prohibido los españoles estas
prácticas, las culturas indígenas hubieran desaparecido como lo habían hecho
anteriormente los mayas, los teotihuacanos y los toltecas. Es el destino
forzoso de los seguidores de falsas religiones.
Sabemos también por González
Gimenes de Quesada, Lucas Fernández de Piedrahita y Fray Pedro Simón de la
costumbre de varias tribus colombianas, venezolanas y brasileñas de sacrificar
niños; particularmente entre panches y muiscas. En general estos niños, junto a
otros esclavos, se vendían en distintos mercados de la región, siendo comprados
la mayor de las veces para los sacrificios. El religioso Simon da preciso
detalle de esta bestial ceremonia: “(…) tendían al muchacho sobre una manta
rica en el suelo y alli lo degollaban con unos cuchillos de caña; cogían la
sangre en una totuma y con ella untaban algunas peñas (…)”.(5) Fernández de
Piedrahita confirma los hechos, diciendo: “(…) abriéndolo vivo y sacándole el
corazón y las entrañas, mientras le cantaban sus músicos ciertos himnos que
tenían compuestos para aquella bárbara función”.(6)
Por referir otros casos, también
practicaron los sacrificios humanos de niños, en forma bastante frecuente, los
picunches y los araucanos o mapuches;(7) incluso en épocas bastante recientes,
siendo conocido el caso del niño de cinco años asesinado luego del terremoto de
Valdivia de 1960; caso que tomó estado
público y que causó gran revuelo en su momento.(8)
Cristian Rodrigo Iturralde
NOTAS:
1. Esta costumbre es denunciada por la misma
National Geographic, en un documental titulado, en español, “Los últimos días
del imperio Maya¨, Estados Unidos, 2005.
Se halla disponible en:
http://www.ivoox.com/ultimos-dias-del-imperio-maya-audios-mp3_rf_769250_
1.html?autoplay=1
2. Bernardino de Sahagún: “Historia General de
las Cosas de Nueva España”, Madrid, Dastin, 2001, tomo I, págs. 17-18.
3. Morales Padrón, Francisco: “Manual de
Historia Universal”, tomo V, “Historia General de América”, Madrid, 1962, 62
(referencia al ahogamiento de niños), y 88-89 (caso de los Chibchas).
4. Ob. cit., pág. 168.
5. Fray Pedro Simón: “Noticias Historiales de
las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales”, Ed. Kelly, Bogotá,
1953, II, pág. 249.
6. Lucas Fernández de Piedrahita: “Historia
General de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada”, Biblioteca Popular de
Cultura Colombiana, Bogotá, 1942, I, págs. 40-41. Consultar también el muy buen artículo “Dos
Sacrificios humanos entre los muiscas”, María Lucía Sotomayor, Instituto
Colombiano de Antropologia, Bogotá, “Revista Colombiana de Antropología”, vol.
XXVIII, año 1989-1990.
7. “Revista anales”, Universidad de Chile,
Séptima Serie, N° 1, mayo 2011.
Consultar en:
http://www.revistas.uchile.cl/index.php/ANUC/article/viewFile/12347/18134. Tanto el P. Rosales (siglo XVII), como el
gran historiador chileno José Toribio Medina y el dominico Alfonso Fernández,
dieron cuenta de lo mismo.
8. Arturo Zúñiga: “El niño inmolado”, en “El
Mercurio”, Santiago de Chile, 15 de agosto de 2001. Consultar el artículo completo en
http://www.mapuche.info/news02/merc010815.html
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