“Compañeros: cuando haya que quemar, voy a salir yo a la cabeza de
ustedes a quemar. Pero entonces, si eso fuera necesario, la historia recordaría
la más grande hoguera que haya encendido la humanidad hasta nuestros días. Los
que creen que nos cansaremos se equivocan. Nosotros tenemos cuerda para cien
años”.
(Perón, el 7 de mayo de 1953)
¿Cuántos libros y
artículos se han escrito sobre Perón?... Nadie lo sabe. Son innumerables como
las arenas del mar. O como las órdenes de monjas, que ni Dios las tiene
regis¬tradas. Entonces, si eso es así: ¿a santo de qué venir a importunar al
lector con un enésimo ensayo acerca del omnipresente creador del populismo
"incorregible"? ¿Qué podríamos decir que no se haya dicho ya mil
veces? Pugnaces, sin embargo, intentaremos mostrar un aspecto distinto. Algo
—un poquito— referente a la relación de Perón con la Masonería.
Como es sabido, hay quienes piensan que el "Líder" del
Justicialismo combatió a la Masonería (ej. Carlos Disandro,[1]
hablando de la "Sinarquía"); otros, que creen que estuvo sometido a
las Logias; y por fin, unos terceros que no saben, no les interesa o no opinan ("ni lo uno ni lo otro, sino todo lo
contrarío", Saúl Ubaldini).[2]
Asunto que toma color subido en momentos
conflictivos; como los que elegimos, de 1955 y de 1973. Y bueno, pues, ya que
estamos metidos en el baile, bailaremos. ¿Por dónde comenzar? Obviamente, por
el principio.
1. ESCUELA DE CIEGOS
Ya expusimos el
primer tema en nuestro opúsculo "Aquello
que se llamó la Argentina", pero al presente efecto lo resumiremos al
máximo. Se trata del Conflicto con la
Iglesia, que venía arrastrándose de tiempo atrás y que adquirió fuerza ígnea,
literalmente, entre los días 11 y 17 de junio de 1955, cuando ardieron los
templos céntricos de Buenos Aires.
Controversia en que se enfrentaron fuerzas católicas y masónicas con
una virulencia insólita en este país, y con Perón en la cúspide del problema y
del poder.
Lugar común desde aquellos años, y posterior mito
persistente, ha sido atribuir la disputa en exclusividad a la acción de la
Masonería, al margen de las directivas del Líder justicialista, y a sus
espaldas. Versión muy difundida en los medios católicos, siempre dispuestos a
integrarse en los gobiernos peronistas (olvido, so pretexto de perdón). Dato
que se apoyaba en hechos ciertos, tal como los han expuesto los que han
historiado el punto.[3]
En efecto, el
Ministro de Educación Armando Méndez San Martín, el Ministro de Salud Pública
Conrado Raúl Bevacqua, el Ministro del Interior Ángel Borlenghi y el
Vicepresidente de la Nación Contraalmirante Alberto Teissaire, eran tenidos
como masones influyentes[4]
y conspiradores, que decidieron el incendio de las iglesias a modo de
represalia por el bombardeo del 16 de junio de 1955.
Eso era así. En
la Escuela de Ciegos, de la calle
Bolívar 431 de la Capital Federal, funcionó la central operativa que comandó el
siniestro pirotécnico ("Puesto Sanitario Nº1"). De allí partieron las
columnas de aliancistas, cegetistas y militantes peronistas (provistos de
bidones de nafta y lanzallamas), dirigidos por comisarios de la Policía Federal
y de la División Bomberos, incendiarios de la Curia Metropolitana, Santo
Domingo, San Francisco, San Ignacio, la Piedad, La Merced, San Juan, San
Nicolás de Barí, San Miguel Arcángel, de la Consolación, la Capilla de San
Roque y Nuestra Señora de las Victorias. Y en ese mismo lugar se reunieron el
mediodía del día 17 de junio para celebrar con un almuerzo criollo sus
fechorías. Todo eso está acreditado, con nombres y apellidos.
En la Escuela de
Ciegos instaló su comando Teissaire, con la colaboración de los funcionarios
Juan Carlos Lorenzo, González y Monteperto. En la sede del Departamento de
Policía, de la calle Moreno, dirigió el Ministro A. Borlenghi, con el
subsecretario Abraham Krislavin, el jefe de Policía Gamboa, el jefe de la
Dirección de Seguridad de la Policía Federal, inspector general Teodoro Carmelo
Sabino, y el jefe de la Guardia de Infantería Liceri. En la sede del Ministerio
de Salud Pública estuvo el Ministro Bevacqua, con la ayuda de César Pérez y
Segundo Rufino Nieto. Al incendio de Santo Domingo lo realizaron los bomberos,
que estaban a cargo de los comisarios Osear E. Benzi y Fuentes. La quema de San
Francisco fue encabezada por el comisario inspector Ruperto J. Fuentes; la de
la Piedad por el comisario Alejandro Toranzo; la de San Miguel Arcángel por el
comisario Severo A. Toranzo; y la de la Consolación por el inspector mayor
Silvano Pío Larrosa.
Suceso funesto,
si lo ha habido. Por eso, llama la atención, la parquedad, cuando no la omisión
del hecho aciago por los muy promocionados expositores del "mito de la nación católica".[5]
Luego, debe
tenerse por probada la autoría de la Masonería en aquel suceso histórico.
Coautoría, mejor dicho. Porque en el "Puesto Sanitario Nº 1" nadie se
movió hasta que el mayor Ignacio Cialcetta, edecán presidencial, llegó al
atardecer con la orden de Perón.
Situación que se
concatenaba con los acontecimientos producidos a partir de la procesión
(manifestación), de Corpus Christi
del 11 de junio de 1955, que partiendo de la Catedral en la Plaza de Mayo dio
una gran vuelta por las calles Rivadavia, Pueyrredón y Santa Fe, hasta la Plaza
San Martín. Nos consta que el inmenso desfile de la feligresía fue silencioso y
ordenado.
Perón junto al Contralmirante Alberto Teisaire |
Ante el Congreso
sólo hubo una breve detención, sin ningún incidente perceptible. No obstante,
los diarios del día siguiente nos anoticiaron que en el mástil de la Plaza de
la República se había arriado la bandera nacional reemplazándola por la papal,
y que luego, la enseña patria había sido quemada. Nunca se explicó cuál podía
haber sido la razón que movió a los católicos a destruir la insignia azul y
blanca. No hubo tiempo para ello, porque de inmediato el Poder Ejecutivo
dispuso una serie enorme de desagravios a la bandera de parte de las Fuerzas
Armadas y otras entidades públicas y privadas.
Entre tanto
comenzó a funcionar un organismo militar de investigación de aquellos hechos,
presidido por el General León Justo Bengoa. En esa comisión el oficial de policía
Héctor Eduardo Giliberti relató la intervención de varios comisarios en la
quema de la bandera, delito cometido bajo la supervisión del Jefe de la Policía
Federal inspector general Miguel Gamboa, quien, a su turno, acató las órdenes
del Ministro del Interior Ángel Borlenghi. Concretamente, Gamboa le dijo al
inspector general Justino Wenceslao Toranzo que "había que hacer algunos desórdenes y producir también algunos
destrozos.. . y hacer algunas cositas".
El 15 de junio, en la reunión de Gabinete, Perón informó a sus ministros —entre
ellos el de Marina, CAlte. Aníbal Olivieri, que es quien lo narró— que la quema
era "un juego de vivos... y yo lo
aprovecho políticamente''.[6]
Estas declaraciones trascendieron y los oficiales navales de Punta Indio resolvieron
efectuar el programado vuelo de desagravio bombardeando al verdadero autor del
ultraje a la bandera. Así surgió la Revolución del 16 de junio de 1955.
En suma: en el
conflicto del Estado con la Iglesia hubo coautoría de Perón y la Masonería.
De la quema de la bandera a la quema de los templos: fue una secuencia
armónica, que entre otras consecuencias aparejó la movilización ciudadana de
los católicos y la excomunión de Perón. "Cristo vence", decíamos.
Y entonces Cristo venció.
2. LUCHE Y VUELVE
Si de algo se
jacta el Peronismo Revolucionario es de haber sido protagonista principal del
regreso de Perón a la Argentina en 1973. "Luche
y vuelve", fue la consigna agitada por la Tendencia Montonera. Tanto
batieron el parche con ese lema que hay mucha gente que se lo ha creído.
Nombres como
Firmenich, Galimberti, el "tío"
Cámpora, y otros por el estilo llenan el espacio del fin del gobierno militar.
Sin embargo, hay por ahí algún texto que pone en aquel lugar otros apellidos:
Licio Gelli, Giancarlo Elia Valori y Propaganda 2 (P-2).
Creemos que vale la pena conocerlo. El documento es del periodista
Marcelo Larraquy.[7]
Allí se explica que Licio Gelli, jefe de un sector de la Masonería italiana: "Frente a la convulsión social que
vivía el país, el Gran Maestre italiano confiaba en que Perón sería el único
capaz de contener «el peligro del comunismo». Esa idea fue transmitida por
Gelli al Vaticano y al secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger.
También le fue transmitida al presidente Richard Nixon. El acuerdo por el
regreso de Perón, diseñado por Gelli, unía la masonería de la P-2, el Rabinato
de Nueva York —cuyo hombre en el poder era el propio Kissinger—, al Vaticano y
al gobierno de los Estados Unidos. De este modo, Perón contaría con el respaldo
de poderes públicos y secretos internacionales para regresar a la Argentina.
"Gelli
pedía algo a cambio. El nuevo gobierno constituiría una plataforma de negocios.
Gelli quería manejarlos desde adentro. Le pidió a Perón que le permitiera infiltrar la logia masónica en el Estado
argentino, con la designación de funcionarios que fuesen adeptos a ella. De
ese modo, con la avidez de López Rega y ¡a masonería argentina y el
consentimiento de Perón y Campara -que no estaba en condiciones políticas de
oponerse, porque el acuerdo venía cerrado desde Europa—, Gelli comenzaría a
infiltrar a la P-2 en el futuro gobierno peronista.
"Meses
después, Gelli expresaría su satisfacción por el acuerdo: «No sólo confirmaban
lo que habían prometido, sino que también pedían una colaboración para el
futuro. Saben que estuvieron fuera del país dieciocho años por di-ferencias con
¡a Familia, y admitieron que regresan a ¡a patria porque existe un
consentimiento de nuestra institución», escribió Gelli en una carta al Gran
Maestre local César de la Vega,[8]
que luego sería funcionario en el Ministerio de Bienestar Social".
Perón condecorando a Licio Gelli con la Orden del Libertador (1973) |
No son datos
aislados. Quien fuera Secretario Técnico y Secretario Privado de la Presidenta
Isabel Martí"gracias a un
pequeño grupo de amigos", y no por obra y gracia de la lucha sindical.
nez de Perón, Julio C. González ha contado lo siguiente. Expone el
autor que ante la pretensión de los sindicalistas que se atribuían el mérito
del regreso de Perón, "Isabel" (María Estela) les descubrió la
verdad. Perón regresó
El ministro
Robledo era un buen instrumento de esos poderosos amigos. "Isabel me dio explicaciones de todo esto: Robledo es uno de los
representantes de una sociedad secreta ante el peronismo... No fueron Perón, ni
Cámpora, ni Lastiri, ni Isabel los que lo hicieron reiteradamente ministro en
las esferas más diversas. No ocupó esos cargos por su capacidad ni por sus
conocimientos. Es un poder exterior al país el que lo designa en su
representación para esas funciones. Y el gobierno débil debe aceptar. «Esto ha
sido estipulado en las negociaciones que concluyeron aceptando el regreso de
Perón, y son condiciones que deben cumplirse». El país y el pueblo pagarán las
consecuencias".[9]
Giancarlo Elia Valori |
En 1955, Perón y
la Masonería contra la Iglesia Católica. En 1973, la Masonería y la Iglesia de
acuerdo con el regreso de Perón.
3. EL GALLO DE LA VELETA
¿Perón masón...?
Habrá opiniones diversas. Por nuestro lado nos inclinamos por la hipótesis de
Ubaldini ("ni lo uno ni lo
otro"). Perón era peronista;
el primer peronista. Ni católico, ni masón, ni liberal[10],
ni fascista,[11]
ni tercermundista, ni socialista. Sólo peronista; es decir: narcisista,
ególatra. Él deseaba todo el poder posible para sí. Como, además, era
maquiavelista y amoral,[12]
había resuelto que le convenía tener a mano en su entorno a católicos y masones,
por partes iguales, con el fin de controlarlos. Otro tanto hizo con los
comunistas, vgr., los casos de Puiggrós y Gelbard.[13]
Empero, maguer su
defensa del terrorismo[14]
con la guerrilla montonera se equivocó en el juego, y el castrismo lo superó.
En ese orden
egocentrista, existe también un relato digno de releer.
Lo proporciona el
novelista de izquierda Tomás Eloy Martínez en un libro que lo hizo famoso. En
él expone que habiendo ido a Puerta de Hierro, en Madrid, para entrevistarse
con Perón, con la presencia del secretario José López Rega, se planteó el tema
de la posición del Líder durante la Revolución del 6 de setiembre de 1930.
A raíz de ello,
Martínez preguntó cuál de las dos versiones escritas de Perón era la verdadera,
de si estuvo a favor o en contra de aquella Revolución. Entonces, narra
Martínez:
"¿Se da cuenta mi General? López apaga
el grabador. Con tanto zigzag es fácil desorientarse... Lo que quiero es que
elija una sola versión para los hechos. Una sola: la que fuere.
Ahora
el General suelta una carcajada. Tranquilícese, hombre. ¿Eso era todo? Vea cómo
son las cosas. Si he vuelto a ser protagonista de la historia una y otra vez, fue porque me contradije. Ha oído va la
estrategia de Schliefen. Hay que cambiar de planes varias veces al día y
sacarlos de a uno, cuando nos hace falta. ¿La patria socialista? Yo la he
inventado. ¿La patria conservadora? Yo la mantengo viva. Tengo que soplar para todos lados, como el gallo de la veleta. Y no
retractarme nunca, sino ir sumando frases. La que hoy nos parece impropia puede
servirnos mañana. Barro y oro, barro y oro... Usted bien sabe que yo no digo
malas palabras, pero para la historia no hay sino una. La historia es una puta,
López. Siempre se va con el que paga mejor".[15]
No dos, sino tres
versiones diferentes, aunque sean contradictorias entre sí. Ese era Perón. De
lo cual se infiere que el tema abordado queda inmerso en ese tembladeral del
"gallo de la veleta". Sólo sobrevive una certeza. La Masonería estuvo
muy cercana a Perón.
Punto; o mejor
dicho: tres puntos.
Enrique Díaz Araujo
(Publicado por Revista Cabildo Nº 106, Edición Noviembre-Diciembre de
2013-3ra. Época)
[1] Diálogo Perón-Comicelli: "Es decir que nosotros, frente al poder
imperialista y frente a la gran Si-narquía internacional, manejada desde las
Naciones Unidas, donde están el comunismo, el capitalis¬mo, el judaismo, la
Iglesia Católica —que también cuando le pagan entra—, la masonería; todas esas
fuerzas que tienen después miles de colaterales en todo el mundo son las que
empiezan a actuar..." en revista "Las
Bases" N° 17, del 18 de julio de 1972, págs. 34-47.
[2] El ex subsecretario de Culto Ángel
M. Centeno, indica que el peronismo ha tendido sobre estos hechos "un
manto de silencio". Y agrega, por su parte: "tal vez, eso sea lo mejor para todos": "Perón en conflicto con la
Iglesia" en "Archivum",
Buenos Aires, Junta de Historia Eclesiástica Argentina, 2003, pág. 59 y
ss. El silencio es salud (política).
[3] Ver, por ejemplo: Martínez, Pedro
Santos: "La Nueva Argentina,
1946-1955", Bs. As., La Bastilla, col. Memorial de la Patria, 1976,
tomo II; Gambini, Hugo: "Historia
del peronismo", Bs. As., Planeta, 1999, tomo I; Ruiz Moreno, Isidoro: "La Revolución del 55", Bs.
As., Emecé, 1994, tomo I; Luna, Félix:
"Perón y su tiempo", Bs. As., Sudamericana, 1987, tomo III; Del
Barco, Ricardo: "El régimen
peronista, 1946-1955", Bs. As., Ed. de Belgrano, 1980. Continúa siendo de lo mejor el trabajo de
García de Loydi, Ludovico: "La
Iglesia frente al peronismo. Bosquejo histórico",
Bs. As., CIC, 1956.
[4] Caimari, Lila M.: "Perón y la Iglesia Católica. Religión, Estado y sociedad en la Argentina
(1943-
1955)", Buenos Aires, Ariel Historia, 1995, pág. 256.
[5] Como es sabido, la historia de las
relaciones entre la Iglesia y el Estado en nuestro país quedó trunca en el hito
de 1930. Hasta allí llegaron los estudios del Padre Guillermo Furlong, del
Padre Cayetano Bru¬no o de Juan Carlos Zuretti. Luego, casi toda —por no decir
toda— la producción historiográfica sobre ese tema se ha caracterizado por una
inquina antirreligiosa ostensible. Ella corresponde a la "Escuela del Mito
de la Nación Católica", que obviamente procura destruir las bases
cristianas de la Argentina (aunque en ella militen ensayistas supuestamente
católicos como Norberto Padilla y Fortunato Mallimaci). Es cu¬rioso que en el
punto que aquí nos interesa los miembros de esa tendencia lo hayan resuelto del
modo más escueto posible. Ejemplo de lo dicho lo constituye la obra de dos de
los principales "desmitologizadores", Roberto Di Stefano y Loris
Zanatta, titulada "Historia de la
Iglesia Argentina: desde la Conquista has¬ta finjes del siglo XX", Buenos
Aires, Sudamericana, 2009. En dicho libro, constante de 635 páginas, se dedican
nueve (9) párrafos de la página 470 a describir el incendio y sus
circunstancias. Modelo de laconismo... El marxista "nacional",
Norberto Galasso, en sus tomos sobre "Perón", le concede siete
ren¬glones (Buenos Aires, Colihue, 2005, torno I, pág. 695). Peores son los
pocos párrafos que coloca Lila M. Caimari. Ella dice que grupos de
manifestantes del día 11 "pusieron
una bandera del Vaticano en lugar de la nacional y arrancaron uarias placas
recordatorias de Eva Perón", y que el 16 de junio "grupos de jóvenes incendiaron las iglesias principales del centro
de Buenos Aires", op. cit., pág. 252. No sabemos la edad de los
policías incendiarios, pero a juzgar por sus grados, no debían ser muy
"jóvenes".
Ni banderas, ni placas, ni
jóvenes; eso es lo cierto. Por su lado, Robert Me Geagh, resuelve el problema
en un párrafo y medio, cfr. "Relaciones
entre el Poder Político y el Poder Eclesiástico en la Argentina",
Buenos Aires, Itinerarium, 1987, pág. 98. Mejor aún pueden considerarse las
monografías reunidas por Claudia Touris y Mariela Ceva, bajo el título de "Los avalares de la «nación católica»:
cambios y permanencias en el campo religioso de ¡a Argentina
contemporánea", Buenos Aires, Btblos, 2012, toda vez que de las diez
monografías que integran el libro, ninguna trata o ni siquiera alude, al mayor
conflicto religioso de la Argentina moderna. En el mismo sentido anticatólico,
cfr. Bianchi, Susana: "Catolicismo y
peronismo. Religión y Política en la Argentina, 1943-1955", Tandil,
Trama, Prometeo, 2001; Ghio, José M.: "La
Iglesia Católica en la política argentina", Buenos Aires, Prometeo,
2007; Soneira, Jorge: "Las
estrategias institucionales de la Iglesia Católica (1880-1976)",
Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1989. Ahora, si quisiéramos
marcar como lo peor de lo peor, podríamos subrayar a Frigerio, José O., "Perón y la Iglesia. Historia de un
conflicto inútil" en "Todo
es Historia", Buenos Aires, n° 210-211-212, 1984; del mismo autor "El síndrome de la «Revolución
Libertadora»: la Iglesia contra el Justicialismo", Buenos Aires, CEAL,
1990; y Lubertino Beltrán, María José: "Perón y la Iglesia
(1943-1955)", Buenos Aires, CEAL, 1987. Como se ve, en este cajón de
sastre hay de todo, como en botica. Lo único que no abunda es una condenación
de los incendiarios.
[6] Olivieri, Aníbal: "Dos veces rebelde. Memorias del
Contraalmirante Aníbal O. Olivieri", julio 1945-
abril 1957, segunda
edición, Buenos Aires, Sigla, 1958, pág. 118.
[7] Larraquy, Marcelo: "De Perón a Montoneros: historia de la
violencia política en la Argentina", Buenos Aires, Aguilar, 2010,
págs. 303-304.
[8] H Dr. Hugo Esteva ha aclarado: "He sido primo hermano efe César de ¡a
Vega, Grado 33 y Gran Maestre de la Masonería local en los años setenta... Poco después de la guerra de Malvinas, de la
Vega me transmitió que había sido expulsado de su logia por haber apoyado la
posición argentina" en "Patria
Argentina", Buenos Aires, marzo de 2012, pág. 7.
[9] González, Julio: "Isabel Perón. Intimidades de un Gobierno",
Buenos Aires, El Ateneo, 2007, págs.
218, 275; cfr. Sequeiros,
Octavio Agustín: "Nota
bibliográfica" en "Gladius",
Buenos Aires, n° 71, Pascua 2008, pág. 195.
[10] Hay, por cierto, para escándalo de
fascistas y marxistas, un Perón liberal. Ver al respecto: Quatrocchi-Woisson,
Diana: "Los males déla memoria",
Buenos Aires, Emecé, 1995; Castro, Jorge: "Los
raíces liberales de Perón" en "La
Nación", Buenos Aires, 6 de setiembre de 2012, Opinión, pág. 33;
Chaves, Claudio: "Perón
liberal", Buenos Aires, La patria grande, 1999; Rein, Raanan: "Peronismo, populismo y política",
Buenos Aires, Universidad de Belgrano, 1998.
[11] El TCnl. Augusto Serafín Maidana
reveló en alguna oportunidad que hacia 1940 había estado comisionado en el
norte de Italia, en regimientos alpinos» junto a Perón. Aseguró que jamás
bajaron a Roma, y que, por lo tanto, no pudieron ver a Mussolini en ninguna
oportunidad. Al empezar la guerra, salieron directamente hacia España, desde
donde regresaron a la Argentina. Luego, toda esa versión de Perón de haber
aprendido el sentido del fascismo, en conversación directa con el Duce, era
otro de los inventos de ese gran fabulador que engañó con su histrionismo a
tantos argentinos.
[12] El Padre Hernán Benítez, asesor de
Eva Perón, juzgaba a Juan Domingo Perón de la siguiente manera: "Visto el hombre a la distancia
desaparecen en él sus contradicciones, su narcisismo, su infantilismo, su
cobardía, su terror al sufrimiento, a la indigencia, a la enfermedad, a la
muerte... Como hombre un cobarde, ¡un cobarde memo!... Perón es un peligro...
El Perón-mito, el que el pueblo defiende defendiéndose, ¿se da de patadas con
el Perón real? Dolorosamente así dicen. Yo sin embargo no me resigno a
convencerme del todo... Todo lo ve con la pasmosa superficialidad de su libro
«La Fuerza»... Si mañana vuelve, ¿volverán con él los babosos Méndez San
Martín, Mendé y la Paro-di? ¿Volverán las motonetas, los casquetes y las
cascabeladas? ¡Ah, no! Entre ese Perón y este Arai buru... me meto a cartujo.
Pone frío pensar que aquél pueda volver y éste continuar... En resumí el pueblo
está encariñado con Perón-mito (Primer hecho). Perón-real es ya la negación del
Perón-mito (Segundo hecho)". Por su parte, Arturo Jauretche le escribía al
Padre Benítez que en Perón "no hay el menor tono de austeridad y
grandeza" en Cichero, Marta: "Cartas
Peligrosas", Buenos Aires, Planeta Espejo de la Argentina, 1992, págs.
95, 93, 120, 121, 115.
[13] "Notablemente
Perón, cuando retorna de su exilio en 1973, insiste en mirar a Moscú como apoyo
político-económico... Cuenta para la
propuesta tan audaz con un operador confiable, tanto él como para los soviéticos: José Ber
Gelbard... Perón sabía con quién operaría la apertura al europeo cuando pensó
en Gelbard como futuro ministro de Economía del peronismo. Gelbard fut
garantía. El viejo general no podía desconocer que su antiguo aliado en la
Confederación Gener Económica (CGE) de los años 50 era un hombre del aparato
económico-financiero-informativo del PCA (Partido Comunista Argentino)... El
astuto general no podía ignorar el prontuario del elegido... Gelbard fue
parte... del grupo de finanzas comunistas más sofisticado y secreto... el
acercamiento Gelbard a Perón es parte de un proyecto político que encuentra eco
en Moscú", cfr. Gilbert, Isidoro jefe de la Agencia Tass en Buenos
Aires): "El oro de Moscú. Historia
secreta de la diplomacia, el mercio y la inteligencia soviética en la
Argentina", Buenos Aires, Sudamericana, 2007, págs. 13, 350, 352.
[14] Conviene tener presente estas
epístolas: a José Alonso, sobre Vandor: "En
política no se puede herir, hay que matar.
Deberá haber solución definitiva, sin consultas", "La sociedad de consumo debe morir de
muerte violenta" (27 enero 1966).
A Carlos Maguid: "Ya el
pueblo argentino se encargará de liberarlo junto con la patria y entonces
faltarán árboles en Buenos Aires para hacer efectiva justicia... La guerra revolucionaria en la que estamos
empeñados contra la canalla dictatorial, se tensificará cada día" en
Baschetti, Roberto (compilador): "Documentos
1955-1973. De la guerrilla peronista al gobierno popular", La Plata,
De La Campana, 1995, pág. 135. Tal como
apunta María Matilde Ollier: "Jamás
Perón desautorizó ningún acto de los grupos guerrilleros durante el período
previo al triunfo electoral de 1973" en "El fenómeno insurreccional y la cultura política
(1969-1973)", Buenos Aires, CEAL, 1986, págs. 61, 60.
[15] Martínez, Tomás Eloy: "La
novela de Perón", Buenos Aires, Legasa, 1985, págs. 217-218.
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