…hijo
de su madre…
“…conozco a
personajes que se creían águilas, temidos
y solemnes en su
pluma oficial, y que al ser desnudados
exhibieron
risibles alones de gallina…”
(Leopoldo Marechal, Didáctica de la Patria, 19)
1.
Malas
palabras
“Una
reina conocida por el sobrenombre necesario de la profesión que se nombra con
una palabra prohibida”. Así se expresaba Ignacio Braulio Anzoátegui
a propósito de la majestad británica,
en su “Poema de las Invasiones Inglesas”.
De vez en cuando este singular poeta utilizaba deliberadamente una “palabrota”
como recurso discursivo para captar la atención, causando hilaridad y
complicidad en el lector u oyente. Pues bien, salvando lejanas distancias, sin
don poético alguno, ni capacidad literaria y retórica que se asemeje a la de
don Ignacio –sin mencionar su sentir nacional y católico–, el Ministro de
Defensa del Uruguay expresaba el pasado 28 de abril que Domingo Faustino Sarmiento
fue “un grandísimo hijo de puta”. El
motivo: “instó a matar gauchos diciendo que eran buen abono para las pampas”[1].
...PURA COINCIDENCIA... |
HUIDOBRO: "EL REVISIONISTA" |
No hubo que esperar mucho
tiempo para que los defensores de Sarmiento aparecieran escandalizados y
rasgando sus liberales vestiduras ante tamaña blasfemia, limpiando la ultrajada
imagen del ilustre “prócer”. Uno de ellos fue Rodolfo Giunta (profesor de
historia y miembro del Museo Histórico Sarmiento), quien –sin querer–
parafraseó la sentencia de Belloc según la cual no es historiador el hombre que no sabe responder desde el pasado. Según
este profesor, “analizar hechos con los ojos de hoy es un problema”. Por tal motivo,
“el juicio histórico que se haga tiene que estar en el contexto de la forma de
pensar que había en determinada época, porque si lo pensamos con paradigmas
actuales, naturalmente que ciertas cosas nos pueden llegar a parecer
aberrantes”[2]. Claro
que estas cosas aberrantes son
justificadas por Giunta, en nombre del relativismo histórico. El gaucho –dice–,
era considerado un inadaptado, “era la representación de la barbarie,del vago”.
En el momento en que Sarmiento tuvo esa expresión, “hasta había conceptos de
raza” y “la solución era exterminar a aquél que no estaba en concordancia con
una determinada propuesta. Tenemos que pensarlo en ese contexto.”
Pero si de tácticas
historicistas y de falsificación histórica se habla –cuando no de falacias
incongruentes y de contradicciones absurdas–, no puede faltar a este propósito
el acostumbrado Felipe Pigna. Este propagador del pensamiento único y de
propias ocurrencias mendaces, fue entrevistado en julio de 2013 por Juan Carlos
Bataller, del programa La Ventana,
de Canal 5 Telesol (San Juan).
Dicha entrevista fue nuevamente emitida el pasado viernes 2 de mayo, a
propósito de los dichos de Huidobro. Allí, Pigna –en las antípodas de Belloc–
se refirió al análisis histórico, trayendo a colación el caso del autor del Facundo. Felipe Pigna afirmó que el
presente es lo que cuenta, es la única mirada que vale. Y niega que se pueda
escribir desde el pasado: “Obviamente ningún historiador puede, salvo que se
traslade en el tiempo. No me han invitado a la máquina del tiempo que tienen
ellos (…) Yo escribo acá –y esto lo dijo
el recientemente fallecido maestro Hobsbawm-, todo historiador escribe desde el
presente y para el presente. O sea, nuestros ojos son los ojos del Siglo XXI.
Otra cosa es sacar de contexto. No hay que sacar de contexto. Decir: “Sarmiento
era racista”. Sí, era racista, pero en el contexto del siglo XIX esto era muy
común en la mentalidad de la época”[3].
Como se puede apreciar,
el indigenista y filo británico Pigna[4],
no sólo no condena la persecución sarmientina al gaucho y al indio, sino que la
justifica vilmente. Nada más se puede esperar de este olmo. Como tampoco se
puede esperar nada del susodicho Instituto Nacional de Revisionismo Histórico,
cuya vicedirectora, nada menos, es una defensora y admiradora de Sarmiento.
Tanto de las palabras
de Pigna como de las de Giunta, se hace eco el periódico El Nuevo Diario[5],
que responde a los hermanos Juan Carlos y Mariano Bataller. Pero se suman al
desagravio popular otros testimonios en la misma sintonía de pensamiento que
los anteriores.
El primero de Rosa
Garbarino (Decana de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes de la
Universidad Nacional de San Juan), quien aseguró entre otras cosas: “Los insultos proferidos por el ministro
uruguayo son producto de un total desconocimiento, porque cuando uno hace un
análisis de la historia debe hacerlo basado fundamentalmente en lo que es el
contexto de la época”. El segundo, del historiador Edgardo Mendoza, quien
absolvió al gran maestro, en los siguientes términos: “Sarmiento tomaba partido por una manera de organizar el país en el cual los gauchos no tenían
lugar (…) Se llenó las manos de sangre porque fusiló, pero en ese momento era
común”.
Finalizando la galería
de los desagravios se encuentra la directora del museo Casa Natal de Sarmiento,
Mónica Arturo. Para esta sarmientina “de pura cepa”, no se conoce la historia
de Sarmiento y “por eso se habla de oído”.
Además, se desconoce “su obra con todo el
legado que nos ha dejado”. Arturo, dolida por el hecho de que defenestren a
Sarmiento, aseguró que “elevará un pedido a nivel nacional a la Secretaría de
Cultura de la Nación para que [Huidobro] se interiorice bien de quien fue”.
Además le reprochó al ministro: “Primero
lea, aprenda y después diga muchas cosas”.[6]
Tal fue el revuelo
causado por las “malas palabras” de Huidobro que hasta el gobernador José Luis
Gioja dijo que “es preferible no salir al
cruce porque se le da más autoridad a sus palabras (…) hay que dejarlo ahí y no
polemizar”[7]. Aunque
evidentemente no le hicieron mucho caso.
2.
La
historia completita
Llegado a este punto digamos algo sobre el
protagonista de esta historia y víctima de tan imperdonable injuria. Las
palabras de Huidobro hacen referencia a la famosa carta de Sarmiento a Mitre,
fechada el 20 de septiembre de 1861: “No
trate de economizar sangre de gauchos. Éste es un abono que es preciso hacer
útil al país. La sangre de esta chusma criolla incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres
humanos”.
Manuel Gálvez, quien trazó un majestuoso retrato
biográfico de Sarmiento, dijo que la carta “es un documento de formidable valor
psicológico y aun psiquiátrico.”[8]
Es una prueba más de aquel odio proferido hacia el gaucho y lo que él
representa para Sarmiento, la barbarie.
Prueba, también, el aborrecimiento contra lo que puedo contener algún lejano
parentesco o contacto pasado, con lo que fuera federal; aun cuando se trate de
alguien que, como Sarmiento, se encontraba afiliado a la masonería. Nótese que
en la misma carta sigue diciendo: “No
deje cicatrizar la herida de Pavón. Urquiza debe desaparecer de la escena,
cueste lo que cueste, Southampton o la horca”.
Como si fuera poco, cuatro días más tarde, el 24 de
septiembre, Sarmiento le volvía a escribir a Mitre: “Tengo odio a la barbarie popular… la chusma y el pueblo gaucho nos
es hostil (…) El poncho, el chiripá y el
rancho son de origen salvaje y forman una división entre la ciudad culta y el
pueblo, haciendo que los cristianos se degraden… Usted tendrá la gloria de
establecer en toda la República el poder de la clase culta aniquilando el
levantamiento de las masas”. En una carta del 27 de septiembre de 1844 se
preguntaba: “¿Lograremos exterminar a los
indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin
poderlo remediar”.
Horacio Videla en su afán por defender a Sarmiento
señala: “No ahorrar sangre de gauchos,
dijo el que no derramó ni una sola gota de sangre de gaucho”. Y da como ejemplo
probatorio el caso del Chacho Peñaloza: “El bárbaro e inútil asesinato de Olta,
exabrupto de un torpe oficial de milicias con mando, no le es moralmente
imputable.” (…) “Sarmiento quería vivo al Chacho (…), para juzgarlo ante sus
jueces naturales y condenarlo a muerte por las fechorías que, equivocado, le
atribuía muy convencido”[9].
Sin embargo, es curioso que Videla no se hubiese percatado –quizás no quiso
hacerlo– de la carta que Sarmiento envió al mismo Mitre tan sólo seis días
después del asesinato de Peñaloza: “…he
aplaudido la medida, precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel
inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían
aquietado en seis meses”[10].
Hasta el mismo Sarmiento se adjudicará la muerte del caudillo[11].
Sarmiento, entre otros tantos crímenes, fue quien
aprobó el asesinato de Nazario Benavídez calificándolo de “acción santa”. Fue
cómplice de la muerte, en noviembre de 1860, de Antonio Virasoro, quien
gobernaba San Juan.
El maestro de
América fue, en concreto, un enemigo de la patria. En 1842 inició en El Progreso su campaña para que Chile
ocupara el estrecho de Magallanes. Vale decir, dice Gálvez, para que se
apoderara de algo que era argentino. “La verdad es que Sarmiento renegó de su
patria. No la siente en su corazón. Por eso pudo decir, en 1843, que «la patria
no está en el lugar que nos ha visto nacer»”[12].
Tal fue su vileza y tal fue la de los sinvergüenzas unitarios. Es deber del
historiador –dice Ernesto Quesada– reconocer que aparte del carácter anárquico
del sector unitario, no es por su índole revolucionaria que serían condenados a
la posteridad, “sino por haber sido realizadas con oro extranjero, con oro de
naciones que estaban en guerra más o menos abierta con la patria, y aceptando
de ellas auxilios de hombres, de buques, de armas, de dinero”[13].
No sin razón el diario La Nación, del 6 de Octubre de 1868, afirmaba:
“Sarmiento ha sido el abogado de un gobierno extranjero contra su propio país”.
Se trata, en síntesis, de los postulados de
Civilización y Barbarie, el resumen del despótico y masónico pensamiento
sarmientino. Es curioso que Arturo Jauretche, en su Manual de Zonceras Argentinas, haya rotulado a civilización y barbarie como la “zoncera madre”. De ahí que la
llama “la madre que las parió a todas”.[14]
Señala, además, que “se intentó crear Europa en América trasplantando el árbol
y destruyendo lo indígena, que podía ser obstáculo al mismo para su crecimiento
según Europa y no según América”. Este hecho de entender lo preexistente como
algo anticultural, conllevó al
inevitable dilema: “Todo hecho propio, por serlo, era bárbaro, y todo hecho
ajeno, importado, por serlo, era civilizado. Civilizar, pues, consistió en
desnacionalizar”. Ya lo dijimos antes, enemigo de su propia patria –o mejor
dicho–, de la nuestra.
3.
Lea,
aprenda y hable
¿Qué decir del Sarmiento escritor? ¿Qué decir de su
obra literaria? El susodicho Felipe Pigna decía en la entrevista antes citada que,
tanto los que odian a Sarmiento, como los que lo aman, lo han leído poco. “Para
unos es el maestro del aula –dice–, para otros el asesino de gauchos y, en el
medio, nadie leyó Facundo, nadie leyó
Recuerdos de Provincia”. “Lea,
aprenda y después hable”, reclamaba Mónica Arturo. O se justifica el crimen, o
se desvía el tema. Por eso todos los panegiristas de Sarmiento se amparan en su
adulada pluma cuando se le achacan a éste sus ideas anti-barbarie.
¿Fue realmente un gran
escritor?, se preguntan Manuel Gálvez y el Padre Leonardo Castellani. Y sus
respuestas son más que interesantes.
SOBERBIO, HIJO DE... |
El Padre Castellani[16],
por su parte, comenta que ya Carlos Pereyra había notado y probado que
Sarmiento, como escritor, es inferior a Alberdi. Agregando luego que éste
último no puede llamarse un gran escritor. Para Castellani el criterio que ha
llevado a fetichizar a los héroes del liberalismo es infantil. Por lo tanto
“hay que emplear criterios universales”. De este modo afirma que Sarmiento es
un mal escritor, pero que parcialmente le gusta: “Si es o no es un buen escritor es discutible, y la
sentencia depende de los criterios”. Empero, el Padre comenta que las primeras
veintidós páginas del Facundo no
pasarían en Europa un examen de bachillerato, “sería reprobado con cero”. Quizás
había en Sarmiento material potencial de un gran escritor –acota el Padre–,
pero no cuajó. Tal es así que, el ermitaño
urbano, encuentra en los escritos sarmientinos innumerables errores y
falencias, que enumera y ejemplifica una por una. En síntesis: párrafos a
muletilla, plebeyismos, gansadas, cambios
viciosos del sujeto gramatical, ilogismos y paralogismos, imágenes de mal
gusto, atropellos a la sintaxis, anacolutos, usa terminología filosófica y, no
sólo no sabe filosofía, sino que es incapaz de ella, etc. Y sobre sus dos obras
cumbres dice que tienen valor para los argentino por tres cosas: “una, como
documentos de la historia nacional –aunque estén mechados de mentiras
históricas pueden servir al menos como documentos para la historia de la
mentira nacional–; segundo, por contener algunas páginas felices (…); y
tercero, como muestra sin valor de nuestra –pobre– cultura intelectual. Pero
por esto, su autor no se convierte en un gran
escritor”.
Digamos al fin que sus
obras dan claras cuenta de su intención mendaz. De aquél legado familiar de los
Sarmiento. Por eso dice: “si miento lo hago como don de familia, con la
naturalidad y sencillez de la verdad”[17].
Y en otra ocasión le dice a Avellaneda: “sabrá Ud. de aquella habilidad con que
sabemos rehacer la Historia”[18].
A su vez, más que conocidas son las palabras del prólogo al Facundo: “No vaya el historiador en
busca de la verdad gráfica a herir en las carnes del Facundo. Es éste un libro
sin pies ni cabeza, escrito con errores a designio (…), con el sólo propósito
de combatir a Rosas”. Comenta también el autor: Al escribir el Facundo fui
llevado por “un interés del momento, premioso y urgente”. “He creído necesario
hacinar sobre el papel mis ideas tales como se me presentan, sacrificando toda
pretensión literaria…”[19].
Y mintió, vale decirlo, después de que Antonino Aberastain, enemigo de Quiroga,
le prometiera buscar datos y documentos para su obra. Y en consecuencia, a
pesar de los ruegos para que “tenga paciencia”, Sarmiento prefirió mentir de
antemano[20].
Domingo Faustino,
entonces, fue un mentiroso y un embustero. El mismo dice: “Echaría al fuego
entonces [cuando se escribiese la historia verdadera], de buena gana, cuantas
páginas he dejado escapar en el combate”. Pero el sabio Don Quijote no sólo al
fuego hubiera arrojado los libros, sino a su autor: los historiadores que de mentiras se valen habrían de ser quemados como
los que hacen moneda falsa.
4.
Último
desagravio
Volvamos por un momento al episodio del
ministro uruguayo Huidobro. A los pocos días de su discurso fue entrevistado
telefónicamente por el canal CN23. Allí no sólo sostuvo lo declarado sino que
agregó, irónico, un pedido de “perdón” a la madre del prócer: “Perdón a la madre de Faustino Sarmiento”.
Además se permitió cambiar el calificativo de hijo de puta, por otro menos agresivo: “…vamos a cambiar lo de hijo de puta por alma podrida, queda más
elegante”. Pero no se percataron los medios de que este nuevo rótulo,
contiene una aseveración mucho más grave que la anterior, ya que se refiere al
alma de Sarmiento y, por lo tanto, habla a las claras, de algún destino
sobrenatural trágico.
Sin embargo, el benévolo ministro,
además de “historiador” es ahora “pontífice” y se tomó el trabajo de no
condenar al fuego eterno al “prócer”, sino que lo envío al mismísimo
Purgatorio: “Todo esto lo aprendí en
libros argentinos. Forma parte de la historia Argentina. El hombre que mandó a
matar a todos los gauchos, Sarmiento, no está en el Cielo sino en el
purgatorio”[21].
Bien hizo en desagraviar a doña Paula
Albarracín, ya que era una persona ejemplar. Es el mismo Sarmiento quien cuenta
en Recuerdos de provincia que sabía
leer y escribir, pero dado su quehacer, su inteligencia era poco cultivada.
Trabajó duramente de soltera para sostener quince hermanos huérfanos. Pero a
pesar de que el trabajo fatigoso la acompañó toda su vida, no se distrajo de
los cuidados espirituales. Oía misa sábados, domingos y lunes. El primero de
esos días “para conversar con la Virgen”;
el segundo “por ser de precepto”, el
tercero “para rogar por sus parientes y
amigos”. La Virgen de los Dolores era su madre; San José, su patrono; y Santo Domingo y San Vicente Ferrer, santos
dominicos, los protectores de su familia (de ahí el nombre de Domingo). “¡Recemos, hijitos, el rosario, que tengo
tanta necesidad!”. “Dios mismo –concluye Sarmiento– fue en su angustiada
vida el verdadero santo de su devoción. Dios ha entrado en todos sus actos, ha
estado presente todos los días viéndola luchar con la indigencia, cumplir con
sus deberes”.[22]
En cuanto al destino póstumo de
Sarmiento –y pese a que son muchos los historiadores que coinciden en que
Sarmiento se negó a recibir asistencia religiosa al momento de su muerte,
ordenando a su hija que no concurriese ningún sacerdote católico– nos limitamos
a compartir las palabras del P. Castellani: “Pudo
haber salvado su alma, si se arrepintió al morir de las gruesas macanas que
hizo –y escribió– en vida”[23].
5.
Pura
coincidencia
Hemos intentado, sucintamente, dar cuenta
de algunos de los errores y puntos negativos de Domingo Faustino Sarmiento,
partiendo de los dichos de Eleuterio Huidobro. Pues bien, ¿qué valoración final
debemos hacer sobre la figura y persona de Sarmiento?
Ignacio
Anzoátegui, de quien comenzábamos hablando, con su humor característico decía: “Sarmiento trajo tres plagas: los italianos,
los gorriones y las maestras normales”. Y el P. Castellani, en las páginas
en que traza su crítica literaria al autor sanjuanino, transcribe el siguiente
soneto:
“«Gran escritor y bárbaro absoluto»
Han dicho de Sarmiento… no es posible
Bárbaro y escritor no es compatible
Ni plebeyo y señor, discreto y bruto.
Es un rudo hablador, bronco hirsuto
De pasional facundia mal comible
De verba mulatesca incoercible.
Ignorante, grosero, disoluto.
Fue un gran hombre quizás, mas no un
poeta
Quizá un gran constructor, mas no lo
veo.
¿Un patriota, un político de veta?
Pero no lo alumbró el fulgor febeo…
As de la Neo idiotez semialfabeta
Informe, inestable, turbulento y feo”
Siguiendo
lo expuesto por Manuel Gálvez[24],
diremos que otros males de su obra fueron “el haber empujado al país hacia el
extranjerismo en las ideas y en las costumbres”. Aunque él tradujera y editara
varias veces sus famosos libritos religiosos, no cabe dudar de que hizo mucho daño
a la tradición católica del país y que ayudó al liberalismo a establecer la
absoluta laicidad de la escuela, que ha sido nociva a la moralidad general.
Entonces –se pregunta– ¿podemos proponerlo como ejemplo a los jóvenes? No.
Puesto que, lejos de ser ejemplar, Sarmiento vivió dando malos ejemplos. A los
21 años tuvo una hija natural y a los 34 un hijo adulterino. Se alababa de no
haber respetado otra voluntad que la suya. Fue muy mal hablado. Denigró a San
Martín. Perteneció a la masonería, sociedad secreta de fines ocultos y
condenada por la Iglesia que era la religión del Estado. Fue Materialista.
Contribuyó a que el país fuese entregado al extranjero. Representó la
indisciplina mental y la improvisación. Y no enseñó con su ejemplo a amar la
verdad, ni a respetar a los demás. “No hubo en el mundo entero hombre más
carente de él de las virtudes evangélicas: la humildad, la caridad, el amor al
prójimo…”.
-" ¡Hijo de Puta!" - "¡Bárbaro bruto!" |
Dios perdonó incluso a uno de los
ladrones crucificados a su lado. Perdonó a Dimas y le prometió que estaría
junto a Él en la Gloria, por haberse arrepentido y suplicado clemencia. También
perdonará a don Eleuterio Huidobro, el otro Sarmiento, siempre y cuando se
arrepienta de su arrogante impiedad. Siempre y cuando se duela de haber
detestado el grito de viva Cristo Rey,
porque “es un ultra conocido grito
fascista”. Y así, sólo así, podrá ingresar quizás, al mismo purgatorio en
el que, según él, se encuentra Sarmiento.
¿Quién es el alma podrida entonces, Sarmiento o Huidobro? Digamos que al menos el
ministro uruguayo todavía tiene tiempo para dejar de “parecerse” a quien
calificó de alma podrida, con razón o sin razón. Ya que hasta donde se ve es
tan canalla como su “otro yo”, o quizás peor. En ese caso podremos decir que cualquier parecido es pura coincidencia.
Mientras tanto tenemos para meditar aquella vieja sentencia ambrosiana que
asegura que la verdad, quienquiera que la
diga, proviene de Dios.
¡Viva
Cristo Rey!
Eduardo Peralta.
(San Juan, 5 de mayo de 2014)
[1] Las palabras del discurso pueden
oírse en: https://www.youtube.com/watch?v=X5H7JS6xhRg
[3] La entrevista se puede ver en: http://www.diariolaventana.com.ar/articulo.php?id=24133
Al final de la entrevista, la última pregunta, hizo referencia al papel en la
historia argentina de la Iglesia y la Masonería. La respuesta fue, entre otros
conceptos la siguiente: “Había un poder muy fuerte [en el S. XIX] que fue
trasmutando en clubes de poder. Yo creo que la Masonería no tiene hoy el poder
que tenía en el S. XVIII y XIX en la historia argentina. La Iglesia obviamente
sigue siendo un poder muy importante. Cada vez menos importante, creo que por
sus propios errores y por su anacronismo. Anacronismo que sigue hablando en
términos preconciliares, a pesar de que hubo un concilio extraordinario como el
Vaticano II, impulsado hace 50 años por Juan XXIII. Era la opción por los
pobres, la promoción de las iglesias locales, el acercamiento hacia la gente, a
la problemática de la mujer. Parece que todo fue tabla rasa. Y estamos
presentes ante una Iglesia en una de las etapas más conservadoras de la
Historia”. Además de estas burradas, reconoció que Sarmiento, Mitre,
Avellaneda, etc., eran masones. También confirma la alianza masónica de Pavón.
Y sobre la condición masónica de Perón responde: “Perón no. Se sigue estudiando
el tema, pero lo más probable es que no. De hecho la Masonería fue un elemento
importante en la llamada Revolución Libertadora. Es algo totalmente
descartado”. (sic)
[4] Puede verse el artículo “Felipe Pigna: otro agente criollo de la
Common Wealth”, de Cristián Rodrigo Iturralde (http://cristianrodrigoiturralde.blogspot.com.ar/2014/04/felipepigna-otro-agente-criollo-de-la.html).
El artículo corresponde al apartado con el mismo título, correspondiente al
Capítulo III
de la obra “1942: Fin de la Barbarie, comienzo de la
Civilización en América”,
Tomo I, Ediciones
Buen Combate, Buenos Aires, 2014, pp. 93-99.
[5]“¿Por
qué no quieren a Sarmiento?” en El Nuevo Diario, edición Nº 1622, viernes 2 de
mayo de 2014, p. 6.
[7]Cfr.
http://www.diariolaprovinciasj.com/educacion/2014/4/30/gioja-bajo-tono-malestar-dichos-ministro-uruguayo-pidio-polemizar-12538.html
[8] Manuel Gálvez, “Vida de Sarmiento”, 13ra edición (1ra
en 1945), Ed. Dictio, Buenos Aires, p. 422.
[9] Horacio Videla, “Sarmiento: acusación y defensa”, Fondo
cultural Universidad Católica de Cuyo, San Juan, 1965, p. 46
[10] Carta del 18 de Noviembre de
1963.
[11] Dice Gálvez: “Sarmiento se
reconocerá como autor de la muerte del Chacho, salvo en una ocasión, en el
Senado, en que culpa a Mitre, a Paunero, a Rawson y a Irrazábal. A su amiga
norteamericana le dirá que el caudillo murió a sus manos. Otra vez declarará: «Acabé con el Chacho». Y en 1874, al dar
sus datos al nieto para la cuarta edición del Facundo, dice, hablando de sí en
tercera persona: «Destruyó al Chacho, a
quien venció en batalla».” (op. cit., p. 449)
[12] Cfr. Manuel Gálvez, “Vida de Juan Manuel de Rosas”,
Editorial Claridad, Buenos Aires, 1997, p. 482.
[13] Cfr. “La época de Rosas”, Tomo V (“Los unitarios y la traición a la
Patria”), Plus Ultra, Buenos Aires, 1965, p. 146.
[16]“Lugones-Esencia
del Liberalismo-Nueva Crítica Literaria”, Ed. Dictio, Biblioteca del
Pensamiento Nacionalista Argentino (VII), Buenos Aires, 1976, pp. 294-299.
[17]Carta a Manuel Rafael García, del
26 de octubre de 1868.
[18] Carta del 16 de diciembre de
1866.
[19]D. F. Sarmiento, “Facundo”, Obras Completas, T. VII, p.
154.
[20] Aberastain le dice en carta: “…amigo,
la obra que va Vd. a emprender es importantísima, lo más importante que pueda
proponerse. Creo que merece un poco de calma, y suplico a usted la tenga hasta
la salida de la “Esperanza” el próximo vapor. Sacrifique Vd. su impaciencia en
obsequio de esa importancia. Yo prometo a Vd. datos precisos sobre el carácter
particularmente de Quiroga… Le repito tenga Vd. un poco de paciencia hasta que
pueda mandar los datos recogidos.” Sarmiento, Obras Completas, Tomo XLV, p. 95.
Citado por Carlos R. Marco, “Don Juan
Manuel de Rosas. Sus detractores y sus panegiristas”, Tomo I, Ed. Mendoza,
Mendoza, 1953, p. 42. En esta obra, Carlos Marco, dedica una gran parte para detallar
“Las inexactitudes Históricas en el Facundo”. Cfr. pp 57-203.
[22] D. F. Sarmiento, “Recuerdos de Provincia”, Obras
Completas, Tomo III, p. 131. Cfr. Horacio Videla, “Historia de San Juan”, Tomo IV (Época Patria, 1836-1862), Academia
del Plata – Universidad Católica de Cuyo, Bs. As. - San Juan, 1976.
[23] Op. cit., p. 296.
[24] Cfr. “Vida de Sarmiento”, op. cit., pp. 802-804.
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