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viernes, 29 de junio de 2018

ABORTANDO MITOS: refutación breve de un argumento a favor del aborto

(Refutación breve de un argumento a favor del aborto)




A partir de la apertura del debate sobre la despenalización del aborto nos hemos encontrado con diferentes posturas, perspectivas y, sobre todo, con una gran cantidad de argumentos, ya sean a favor o en contra, con datos científicos y evidencia, así como con simples subjetividades que piden ser escuchadas y tomadas como la verdad. Dentro del amplio abanico de argumentos a favor de la despenalización/legalización, oímos decir que “el embrión no tiene los mismos derechos que una persona”[1]. Aquí mismo es donde hemos de hacer hincapié.

Abordaremos primero algunas nociones que nos ayudarán a ponernos en contexto. Hablemos primero de derechos. Amnistía Internacional -organización que promueve la práctica del aborto-, explica en su página web lo siguiente: “los derechos establecen las condiciones indispensables para garantizar la dignidad humana y hacer que las personas vivan en un entorno de libertad, justicia y paz[2]. Se habla, entonces, de derecho a la igualdad, al asilo, a no sufrir tortura, a la libertad de expresión y de conciencia, pero el principal derecho sobre el cual se cimientan los demás, es el derecho a la vida. “Todos los seres humanos tenemos derecho a vivir libres y con seguridad. Nadie tiene derecho a privar de vida a otra persona”. El aborto voluntario es un atentado contra la vida del ser humano en sus etapas embrionaria y fetal y, por lo tanto, una vulneración del primer derecho humano fundamental.


En el contexto de nuestro país, debemos mencionar aquellos tratados internacionales en los cuales se reserva el respeto a la vida, entendida ésta como un derecho fundamental. De este modo la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en el Pacto de San José de Costa Rica (1969), afirma que “los derechos esenciales del hombre no nacen del hecho de pertenecer a un Estado, sino que tienen como fundamento los atributos de la persona humana (...)”. El mismo pacto, en el Capítulo segundo de la Parte Primera (art. 4), indica expresamente que “toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente”. Paralelamente la Ley Nacional N° 23.849, en la cual se acepta la Convención Sobre los Derechos del Niño adoptada en la Asamblea General de las Naciones Unidas en New York (1989), manifiesta en su artículo tercero que nuestro país “entiende por niño todo ser humano desde el momento de su concepción y hasta los 18 años de edad”.

Aclarada esta cuestión, lo que se arguye es que el embrión o feto no son personas humanas y por lo tanto están exentas de gozar de los derechos recién mencionados. ¿Qué nos dice la ciencia sobre esto? La ciencia en general y especialmente la Genética, la Biología Celular y la Embriología concuerdan en que la vida humana comienza en el mismo instante de la concepción. No hay seres vivos prehumanos sin especie alguna. Es decir, un ser vivo de la especie humana es un ser humano. Negar la categoría de persona a algún ser humano pone en riesgo todos los derechos humanos. Si es un ser humano, es persona.[3] Entendemos "persona humana", tal como lo define Boecio y como también lo trata Santo Tomás de Aquino en la q. 29 de la Prima Pars, de la Summa Theologiae: individua sustantia rationalis naturae (sustancia individual de naturaleza racional).


Ahora bien, ahondando un poco más en los conceptos trabajados, cabe decir que no hay acción humana que no tenga una dimensión moral, por lo que las cuestiones del derecho y de la medicina están necesariamente subordinadas a la ética, dado que ambas ciencias versan sobre las acciones humanas. La Ética es una ciencia que abarca de modo integral toda actividad humana libre. Al mismo tiempo la práctica de la ciencia médica es una actividad humana y por lo tanto una actividad moral[4]. Está comprobado que una colectividad, cuando no vive de acuerdo con los principios éticos, acaba en una situación deshumanizada que rebaja la dignidad propia de la persona y hace imposible la vida social.


Para concluir debemos decir que es imposible desterrar la moral de este debate, así como también resulta impensable seguir sosteniendo que el embrión no es persona o que no posee los mismos derechos que un ser humano ya nacido. Negar estos principios implica anular toda objetividad posible del pensamiento abriendo paso a cualquier argumentación carente de lógica pero abundante en falacias.

¡Viva Cristo Rey!


Agostina Montañez.
Junio de 2018.


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