A 139 años de su muerte...
Marzo es un mes natural y marcial según su raíz
etimológica, descendiente del dios guerrero Marte, con su leyenda mortífera
referida a los fatales Idus para el desprevenido Imperator Julio
César, no obstante su valor, pericia militar y prudencia cívica. Tal vez sea
cierta la leyenda según la cual varios adagios premonitorios le avisaron que la
traición no podía ser detenida por su “muy leal Décima Legión” y
que su obra iba a quedar trunca. Tal vez…
Lo cierto es que fueron designios del Señor Dios de los Ejércitos con águilas y
gladios cesarianos los que prepararon la cuna de Cristo en el mundo
mediterráneo de la Roma eterna, que al decir de Ortega y Gasset, “era
el proyecto de organización universal”.
Pero hay mucho más en los presentes Idus de este Año de Gracia de 2009, por lo
que estas semanas se llenan de plena fertilidad. En su transcurrir, con el fin
de mes, nos llega la Semana de Pasión. Y de ahí, horas hasta el Viernes de la
Pasión de Cristo Jesús, sin el cual no hay Victoria sobre la muerte en la
Pascua. Ella es un llamado matutino que nos ha de levantar siempre, siempre.
Aparece entonces ante nosotros la pregunta eterna: ¿“Ubi est mors
victoria tua’’?
Desde el atalaya de estos pensamientos miremos en la lejanía astronómica a uno
de los gigantes de la Patria Grande, cuyo tránsito hacia Dios se produjo el 14
de marzo de 1877. Nos referimos a Don Juan Manuel de Rosas, ante cuya memoria
se inclinan los albos, cuanto oribistas, pendones orientales, haciendo propio
lo que de su tierra expresara León Degrelle, poeta y cruzado heroico:“el
Pasado del país nuestro es el fondo de nuestra conciencia y nuestra
sensibilidad…”,agregando el Jefe de la Legión Walona: “no somos más
que una unidad con los demás hombres de nuestra Patria…”
He aquí el por qué de estos párrafos dedicados al Restaurador, que configura al
Héroe por excelencia. Así lo describe el mártir Jordán Bruno Genta: “…es
el escogido para una difícil obediencia, para una suprema fidelidad. Su fuerza
eleva a los pueblos hasta merecer la grandeza de su misión y los hace capaces
de conquistar la libertad de la soberanía y el derecho a un nombre propio en la
Historia Universal”.
Enfoquemos ahora su estampa de protagonista. Rosas “era el hombre más
de a caballo de toda la Provincia”. Le sobraba personalidad. Su
prestigio afirmado en su trato con la gente fue tomando estatura política desde
1820, y cuando su primer gobierno. Éste se acentuó con la “Campaña del
Desierto”, en la que sembró simiente de trabajo y civilización como Julio César
en las Galias, y en la que mostró la disciplina rígida impuesta a sus
“Colorados del Monte”, cuerpo militarizado similar a la Décima Legión preferida
por el Caudillo Romano de la antigüedad.
El advenimiento al gobierno del “Gaucho de los Cerrillos” ya
se había abierto cuando acaeció el infame asesinato de Manuel Dorrego (1828),
víctima de las maquinaciones inglesas en los días en que era seccionada la
Provincia Oriental, tierra a la que contribuyera a liberar con su ayuda al
General Lavalleja. Pocos años después, en febrero de 1835, la Patria “se
sacudía espantada” ante el crimen cometido con el séquito y la persona
del “Tigre de los Llanos”, General Juan Facundo Quiroga, que
tenía la gloria imperecedera de haber resistido las concesiones mineras a
Inglaterra y enfrentado las masónicas leyes rivadavianas a lanza y sable,
llevando al frente la bandera de la tradición en la cual lucía la divisa “Religión
o Muerte”.
La sangre de su mejor amigo derramada en Barranca Yaco hirió a Don Juan Manuel
de tal manera, que hasta en las líneas de algún manuscrito de esas horas se
observan rasgos especiales. Para enfrentar el caos y castigar a los criminales
acepta la gobernación con la Suma de Poder Público. Era el 7 de marzo de 1835.
Desde ese momento y hasta 1852 fue el Restaurador de las Leyes, el César de la
Patria Grande. Orientó su gestión de gobierno con una política nacionalista y
americana. En lo económico terminó con el liberalismo aduanero, disponiendo
normas de protección.
Su decreto del año 1835 fue “más proteccionista que la política
establecida por Artigas”,golpeando fuertemente a las importaciones con
recargos especiales, con lo que benefició a las tejedurías y a los agricultores
criollos. Cabe señalar en cuanto al mercado interior la exoneración del pago a
los productos pecuarios uruguayos y a los que “por tierra” llegaran desde
Chile.
La disolución del Banco Nacional, instrumento del comercio inglés y de la
oligarquía unitaria, merece ser destacado con unos párrafos del decreto
rubricado por el Restaurador. Leamos: “Esta institución ha contaminado
a la provincia… (se ha convertido en) árbitro de los destinos
del país… y de la suerte de los particulares… dio rienda suelta a todos los
desórdenes que se pueden cometer con una influencia tan poderosa…”
Cuando el expansionismo inmoral de Francia e Inglaterra envolvió las orillas
del Plata, Rosas fue brazo poderoso en la defensa del “Sistema Americano”. Era
la Patria Grande de la edad heroica que los historiadores plumíferos de las
logias declararon baldía.
Hoy, don Juan Manuel de Rosas regresa, y su figura cobra dimensión y presencia
cuando vemos degradarse las soberanías nacionales sometidas a los poderes
mundialistas como la OTAN, el Banco Mundial, el G8, el FMI y las Cortes Penales
Internacionales, establecidas con sentido siniestro por la tiránica sinarquía
globalizadora.
Por ello, hoy más que nunca, le decimos al Ilustre Restaurador: ¡PRESENTE!
Luis Alfredo Andregnette Capurro
Tomado de: www.elblogdecabildo.blogspot.com
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