(Por Eduardo Peralta)
De pañuelos Verdes y Celestes
(Algo más que un trozo de tela)
“Contrarrevolución
no es hacer
la
revolución en sentido contrario,
sino
hacer lo contrario de la Revolución”
(Joseph de Maistre)
El
tema del aborto va y viene. Pañuelazos,
corpiñazos, disturbios, pintadas, manifestaciones violentas, por un lado. Por
otro, marchas, timbreos, twitazos, suelta de globos, rezos, etc. A la hora de
defender la vida se han puesto en juego distintas metodologías y medios para dar
un mensaje y lograr que se rechace la aprobación del proyecto de ley. Algunos
de ellos son legítimos, otros discutibles, otros más o menos visibles, más o
menos efectivos, más o menos populares, más o menos logrados, más o menos
erróneos. Sí, erróneos.
El
debate está instalado en las redes sociales. Y precisamente mirando esas mismas
redes nos anoticiamos que en la tarde del pasado 15 de mayo se presentó ante el
Congreso de la Nación el “pañuelo celeste contra la legalización del aborto”[1],
hecho que nos llamó profundamente la atención ya que no pensamos que llegaría
tan lejos una idea que habíamos escuchado reiteradas veces y a la cual nos
hemos opuesto por distintos motivos. La iniciativa fue llevada a cabo por la
ONG “Más Vida”[2], organización a la cual
reconocemos y agradecemos numerosas tareas provida dignas de encomio e
imitación –hay que decirlo–, pero que con esta acción parece estar borrando con
el codo, o más bien con el pañuelo, lo que ha escrito anteriormente con la mano.
El
director de la organización, Raúl Magnasco, expresó ante los medios que “se
espera que esta sea la insignia que identifique a los grupos provida”. De este
modo, el mentado pañuelo contrastaría con el color verde de la prenda que
utilizan las organizaciones abortistas. Sin embargo el pañuelo celeste no es
una novedad, sino que “tiene su origen en 2001, cuando a un grupo de mujeres
involucradas en el aspecto social de la Nación, decidieron unirse en apoyo a la
lucha de las Madres de Plaza de Mayo, de los desocupados y demás población
vulnerable”[3].
Sabemos
muy bien que al hablar de símbolos no nos referimos a cosas menores. Todo lo
contrario. Mucho más si se habla de cuestiones significativas y trascendentes
como la vida humana en su constante condición de amenaza, en este caso por el
crimen abominable del aborto. Nos resulta totalmente desacertado, entonces, que
se utilice para la defensa de tales valores un elemento tan endeble y
contraproducente. Y esto por cuatro motivos fundamentales:
En
primer lugar porque no se trata de un juego. No somos equipos de fútbol. Los
medios de comunicación así lo han mostrado al equiparar y al haber puesto
luciendo sus pañuelos a las mujeres que defienden una u otra postura, una al
lado de la otra. El mismo Raúl Magnasco ha dicho “cuando empiece el mundial, es muy probable que no haya más pañuelos
verdes ni celestes”.
En
segundo lugar, porque con tal actitud estamos equiparándonos, rebajándonos y
poniéndonos al mismo nivel que todo el lobby feminista y abortista. Ya es
suficiente con que a veces se pretenda que hagamos caso omiso de algunas
cuestiones que nos diferencian entre nosotros, unas menos accidentales que
otras, como para tener que bajarnos a portar un pañuelo, lo cual no es signo de
gallardía ni entereza, sino de barbarie. Hemos visto que esos mismos pañuelos
verdes son utilizados para cubrir los rostros -mas no los pechos- de quienes
cometen actos vandálicos y sacrílegos.
En
tercer lugar, proponer tal iniciativa es una muestra de falta de creatividad y
sagacidad: como si no sobraran metodologías, medios y recursos para transmitir
el mensaje de la defensa del inocente. En justificación del pañuelo añade
Magnasco: “optamos por el celeste por su
parecido con los colores patrios y está relacionado con nuestra identidad”.
A lo cual bien podríamos responder que si hay un elemento que muestra
consonancia con nuestra identidad, ese es el símbolo de la Bandera Nacional,
que es celeste y blanco no por mero capricho, sino por deliberada intención de
su mentor que le puso los colores del manto de la Inmaculada. Pero, claro, olvidemos
la bandera ya que mejor es un pañuelo. Y añade Raúl que “en última instancia no importa un color o un atuendo”.
Hay
algo aquí que no cierra: ¿se opta por el color celeste por el parecido con el símbolo
patrio y luego se afirma que no importa ni el color ni el atuendo? Eso, amigos,
es falta de sagacidad. Pero también es falta de creatividad afirmar: “tampoco tuvimos tiempo de hacer mucho más,
así que van a ser muy sencillos”, “cada uno decide si usarlo día a día”,
“algunos lo llevan colgando de su mochila o de la cartera en el caso de las
mujeres”.[4] Pasamos de tener un símbolo
a lucir un accesorio de vestuario.
En
cuarto lugar el pañuelo es rechazable porque al aceptarlo estamos adoptando y utilizando
las mismas estrategias que el enemigo, cayendo así en la desdichada dialéctica
que tanto proclaman y que tanto pregonan estos grupos de izquierda. Se hace lo
que ellos quieren. Es lo que esperaban: que nos rebajemos, que confrontemos en
su idioma, dialécticamente, sin el uso de la razón, superficialmente, con
colores y trapos.
Como
resumen de estos cuatro motivos podemos agregar lo que reza la cita del
comienzo, que viene a ser justamente la razón fundamental por la que nos
oponemos al pañuelo del color que fuere. En efecto, Joseph de Maistre, uno de
los grandes pensadores que se opuso a la revuelta de 1789 en Francia, tuvo la
lucidez y sagacidad para advertir que “contrarrevolución no es hacer la
revolución en sentido contrario, sino hacer lo contrario de la revolución”. Por
consiguiente, mientras las hordas feministas se quitan sus harapos descubriendo
su cuerpo, nosotros lo debemos cubrir velando lo que debe ser protegido con
recato y pudor. Al tiempo de que la contranatura, la cultura de la muerte y el
hedonismo se imponen radicalmente en las costumbres, nuestro deber es proteger
la familia, defender la vida y promover el amor verdadero. Mientras la masa vandálica destruye monumentos
y pretende incendiar templos o comete toda clase de sacrilegios, nosotros deberíamos
doblar las rodillas en adoración, imitando la conducta de los santos, y honrar
la memoria de los héroes, sin temer hacer justicia frente a los ataques
propinados contra ellos.
No
olvidemos que la causa principal por la que los grupos abortistas utilizan un
pañuelo y otras simbologías, no es precisamente por amor al color de la
esperanza o por convicción o moda, sino por el rechazo profundo que sienten
contra los símbolos patrios y contra todo orden o jerarquía. ¿Vieron alguna vez
en sus manifestaciones alguna bandera nacional? Para ellos no hay religión pero
tampoco patrias. Tampoco hay familias. Por otra parte es un hecho que las
divisiones y diferencias internas que hay entre estas organizaciones no son
menores, aunque están unidas por algo que las engloba, llamado contracultura o cultura de la muerte.
En
estos días, cuando leíamos algunas notas y escritos para reafirmar algunas
verdades y conocer otras tantas sobre terrenos como el Derecho o la Bioética,
nos topamos nuevamente con un artículo de divulgación de hace algunos años y
que lleva un título sugestivo para lo que tratamos en la presente nota. Es de
Antonio Caponnetto y se titula Buenas
Causas, Mal Defendidas[5],
escrito justamente a propósito de la campaña contra el aborto. Allí se describe
y denuncia desvaríos similares a los presentes y aún mayores. Pero no podemos
dejar de traer a cuento tres cosas que allí se mencionan. Primero, aquello de
Charles Maurras: “la Revolución verdadera
no es la Revolución en la calle, es la manera de pensar revolucionaria”.
Quizás hoy agregaría a la frase “y la
manera de vestir”. No sólo si hablamos como ellos, también si vestimos como
ellos, terminaremos siendo como ellos. Segundo: aquello de Donoso Cortés
(“detrás de toda cuestión política hay una cuestión religiosa”). Y es que esto
se busca omitir y hacer callar, no sólo por aquellos de quienes esperamos tal
actitud, sino por los que se dicen de nuestras filas. “La causa por la vida
–afirma la organización MásVida en su sitio oficial–, no reconoce un origen
identificado con principios religiosos, partidarios, de sexo, raza o
nacionalidad”. Lo cual es entendible, es una ONG, no la comisión Pro-templo.
Pero aún así, no podemos aceptar que se nos diga que hay que hacer foco
“únicamente en lo que nos importa a todos: salvar del aborto a las personas por
nacer”, como dice un autor del sitio[6].
Porque no hemos nacido simplemente para vivir, sino para morir algún día y así
vivir de la Vida con mayúsculas, gozando de la visión del que nos crió. Y es
ese el principal motivo por el que deseamos que esos niños nazcan: para que
renazcan con el agua bautismal. Es un acierto decir que a menudo la “v” es muy corta[7].
Por último, lo tercero, nos hacemos eco de las siguientes palabras, y lo
hacemos a la par que colaboramos activamente en muchas de las actividades
provida que se están llevando a cabo:
“…ocurre que los organizadores y
promotores más salientes de las genéricamente llamadas marchas pro vida, no
dejan confusión por perpetrar. Son personas bien intencionadas, honestas,
laboriosas, quizás algunos hasta de conducta santa. Celebramos sus talentos y
esfuerzos, que no son pocos. Subrayamos también sus virtudes. Pero la miopía
doctrinal en la que se encuentran les juega una mala pasada.”[8]
Otros
tantos desaciertos han debido colarse por algunas rendijas en el gran abanico
de la lucha provida. Por ejemplo, el consabido lugar común del demonio del
nazismo, sumado al grueso error histórico de los números que se repiten. Por
eso la organización no vacila en aclarar que su fin es “lograr objetivos
fundados en los Derechos Humanos”, que “los nazis asesinaron aproximadamente 6
millones de judíos” y que “cuando se trata de proyectos controvertidos de baja
aceptación, generalmente se genera el impulso legislativo y luego se intenta
convencer a la población que es lo mejor (el exterminio de judíos en la
Alemania nazi es el mejor ejemplo), para luego alcanzar ciertas ‘mayorías’”. De
las víctimas del comunismo, no hay rastros. Otrosí se diga de las palabras de
Ayelén Alancay, vicepresidenta de MásVida, quien luciendo el pañuelo celeste ha
brindado numerosas entrevistas a los medios, utilizando contra los argumentos
abortistas un recurso valiosísimo, contundente y real: la vida del hijo que lleva
en su vientre. Sin embargo, en el programa de TV “Hoy nos toca a la tarde”,
expresó: “me parece muy bueno que se dé
el debate”, mientras la militante feminista a su lado, luciendo el pañuelo
verde, con esa respuesta ya ganaba toda discusión. ¿Acaso la vida de su hijo
merece ser debatida?
El
lenguaje, la vestimenta, los símbolos, los conceptos, no son cosas menores.
Tenemos muy en claro lo que es el uso de un color como recurso válido de
uniformidad o distinción. Sabemos la diferencia entre una marcha y una caravana
y el efecto distinto que puede tener cada una. Pero también sabemos lo que
significa nuestra Bandera Nacional, conocemos bien nuestra identidad como
argentinos y sabemos que peor que matar a un inocente es que el que lo haga sea
el mismo progenitor. Somos conscientes de que en esta lucha hay que ser
prudentes y astutos, pero no podemos confundir eso anulando la condición de
creaturas. Hemos aprendido que más que “vivir” es “vivir para”, “vivir hacia”. Por
eso nos preguntamos con Magnasco: “¿Por qué no llamamos a las cosas por su
nombre?”[9].
No podemos contentarnos con salvar las dos vidas de la muerte del cuerpo. Es
preciso hacer algo por la salvación de su alma. Lo mismo sucede con esta Patria
desmembrada. Para salvarla –cosa que
no depende de nosotros–, hay que dejar de machacarnos con un voluntarismo
irremediable y darse finalmente con el mazo, pero rodilla en tierra, a ver si
esa gracia se nos concede.
Nos
queda una pregunta y cuestión sin resolver: ¿para cuándo el pañuelazo?
¡Viva Cristo Rey!
Eduardo Peralta
San Juan, 17 de mayo de
2018.
[5] En revista Cabildo, 3ra época, Año XII, N° 93, pp. 10-12.
[6]Ezequiel Aníbal Martínez, Sobre feminismo, religión y aborto… y un
mensaje de unión. Cfr. www.masvidaoficial.org/sobre-feminismo-religion-y-aborto-y-un-mensaje-de-union/
[7] P. Diego de Jesús, Cuando la ve es muy corta. Cfr. www.caminante-wanderer.blogspot.com.ar/2018/03/?m=0
[8] Antonio Caponnetto, art. cit., p. 10.
[9] Raúl Magnasco, ¿Por qué no llamamos a las cosas por su
nombre?. Cfr. www.masvidaoficial.org/por-que-no-llamamos-a-las-cosas-por-su-nombre/