Un poco de
historia
En el 480 a.C.,
300 guerreros espartanos se atrincheraron en el paso de las Termópilas
impidiendo que el ejército persa invadiera Grecia y aniquilara su cultura. El
sacrificio de Leónidas y sus guerreros significó la victoria definitiva sobre
las pretensiones persas sobre la península.
En el 732 Carlos
Martel vence a los musulmanes en Poitiers frenando de una vez y para siempre el
avance islámico hacia el corazón de Europa. Su nieto Carlomagno los expulsaría
definitivamente de la península Ibérica.
En 1571 la
Santa Liga salió al encuentro de la armada otomana en Lepanto y puso fin al
expansionismo musulmán en el Mediterráneo. Miguel de Cervantes Saavedra, el
Manco de Lepanto, la calificó como “la más memorable y alta ocasión que vieron
los pasados siglos, ni esperan ver los venideros”.
¿Qué es lo que tienen en común estos
acontecimientos históricos? Que de no ser por ellos hoy no estaríamos acá,
en Argentina, en América siendo quienes somos.
¿Quiénes
somos?
El Día de la
Raza, fecha hoy tan bastardeada, se conmemora la llegada de Colón al Continente
Americano y la posterior conquista y evangelización de estas tierras. Los
conquistadores trajeron el cristianismo y la hispanidad. ¿Y qué es la
hispanidad?
Lejos de la
leyenda negra que predica la masacre y aniquilación sanguinaria de los nativos
americanos, la hispanidad es ante todo una identidad. Identidad y cultura que
se remonta a la Acrópolis de Atenas y el Foro Romano, al gótico de Chartres y a
la Universidad de París, a la Basílica de San Pedro y la Piedad de Miguel
Ángel, al Mesías de Haendel y a la Inmaculada de El Greco, al Quijote de
Cervantes y al Martín Fierro de José Hernández.
Hispanidad son
también las Cruzadas en Tierra Santa, la Conquista de Granada por los Reyes
Católicos, la Armada Invencible de Felipe Segundo y los tercios del Imperio
Español.
Podríamos
pasarnos páginas enteras enumerando sucesos, obras y personajes que son parte
de la cultura hispana. Pero lo importante es subrayar que nosotros como
argentinos del siglo XXI, somos herederos de todos ellos. Sí, de todos. La
identidad hispanoamericana implica un acerbo cultural y espiritual e
inmensamente rico que debería llenarnos de orgullo antes de sentir vergüenza o
abjurar de él como hoy está tan de moda.
¿Nuestra
Patria está afuera?
Si existe
alguien que pueda dudar de la importancia de la patria, vaya para él lo que
Fray Tomás de Aquino, cuya vida se desarrolló entre imponentes catedrales
góticas y universidades creadas por la Iglesia Católica nos enseña:
“Después de Dios, los padres y la patria son también principios de nuestro ser y gobierno, pues de ellos y en ella hemos nacido y nos hemos criado. Por lo tanto, después de Dios, a los padres y la patria es a quienes más debemos. Y como a la religión toca dar culto a Dios, así en un grado inferior, a la piedad pertenece rendir un culto a los padres y a la patria.”
“Pero yo soy
argentino, ¿qué tienen que ver España y Europa conmigo?” podría preguntar alguno.
Patria, mi querido argentino, significa etimológicamente “lugar de los padres”
y nuestros padres no son sólo los que tenemos por sangre, sino todos ellos que
hicieron posible que hoy estemos aquí, desde el espartano Leónidas hasta el
genovés Cristóbal Colón.
Aunque hoy estemos emancipados España
seguirá siendo siempre nuestra madre y como toda madre merece ser amada y
respetada, aunque hoy no la veamos bien. Y si España es nuestra madre, Europa
es nuestra abuela y así podemos remontarnos hasta donde querramos. Sólo
sabiendo de dónde venimos es posible saber quiénes somos y así poder decidir a
donde vamos. Somos de raza hispana, argentinos, y eso es un don, no lo
enterremos.
Marcos Rial
Director de Investigación
SITA Joven