(Por Rodolfo Papa)[1]
¿Qué es la belleza?
Una larga tradición
filosófica ha reflexionado sobre la belleza, buscando la explicación sobre que
es, como la conocen los hombres, como la disfrutan, profundizando en la
experiencia común, que es el punto de partida de toda buena explicación.
De esta reflexión
surge que el disfrute de la belleza, natural o artística, se caracteriza por un "placer" que reúne no sólo los sentidos, sino a toda la persona: emociones y pasiones; razón e intelecto; se trata de un placer no destinado a lo útil, por tanto, un
placer desinteresado, un placer por placer: esto es un probar placer frente a
cualquier cosa que se conoce, sin quererla comprar, poseer, modificar, firmar.
La belleza tiene un
vínculo particular con la vista. Santo Tomás de Aquino con su célebre
afirmación «Pulchrum est quod visum placet» (Summa Theologiae, I,
q. 5, a .
4, ad 1um), indica de lo bello importa la aprehensión y en modo especial el
disfrute: lo bello es "agradable al conocimiento"(Ibid., II-II, q.
27, a .
1, ad 3um) porque lo bello exige ser "conocido".
La belleza además, tiene
características constantes, como la armonía y la regularidad, que el mismo
Santo Tomás afirma con la "integritas sive proportio", o la
certeza, en la "debita proportio sive consonantia", o en la
"claritas", o en el esplendor corpóreo o espiritual: La
belleza del cuerpo consiste en el tener los miembros bien proporcionados (debita
proportio), con la luminosidad debida al color (claritas).
La belleza espiritual
consiste en el hecho de que el comportamiento y las acciones de una persona
estén bien proporcionadas (proportio) según la luz de la razón (claritas)
(Ibid., I, q. 39, a .
8, resp.).
Esta definición de la
belleza, que algunos tachan de intelectualista, constituye el análisis racional
de experiencia común y general; confirmando esto, existen distintas búsquedas
de orden psicológico y antropológico que confirman como, desde niños e
independientemente de la cultura, se tiende a reconocer como bello y agradable
lo que es armonioso y proporcionado.
Sin embargo, en los
últimos diez años, se ha ido consolidando una concepción de la belleza separada
totalmente del conocimiento sensorial y racional, divorciada totalmente del
placer estético y de la experiencia común.
Se trata precisamente de
un "concepto" de belleza construido por algunos teóricos sin nexo
alguno con la realidad y con la visión.
Sobre la base de este
presupuesto nacieron, contemporáneamente, diversas tipologías de arte,
hermanadas por esta esotérica concepción de la belleza (belleza como ausencia,
como falta de armonía, como algo extraño...). En estos "objetos" no
se llega a apreciar la belleza de ninguna de las maneras, pero algunos adeptos
a estas obras, dicen que la belleza sí que está presente.
Suceden entonces
desconcertantes e hilarantes situaciones, que, me parece que pueden ser
descritas por la fábula "Los vestidos nuevos del emperador", escrita
por Hans Christian Andersen, conocido autor que vivió entre el 1805 y el 1875.
La fábula cuenta la
historia de un emperador muy vanidoso que es engañado por dos estafadores, que
dicen tener un tipo de tela tan bella que sólo los estúpidos no pueden ver. Así
engañan al emperador con una tela inexistente que él finge ver y admira su belleza
para no ser considerado estúpido. Pide a los estafadores que le confeccionen un
vestido con esa tela, y todos los dignatarios de la corte y después los
ciudadanos fingen admirar el traje, pensando que no ven la belleza de la tela
porque no son capaces de disfrutarla. Sólo un niño tiene la valentía de
exclamar que el emperador está desnudo y sólo entonces el gentío tiene el
coraje de creer a sus propios ojos y de reconocer que no veían nada.
Bueno, a menudo, paseando
en las salas de muchos museos de arte contemporáneo, se ve a muchos emperadores
vanidosos, cortesanos y ciudadanos, que fingen admirar una belleza que parece
estar reservada sólo a mentes superiores, hasta que alguno, con la inocencia de
los sencillos, tiene la valentía de decir que no hay absolutamente nada.
ROMA, martes 1° de Febrero, 2011. (Zenit.org)
[1] Rodolfo
Papa es historiador de arte, profesor de historia de las teorías
estéticas en la Facultad
de Filosofía de la
Pontificia Universidad Urbaniana de Roma; presidente de la Accademia Urbana
delle Arti. Pintor, miembro
ordinario de laPontificia Insigne Accademia di Belle Arti e Lettere dei
Virtuosi al Pantheon. Autor de ciclos pictóricos de arte sacro en
diversas basílicas y catedrales. Se interesa en cuestiones iconológicas
relativas al arte del Renacimiento y el Barroco, sobre el que ha escrito
monografías y ensayos; especialista en Leonardo y Caravaggio, colabora con
numerosas revistas; tiene desde el año 2000 un espacio semanal de historia del
arte cristiano en Radio Vaticano.
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