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jueves, 17 de mayo de 2018

DE PAÑUELOS VERDES Y CELESTES: algo más que un trozo de tela

(Por Eduardo Peralta)



De pañuelos Verdes y Celestes
(Algo más que un trozo de tela) 


“Contrarrevolución no es hacer
la revolución en sentido contrario,
sino hacer lo contrario de la Revolución”

(Joseph de Maistre)

        El tema del aborto va  y viene. Pañuelazos, corpiñazos, disturbios, pintadas, manifestaciones violentas, por un lado. Por otro, marchas, timbreos, twitazos, suelta de globos, rezos, etc. A la hora de defender la vida se han puesto en juego distintas metodologías y medios para dar un mensaje y lograr que se rechace la aprobación del proyecto de ley. Algunos de ellos son legítimos, otros discutibles, otros más o menos visibles, más o menos efectivos, más o menos populares, más o menos logrados, más o menos erróneos. Sí, erróneos.
            El debate está instalado en las redes sociales. Y precisamente mirando esas mismas redes nos anoticiamos que en la tarde del pasado 15 de mayo se presentó ante el Congreso de la Nación el “pañuelo celeste contra la legalización del aborto”[1], hecho que nos llamó profundamente la atención ya que no pensamos que llegaría tan lejos una idea que habíamos escuchado reiteradas veces y a la cual nos hemos opuesto por distintos motivos. La iniciativa fue llevada a cabo por la ONG “Más Vida”[2], organización a la cual reconocemos y agradecemos numerosas tareas provida dignas de encomio e imitación –hay que decirlo–, pero que con esta acción parece estar borrando con el codo, o más bien con el pañuelo, lo que ha escrito anteriormente con la mano.
            El director de la organización, Raúl Magnasco, expresó ante los medios que “se espera que esta sea la insignia que identifique a los grupos provida”. De este modo, el mentado pañuelo contrastaría con el color verde de la prenda que utilizan las organizaciones abortistas. Sin embargo el pañuelo celeste no es una novedad, sino que “tiene su origen en 2001, cuando a un grupo de mujeres involucradas en el aspecto social de la Nación, decidieron unirse en apoyo a la lucha de las Madres de Plaza de Mayo, de los desocupados y demás población vulnerable”[3].
            Sabemos muy bien que al hablar de símbolos no nos referimos a cosas menores. Todo lo contrario. Mucho más si se habla de cuestiones significativas y trascendentes como la vida humana en su constante condición de amenaza, en este caso por el crimen abominable del aborto. Nos resulta totalmente desacertado, entonces, que se utilice para la defensa de tales valores un elemento tan endeble y contraproducente. Y esto por cuatro motivos fundamentales:
            En primer lugar porque no se trata de un juego. No somos equipos de fútbol. Los medios de comunicación así lo han mostrado al equiparar y al haber puesto luciendo sus pañuelos a las mujeres que defienden una u otra postura, una al lado de la otra. El mismo Raúl Magnasco ha dicho “cuando empiece el mundial, es muy probable que no haya más pañuelos verdes ni celestes”.
            En segundo lugar, porque con tal actitud estamos equiparándonos, rebajándonos y poniéndonos al mismo nivel que todo el lobby feminista y abortista. Ya es suficiente con que a veces se pretenda que hagamos caso omiso de algunas cuestiones que nos diferencian entre nosotros, unas menos accidentales que otras, como para tener que bajarnos a portar un pañuelo, lo cual no es signo de gallardía ni entereza, sino de barbarie. Hemos visto que esos mismos pañuelos verdes son utilizados para cubrir los rostros -mas no los pechos- de quienes cometen actos vandálicos y sacrílegos.
            En tercer lugar, proponer tal iniciativa es una muestra de falta de creatividad y sagacidad: como si no sobraran metodologías, medios y recursos para transmitir el mensaje de la defensa del inocente. En justificación del pañuelo añade Magnasco: “optamos por el celeste por su parecido con los colores patrios y está relacionado con nuestra identidad”. A lo cual bien podríamos responder que si hay un elemento que muestra consonancia con nuestra identidad, ese es el símbolo de la Bandera Nacional, que es celeste y blanco no por mero capricho, sino por deliberada intención de su mentor que le puso los colores del manto de la Inmaculada. Pero, claro, olvidemos la bandera ya que mejor es un pañuelo. Y añade Raúl que “en última instancia no importa un color o un atuendo”.
            Hay algo aquí que no cierra: ¿se opta por el color celeste por el parecido con el símbolo patrio y luego se afirma que no importa ni el color ni el atuendo? Eso, amigos, es falta de sagacidad. Pero también es falta de creatividad afirmar: “tampoco tuvimos tiempo de hacer mucho más, así que van a ser muy sencillos”, “cada uno decide si usarlo día a día”, “algunos lo llevan colgando de su mochila o de la cartera en el caso de las mujeres”.[4] Pasamos de tener un símbolo a lucir un accesorio de vestuario.
            En cuarto lugar el pañuelo es rechazable porque al aceptarlo estamos adoptando y utilizando las mismas estrategias que el enemigo, cayendo así en la desdichada dialéctica que tanto proclaman y que tanto pregonan estos grupos de izquierda. Se hace lo que ellos quieren. Es lo que esperaban: que nos rebajemos, que confrontemos en su idioma, dialécticamente, sin el uso de la razón, superficialmente, con colores y trapos.
            Como resumen de estos cuatro motivos podemos agregar lo que reza la cita del comienzo, que viene a ser justamente la razón fundamental por la que nos oponemos al pañuelo del color que fuere. En efecto, Joseph de Maistre, uno de los grandes pensadores que se opuso a la revuelta de 1789 en Francia, tuvo la lucidez y sagacidad para advertir que “contrarrevolución no es hacer la revolución en sentido contrario, sino hacer lo contrario de la revolución”. Por consiguiente, mientras las hordas feministas se quitan sus harapos descubriendo su cuerpo, nosotros lo debemos cubrir velando lo que debe ser protegido con recato y pudor. Al tiempo de que la contranatura, la cultura de la muerte y el hedonismo se imponen radicalmente en las costumbres, nuestro deber es proteger la familia, defender la vida y promover el amor verdadero. Mientras la masa vandálica destruye monumentos y pretende incendiar templos o comete toda clase de sacrilegios, nosotros deberíamos doblar las rodillas en adoración, imitando la conducta de los santos, y honrar la memoria de los héroes, sin temer hacer justicia frente a los ataques propinados contra ellos.
            No olvidemos que la causa principal por la que los grupos abortistas utilizan un pañuelo y otras simbologías, no es precisamente por amor al color de la esperanza o por convicción o moda, sino por el rechazo profundo que sienten contra los símbolos patrios y contra todo orden o jerarquía. ¿Vieron alguna vez en sus manifestaciones alguna bandera nacional? Para ellos no hay religión pero tampoco patrias. Tampoco hay familias. Por otra parte es un hecho que las divisiones y diferencias internas que hay entre estas organizaciones no son menores, aunque están unidas por algo que las engloba, llamado contracultura o cultura de la muerte.
            En estos días, cuando leíamos algunas notas y escritos para reafirmar algunas verdades y conocer otras tantas sobre terrenos como el Derecho o la Bioética, nos topamos nuevamente con un artículo de divulgación de hace algunos años y que lleva un título sugestivo para lo que tratamos en la presente nota. Es de Antonio Caponnetto y se titula Buenas Causas, Mal Defendidas[5], escrito justamente a propósito de la campaña contra el aborto. Allí se describe y denuncia desvaríos similares a los presentes y aún mayores. Pero no podemos dejar de traer a cuento tres cosas que allí se mencionan. Primero, aquello de Charles Maurras: “la Revolución verdadera no es la Revolución en la calle, es la manera de pensar revolucionaria”. Quizás hoy agregaría a la frase “y la manera de vestir”. No sólo si hablamos como ellos, también si vestimos como ellos, terminaremos siendo como ellos. Segundo: aquello de Donoso Cortés (“detrás de toda cuestión política hay una cuestión religiosa”). Y es que esto se busca omitir y hacer callar, no sólo por aquellos de quienes esperamos tal actitud, sino por los que se dicen de nuestras filas. “La causa por la vida –afirma la organización MásVida en su sitio oficial–, no reconoce un origen identificado con principios religiosos, partidarios, de sexo, raza o nacionalidad”. Lo cual es entendible, es una ONG, no la comisión Pro-templo. Pero aún así, no podemos aceptar que se nos diga que hay que hacer foco “únicamente en lo que nos importa a todos: salvar del aborto a las personas por nacer”, como dice un autor del sitio[6]. Porque no hemos nacido simplemente para vivir, sino para morir algún día y así vivir de la Vida con mayúsculas, gozando de la visión del que nos crió. Y es ese el principal motivo por el que deseamos que esos niños nazcan: para que renazcan con el agua bautismal. Es un acierto decir que a menudo la “v” es muy corta[7]. Por último, lo tercero, nos hacemos eco de las siguientes palabras, y lo hacemos a la par que colaboramos activamente en muchas de las actividades provida que se están llevando a cabo:
            “…ocurre que los organizadores y promotores más salientes de las genéricamente llamadas marchas pro vida, no dejan confusión por perpetrar. Son personas bien intencionadas, honestas, laboriosas, quizás algunos hasta de conducta santa. Celebramos sus talentos y esfuerzos, que no son pocos. Subrayamos también sus virtudes. Pero la miopía doctrinal en la que se encuentran les juega una mala pasada.”[8]
            Otros tantos desaciertos han debido colarse por algunas rendijas en el gran abanico de la lucha provida. Por ejemplo, el consabido lugar común del demonio del nazismo, sumado al grueso error histórico de los números que se repiten. Por eso la organización no vacila en aclarar que su fin es “lograr objetivos fundados en los Derechos Humanos”, que “los nazis asesinaron aproximadamente 6 millones de judíos” y que “cuando se trata de proyectos controvertidos de baja aceptación, generalmente se genera el impulso legislativo y luego se intenta convencer a la población que es lo mejor (el exterminio de judíos en la Alemania nazi es el mejor ejemplo), para luego alcanzar ciertas ‘mayorías’”. De las víctimas del comunismo, no hay rastros. Otrosí se diga de las palabras de Ayelén Alancay, vicepresidenta de MásVida, quien luciendo el pañuelo celeste ha brindado numerosas entrevistas a los medios, utilizando contra los argumentos abortistas un recurso valiosísimo, contundente y real: la vida del hijo que lleva en su vientre. Sin embargo, en el programa de TV “Hoy nos toca a la tarde”, expresó: “me parece muy bueno que se dé el debate”, mientras la militante feminista a su lado, luciendo el pañuelo verde, con esa respuesta ya ganaba toda discusión. ¿Acaso la vida de su hijo merece ser debatida?
            El lenguaje, la vestimenta, los símbolos, los conceptos, no son cosas menores. Tenemos muy en claro lo que es el uso de un color como recurso válido de uniformidad o distinción. Sabemos la diferencia entre una marcha y una caravana y el efecto distinto que puede tener cada una. Pero también sabemos lo que significa nuestra Bandera Nacional, conocemos bien nuestra identidad como argentinos y sabemos que peor que matar a un inocente es que el que lo haga sea el mismo progenitor. Somos conscientes de que en esta lucha hay que ser prudentes y astutos, pero no podemos confundir eso anulando la condición de creaturas. Hemos aprendido que más que “vivir” es “vivir para”, “vivir hacia”. Por eso nos preguntamos con Magnasco: “¿Por qué no llamamos a las cosas por su nombre?”[9]. No podemos contentarnos con salvar las dos vidas de la muerte del cuerpo. Es preciso hacer algo por la salvación de su alma. Lo mismo sucede con esta Patria desmembrada. Para salvarla –cosa que no depende de nosotros–, hay que dejar de machacarnos con un voluntarismo irremediable y darse finalmente con el mazo, pero rodilla en tierra, a ver si esa gracia se nos concede.
            Nos queda una pregunta y cuestión sin resolver: ¿para cuándo el pañuelazo?

            ¡Viva Cristo Rey!
            Eduardo Peralta
San Juan, 17 de mayo de 2018.



[5] En revista Cabildo, 3ra época, Año XII, N° 93, pp. 10-12.
[6]Ezequiel Aníbal Martínez, Sobre feminismo, religión y aborto… y un mensaje de unión. Cfr. www.masvidaoficial.org/sobre-feminismo-religion-y-aborto-y-un-mensaje-de-union/
[7] P. Diego de Jesús, Cuando la ve es muy corta. Cfr. www.caminante-wanderer.blogspot.com.ar/2018/03/?m=0
[8] Antonio Caponnetto, art. cit., p. 10.
[9] Raúl Magnasco, ¿Por qué no llamamos a las cosas por su nombre?. Cfr. www.masvidaoficial.org/por-que-no-llamamos-a-las-cosas-por-su-nombre/